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Es increíble las cosas, las personas, los hechos, los acontecimientos que se van acumulando, sin darnos cuenta, en nuestras vidas, Y con el paso del tiempo y los años. Y es también curioso como cosas o personas que creías olvidadas o perdidas, de pronto saltan de la oscuridad de la mente y vuelven a la luz. Además suelen aparecer como las cerezas, que tiras de una y te salen diez. Es lo que me ocurrió ayer. Entré en Internet y sin buscarla me encuentro una entrevista con un famoso abogado, ya jubilado,  a quien el periodista con gran admiración llama don Ramón Hermosilla y ¡oh milagro! resulta que el tal don Ramón Hermosilla, no es otro que aquel que fue mi abogado durante un tiempo, siendo yo Director de «El Imparcial».

Y tengo que decir y digo, que a Ramón Hermosilla le  recordaré mientras viva, porque a mi lado estuvo cuando un día, en medio de la lucha que me traía con Suárez y su Gobierno, me detuvieron acusado de «incitación al asesinato» y allí… estuvo Don Ramón, y no sólo como abogado, sino como amigo.

Lo curioso es que al recordar a Ramón Hermosilla se me han venido a la cabeza los otros abogados que me ayudaron en mi largo viacrucis judicial, 127 veces pasé por los juzgados,( que ya por entonces los Fiscales y los Abogados del Estado eran fiscales y abogados del Presidente del Gobierno): Ángel López Montero y José María Ruíz Gallardón… Y SIEMPRE SIN COBRAR UN DURO, porque cobrarle un duro a quien se la juega por defender a España sería indigno, decían. De todos y cada uno de ellos podía hablar extensamente, y lo haré otro día, porque a través de ellos podía contar muchas experiencias y aventuras profesionales de mi vida…y curioso fue que Ramón Hermosilla y Ángel López Montero, mis dos abogados, coincidieran después en el «23-F»: el primero como defensor del general Armada y el segundo, del teniente coronel Tejero. Sí, otro día hablaré más de ellos. Lo haré.

         ¿Y qué mejor manera de hablar de dos grandes de la abogacía española que reproducir alguno  de los artículos que escribieron en vida y para mis periódicos?

 

ARTÍCULO J.M. RUIZ GALLARDÓN

 

LOS COBISTAS

(5-XI-1978)

 

Hay una especie que abunda entre quienes escriben —es un decir— en los periódicos y que tiene, para nuestra desgracia, una larga tradición. Son los mismos que antaño, cuando era rentable, loaron al generalísimo Franco, y antes, a quien se terciaba. Legítimos herederos de aquellos afrancesados, fieles servidores del Bonaparte segundón y luego celosos defensores de la Constitución de 1812 para rendir más tarde viaje entre los aduladores de los cien mil hijos de San Luis. Han existido siempre. Son mezquinos y cobardes y tienen un solo Dios: el que manda.

 

Camaleones y pulpos a la vez, aprenden en seguida —cuestión de olfato— quién es el que va a llegar a la poltrona. Lo peor de nuestra raza. Descendientes directos de todos los Vellidos Dolfos que en nuestra historia han sido. Para ellos el valor personal, el decoro, la congruencia y el respeto propio son monedas falsas. No cuenta sino la sonrisa y la recompensa, a ser posible diaria, a más cuantiosa, mejor recibida. Están con el que manda, pero, eso sí, dispuestos a traicionarle. Se llenan la boca con grandes palabras, en las que no creen, y cobijan y paren infundios y calumnias. Ralea vil.

 

Ahora, como digo, abundan mucho, demasiado. Y son más de Suárez que Suárez, más de Abril que nadie y tan monárquicos que no hay quien los tosa. Todo mentira y todo falso. No creen en nada, ni, por supuesto, en sí mismos, ni en sus ideas (que no tienen) y sólo piensan en medrar. Trepadores e insaciables en todo momento.

 

¿Que quiénes son? Miren ustedes a su alrededor. Lean ustedes algunas publicaciones periódicas. En seguida les descubrirán. Bastan unas palabras o unas líneas. Sus biografías, además, cantan: han prosperado desde pequeñitos.

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Por ejemplo, los que critican una frase acertada y patriótica del director de este periódico pronunciada en reciente conferencia. Allí dijo que, por encima de todo, estaba España. ¡Pues se pretende que esa frase, que ese concepto digno, compartido por todo español con honor, desde el Rey al último de nosotros, suene a disidencia o crítica de la institución monárquica!

 

Buenos estaríamos si así fuera. Aunque ha de saberse, de una vez por todas, que este periódico piensa como piensa el Rey, y en ello y de ello se enorgullece: por encima de todo y de todos está y estará siempre España.

  

ARTÍCULO A. LÓPEZ MONTERO

 

SURCOS

La huelga de hambre de Sajarov

(Heraldo Español Nº 84, 27 de enero al 2 de febrero de 1982)

Ángel LÓPEZ-MONTERO JUÁREZ

 

 

Se cumplen dos años del obligado destierro a la ciudad de Gorki del premio nobel de la Paz Andrei Sajarov; uno de entre los miles de hechos semejantes que se producen en las llamadas «democracias populares», en las que la libertad de expresión no es más que una bofunada dialéctica. Hemos oído recientemente los españoles cómo un representante de la Agencia soviética. Tass decía, ante las cámaras de televisión española, que Sajarov está siendo tratado con una cura de adelgazamiento, queriendo así disfrazar lo que todos sabemos que ha sido, simple y llanamente, una huelga de hambre para llamar la atención de Occidente sobre lo que realmente está ocurriendo en ese «paraíso» situado detrás del «telón de acero».

 

Las palabras de Sajarov han sido rotundas al definir la razón de su huelga, de su permanente lucha: «Yo lucho en nombre de todos los que están presos por sus ideas, y por el derecho de cada persona a ser libre y feliz, y a vivir de acuerdo con los propios principios y opiniones». Es, en resumen, la lucha de un hombre por defender el derecho más elemental que es el de las ideas; y es, al mismo tiempo, la llamada de atención para que por encima de manejos informativos, conferencias diplomáticas enmascaradas, pactos y acuerdos políticos, fije Occidente sus ojos en aquellos otros hombres que en defensa de sus ideas y principios han perdido la libertad, y mucho, incluso, la propia vida.

 

Se han cumplido dos años y resulta sorprendente el silencio que la mayor parte de la prensa española ha tenido para con este hombre que clama en el desierto. Vergonzoso silencio el de aquellos que se autodefinen como defensores de las libertades; un silencio que corre paralelo a la escandalosa manipulación que en muchos sectores se hace con la información, convirtiendo ésta en un programa del »KGB» (Komitet Gosudarstvennoy Bezopasnosti o Comité para la Seguridad del Estado Soviético), un programa perfectamente estudiado y definido como «Dezinformatsiya» (simplemente «desinformación»), perfectamente introducido y practicado hoy en España, aunque sigan siendo muchos los ciegos que no quieran verlo.

 

El invento soviético de la «desinformación» tiene a su servicio la mentira política, literaria, artística y social; la falsificación de cuantos documentos puedan servir para hundir a personas e instituciones; la divulgación de informes falsos, injuriosos o calumniosos; la ejecución de actos de sabotaje que puedan llegar incluso al asesinato, siendo todo ello utilizado al servicio de la «desinformación», produciendo efectos sociológicos que facilitan la penetración en puestos claves de la Administración de un país a agentes al servicio del KGB; paso importante en la basta operación revolucionaria del «asalto al Poder».

 

En muchas ocasiones es el dinero la puerta de entrada, en otras actúa el chantaje como principal agente, el estorsionismo, las campañas difamatorias a través de algunos medios de comunicación proclives a la difusión, bien por ambición, por dinero o por cualquiera de los múltiples recovecos por los que puede conseguirse la fidelidad de nuevo agente «perturbador»; son siempre actos dirigidos a personas e instituciones cuya moral se pretende resquebrajar, creando el confusionismo entre el pueblo que, en círculo vicioso, a falta de reacción, termina por sucumbir.

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Para cualquier español que reflexione sobre los acontecimientos que vivimos hoy en nuestra Patria, debe estar muy claro que ni esos acontecimientos, ni lo que conllevan, son fruto del azar o la casualidad; sino resultado perfectamente estudiado y calculado de un programa que cuenta con los más sofisticados elementos de la planificación; una operación que inició hace ya muchos años la cuenta atrás y que afecta no sólo a España, sino a todo el Occidente. Hombres como Sajarov, Czeslaw Milonsz, Milovan Djilas, Richard Pipes, Solzhenitsyn y otros muchos han denunciado reiteradamente los hechos y han pretendido alertar -dramáticamente en ocasiones- a este Occidente dormido-, pero la reacción de la «Dezinformatsiya» fue inmediata, y volvió nuevamente el silencio en unos casos y la difamación, la injuria y la calumnia en otros, poniendo en entredicho incluso la propia razón de esa llamada de alerta.

 

El silencio en que ha pasado por la prensa española el segundo aniversario del destierro de Sajarov es un claro ejemplo de esa campaña de «desinformación». Y los españoles hemos de darnos cuenta de que nos encontramos ante enemigos que han iniciado ya la penetración hacia el Poder con su infiltración en los medios de comunicación, en la Administración, en las instituciones, en la cúspide de las empresas; intentando resquebrajar todo para tener en sus manos los resortes el día en que se decida el asalto definitivo «al palacio de invierno». Tras ello no habrá para los españoles otro futuro que la esclavitud.

 

Por eso, hoy más que nunca, es imprescindible repasar a Solzhenitsy, que recomiendo «…no aplaudir la mentira de nuestros dirigentes. Sólo basta con eso… sólo con no firmar lo que no se piensa y no votar lo que no se quiere». Mantenerse en vigilia para descubrir a quienes, desde el puesto que ocupan, por nombramiento o por elección, están al servicio de la «Dezinformatsiya», porque esos son los verdaderos enemigos de nuestra patria. Digamos sus nombres en voz alta, señalemos, aislemos a los hombres y a los partidos o a las organizaciones que les protegen y a quienes verdaderamente sirven. Solamente así podrá cortarse el brote de la mala hierba.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.