Estimado, señor Chen. Porque también esto hay que aclararlo. Por Pablo Gasco de la Rocha

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¡Qué vida esta, señor Chen! Cuanto sobresalto, cuanto malentendido. Se lee, no se interpreta, y enseguida se acude a las redes para insultar. Y en el paroxismo de la osadía, hay quienes se arrogan el derecho de otorgar porcentajes de valor, amor y dignidad a quienes ellos quieren y consideran, y negárselos a otros, a quienes ni conocen, con el mismo criterio: su sola razón imperial y, en tantas ocasiones, razón sin sentido. Por no hablar de los improperios que tienen a bien dirigir, sin el menor rubor, contra quienes consideran oportuno Esto, señor Chen, y seguro que ya lo ha comprobado, va en el carácter español. Somos así, y no hay forma de hacérselo ver a una gran mayoría de nuestros compatriotas. De ahí, las grandes, las enormes diferencias entre quienes compartimos los mismos ideales, que, pese a ello, no debe dividirnos en los momentos en los que se debe estar.

Me comunica un conocido, que está usted un tanto molesto con la referencia que hago en mi colaboración con título “A quién saludan”: “… en el bar que ha montado un chino” (Correo de España, 19 de noviembre, 2022), que en absoluto quiere ser ofensiva hacia su persona. Digo que en absoluto quiere ser ofensiva, porque nunca es mi intención ofender a nadie, mucho menos si la persona no se lo merece y menos aún si se trata de una persona con los mismos sentimientos patrióticos que los míos. Además de ser usted, y con todo merecimiento, Caballero de la Fundación Nacional Francisco Franco, que es un “honor” que no tenemos muchos. Señor, Chen, créame que tiene toda mi consideración y respeto. Se ha ganado usted el título de “español” con todo merecimiento.

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Ahora bien, dicho esto, que es lo que se merece. No es menos cierto que las cosas importantes deben ser tratadas con el debido respeto. Me refiero a personas y símbolos que por su importancia merecen la máxima consideración y el correspondiente decoro por nuestra parte. Tener el busto de Franco y el de José Antonio en un bar, no es el sitio adecuado. Los tenga quien los tenga. Cosa distinta es que se tenga una foto o pintura de Franco o José Antonio.

En cuanto a los dos bustos que tiene en su bar, decirle que fueron propiedad de un buen amigo mío, Don José Luis Díez Jiménez (q.e.p.d.). Bustos que tuvo en su despacho, junto con otras muchas cosas: libros, cuadros, fotografías, símbolos y recuerdos. Bien, pues, habiendo decido vender la finca que fue su casa, todo aquello se lo fue regalando a los amigos, siendo que los dos bustos en cuestión se los regaló a una conocida, por tener esta una finca para poder colocarlos. Y cuál fue la decisión de esta persona después de recibirlos como regalo gratuito y generoso, pues, dárselos a usted, que inmediatamente los puso en su bar.

Sé, porque lo viví, que con ocasión de querer visitar su “famoso” bar, fuimos mi amigo y yo aprovechando un 20-N, y la sorpresa de mi amigo y la mía fue mayúscula. Esos dos bustos tan queridos que habían estado en su despacho, uno junto al otro, y entre ambos, la fotografía de su hermano mayor (falangista asesinado) entre José Antonio y Manuel Hedilla, ¡casi nada!, ahora estaban en un bar. Y con el disgusto nos fuimos. Él ya nada podía hacer, y a mí no me correspondía hacerlo.

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Un himno, señor Chen, es más que un texto lírico de alegría o celebración. Un himno refleja los valores de una comunidad de personas hermanadas por los mismos ideales. Siendo así, que el himno se reserva para las grandes ocasiones, o para honrar a quienes profesaron esos ideales. El Cara al Sol hay que cantarlo de pie, brazo en alto, a modo de saludo, y seriamente. No se puede cantar como el Asturias patria querida, con dos cervezas de más y el bocado de tortilla de patatas en la boca.

Así pues, ni contra usted ni contra el señor Don Jaime Martínez-Bordiú Franco, con quien he coincidido en varios actos y he tenido el placer de compartir mesa.

Estas líneas, señor Chen, están motivadas por no querer pasar como la persona que menosprecio al “Chino franquista”, como se le nombra con toda consideración y respeto.

Dicho lo cual, que “sigan los demás en sus festines”. ¿Le parece?