22/11/2024 11:36
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Reyes Maroto celebrando la erupción que fomentará el turismo canario mientras edificios, animales, tierras de labor y enseres quedan sepultados bajo la lava y las cenizas.

Estamos en un país donde parecen abundar los burdéganos, acémilas, alelados, estólidos y estultos. Lo preocupante es que están en los aledaños del poder u ocupando puestos en el Gobierno del «doctor» y tienen el BOE para dictar normas y cometer atrocidades. En esta ocasión me estoy refiriendo a la ministra receptora de la navaja durante la campaña electoral madrileña que, dicho sea de paso, nada se ha vuelto a hablar de quién preparó todo aquello y con qué satánica intención. Sospechas aparte, doy fe de que en un país normal esta «eminencia» estaría cesada sin más explicaciones. ¡Ay, Reyes! ¡Reyes Maroto! ¡Te has lucido con el «turismo de volcanes»!

Nuestra ministra de Industria, Comercio y Turismo aboga por el «espectáculo maravilloso» del volcán de La Palma y por potenciarlo desde el punto de vista turístico. Mi coterránea medinense, titular de Turismo en España, lo ve como reclamo turístico sin parangón y se atreve a compararlo con el ya asentado turismo de volcanes de Islandia. Me gustaría saber qué opinan al respecto la diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas, y Pedro Quevedo, de Nueva Canaria: una ministra socialista celebrando la erupción para fomentar el turismo canario mientras ciento noventa edificios, animales, tierras de labor y enseres quedan sepultados bajo la lava y las cenizas.

Sólo le faltó manifestar a Reyes Moreno que, una vez llegados los turistas de todas partes del mundo, se dotará la expedición turística con calesas tiradas por caballos y con guaguas para que nadie se pierda el «espectáculo» que supone ver la erupción del volcán y sus consecuencias, contemplar las lenguas de lava, observar el corte de carreteras y la invasión de la lava en propiedades públicas y privadas. Se ha cubierto de «gloria».

¿Pero qué tipo de ministros tiene el “doctor” Sánchez en su desgobierno? Uno que se pega con los chuletones; otro regula las universidades como casas de moral distraída; otra confunde el género con el sexo; en Interior se divulga el odio al prójimo y se fomenta el revanchismo contra los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado; otra se cree experta en bajar la luz de un decretazo y en eliminar las centrales nucleares en tres cuartos de hora; la de Empleo desestabiliza el mal llamado escudo social…y «todos, todas y todes» en esa misma línea. ¡Qué poca cabeza tiene esta gente y cuánta maldad atesoran en su interior!

El nivel ahí lo tienen ustedes. Cuando el volcán se está llevando por delante los hogares de los palmeros, sale esta «sublimidad» de ministra y desfasada «eminencia» diciendo que hay que potenciar el turismo de volcanes. Lo ha dicho tan convencida que –si los medios de comunicación presentes no estuvieran vendidos al poder– habría que haberla parado en seco y preguntarle si esa imbecilidad era un consejo del Gobierno o se le había ocurrido a ella solita. ¡Joder, qué tropa más absurda, torpe, gaznápira y atormentada! Imaginen qué hubieran pensado de ella el propio Camilo José Cela, Francisco de Quevedo, Luis de Góngora o su coterráneo, el vallisoletano José Zorrilla.

Con una ministra así es un peligro demostrar iniciativa o inteligencia. Su torpeza y su cebollino pensamiento pueden llevarle a proponer eliminar la luz y utilizar la candente lava para los braseros o para asar chuletillas el día de la máxima festividad. No quiero ni imaginarme a esta zonza o adoquín de ministra pregonando las fiestas de San Antolín en su tierra natal o en su Ataquines adoptivo. ¡Santo cielo, cuánta gansa calienta sus posaderas en el banco ministerial del Gobierno socialcomunista!

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Sólo un depravado –en este caso es depravada– puede hacer malos chistes de la desgracia ajena y de las lágrimas de dolor del de enfrente. ¡Qué poca dignidad aprendió en su juventud de la mucha que hay en Ataquines! ¡Márchese, ministra, márchese de puntillas y sin hacer ruido!

 Haciendo el daño que ha hecho, créame que no merece el pan que come, ni el sueldo del que disfruta y mucho menos el sillón en el que aposenta su trasero.

Autor

Jesús Salamanca Alonso