20/09/2024 08:07
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El 18 de Julio de 1936 es una fecha proscrita, tanto por el socialismo revanchista como por el Partido Popular, cobarde y acomplejado.  Éste fue el día en que tuvo lugar la proclamación de lo que más tarde habría de ser conocido como el “glorioso Alzamiento cívico-militar” o como “la gran Cruzada de los tiempos modernos” y que posteriormente los antifranquistas le dieron la vuelta para rebautizarlo como “golpe de estado militar”. No deja de ser un sarcasmo que el tratar de poner fin a un desorden  y caos generalizados, en una España aterrorizada, ardiendo por los cuatros costados y surcada por regueros de sangre vertida por victimas inocentes, se le pueda denominar así. Precisamente, en la madrugada del 13 de julio de este mismo año, había tenido lugar el asesinato de Calvo Sotelo, jefe de la oposición, a manos de la guardia de asalto y posiblemente José Mª Gil Robles hubiera corrido la misma suerte, de haber pernoctado en casa esa misma noche. Seamos mínimamente sensatos y llamemos a las cosas por su nombre. El pronunciamiento del 18 de Julio del Año 1936 responde a un movimiento de liberación nacional, que evitó  lo que pudo ser un genocidio inimaginable si no se llega a actuar a tiempo y además se hubiera puesto en riesgo la seguridad nacional, no solamente de España sino también del resto de los países europeos. Ésta es la pura verdad.     

                   El tiempo ha ido pasando y sin embargo, la memoria de este ya lejano 18 julio permanece, a pesar  de las intenciones aviesas por borrarlo del calendario; ahí sigue presente en la memoria de los españoles,  aunque solo  sea porque su Excelencia el Jefe del Estado Español, Francisco Franco en conmemoración de esta efemérides, sacó un decreto por el que todos los trabajadores  habrían de percibir un paga extraordinaria que venía y sigue viniendo muy bien a todas las economías domésticas, incluso a la de los antifranquistas, de  quienes, por cierto, no conozco a ninguno que la haya hecho ascos o que haya renunciado a la misma, aún a sabiendas de donde procede.     

 El 18 de julio, aparte de ser una fecha memorable, representa mucho más en la historia de nuestra nación, significa el símbolo de un gran proyecto nacional, donde se encarnan las esencias de un pueblo centenario, por cuya razón hay que seguir hablando del espíritu del 18 de Julio. Las personas mueren, las épocas históricas pasan, los sistemas políticos desaparecen, las ideologías cambian de signo,   solo el espíritu  de las naciones, que alentó los más nobles ideales no se extingue nunca y permanecerá para siempre. España parecerá que está muerta, pero solo esta dormida y un día despertará. Después de más de cuarenta años de acoso, derribo y persecución, a las identidades nacionales. Después de más de 40 años vertiendo falsedades y mentiras sobre el caudillaje y la persona de Franco, tan maltratada, injuriada y calumniada, su recuerdo emocionado permanece intacto en el corazón de muchos españoles de bien; por algo será… Nada hay que temer. El juicio de Zapatero y  de Pedro Sánchez no valen nada,  al final será la historia y sobre todo el tribunal divino quienes dicten sentencia y todos podrán saber de qué parte estuvieron los verdugos y de que parte estuvieron las víctimas inocentes y los mártires que siguen clamando justicia, pero sobre todo perdón incluso para aquellos que no saben lo que esta palabra significa.  

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Una vez que nos hayamos librado de la presión propagandística, tanto de políticos como de los medios de comunicación, que tienen confundidos a gran parte de la ciudadanía, yo creo que la historia acabará haciendo justicia y poniendo a cada cual en el puesto que le corresponde. Después de que toda esta desgracia presente haya pasado, que sin duda tarde o temprano pasará, las jóvenes generaciones podrán ver en el Caudillo al salvador de España en tiempos turbulentos, que juntamente con el pueblo leal y  consciente de su responsabilidad histórica, no se resignaron a morir, ni a ser víctimas de la bestia feroz del comunismo, que nos hubiera condenado a  compartir un miserable destino  con Albania, Hungría, Checoslovaquia y demás satélites soviéticos. No solamente esto, podrán descubrir también la grandeza y prosperidad de una nación que, durante el caudillaje de Franco y gracias al esfuerzo, el tesón y la honestidad de un pueblo, llegó a ser  de las primeras potencias económicas mundiales, adelantada en educación con la implantación de L.E.G que hizo posible en España la enseñanza gratuita obligatoria hasta los 14 años. Su notable desarrollo hizo que se hablara del milagro español y fuera de sus fronteras supo ganarse el respeto, hasta el punto de ser considerada como la reserva espiritual de Europa y la conciencia moral y religiosa de Occidente.

Mirándolo desapasionadamente, es de justicia reconocer que el espíritu del 18 de julio quedó bien plasmado en las Leyes Fundamentales del Movimiento, inspiradas a su vez en el magisterio de la Iglesia, siendo capaces de inyectar nueva savia a nuestra querida España, devolviéndole aquellas esencias nacionales, que por tradición e historia le correspondían. Desgraciadamente, ni siquiera esto ha sido motivo de orgullo para una importante facción de la iglesia española, que al tiempo que sostienen que España no se entiende sin el catolicismo, se avergüenzan de lo que ellos denominan despectivamente “Nacionalcatolicismo” ¿En qué quedamos?… Desde el cardenal Tarancón hasta nuestros días da la impresión de cierta desafección hacia la persona que les libró del exterminio, como si les molestara la acendrada catolicidad de un dirigente que, a la hora de la verdad y poco antes de morir, confesara con orgullo su condición de  cristiano y se declarara humilde miembro perteneciente a la Iglesia Católica, en cuyo seno siempre quiso vivir y morir, a pesar de todos los pesares. Uno puede entender que “los sin Dios” consideren como adversario a un defensor a ultranza del catolicismo, pero que por tal le tengan sus hermanos de religión, cuesta mucho entenderlo. Dios juzgará.   

Al trasluz del espíritu del 18 de julio que hoy celebramos, se puede apreciar con claridad esa falacia tan manida de las dos Españas, que tan poderosamente ha influido en el ánimo de los españoles, sembrando una enorme confusión. Se nos ha querido hacer ver que existen dos Españas contrapuestas, pero ello no es posible porque España no hay más que una. La nación española es la que es, la que le corresponde ser por tradición, por historia, por valores, por creencias religiosas, incluso por naturaleza metafísica; en cambio esa otra España que se nos presenta como negación de la anterior, no es otra cosa que la anti- España. Podemos hablar así, apoyándonos en los primeros principios del orden gnoseológico, tanto el de identidad, que nos asegura que una cosa es idéntica a sí misma y el principio de no contradicción, según el cual “una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo y bajo el mismo respecto”. Esto debiera quedar claro.

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Algo bien distinta, es la visión que cada uno pueda tener de la nación, denominada por muchos “Este País”.  En esto cada cual es libre de pensar lo que crea conveniente, siempre y cuando sea consciente de que  el término “España” queda reservado para un modelo determinado y bien definido de nación, que a través de los siglos se ha ido configurando y llenando de contenido.  Lo mismo  cabe decir  en referencia a la españolidad , cada cual es muy libre de asumirla o no,  pero eso sí, sabiendo que el orgullo de sentirse español  es un honroso título que hay que merecer, lo que comporta unos compromisos y responsabilidades que hay que saber asumir. En pocas palabras, cada uno es muy libre para elegir la nación que le gusta, aún así  es obligado  reconocer que cuando España deja de ser España para convertirse en “ Este País” se produce una regresión que nos hace recordar  lo  sucedido en la Segunda Republica, pero lo peor de todo es que existen serias dudas de que desde el inicio de la transición se haya gobernado con la rectitud de intención debida, tratando de conservar y mejorar  todo lo bueno que recibimos en herencia que fue mucho; por el contrario, todo parece indicar que hubo un pacto, al menos implícito, entre todas las fuerzas políticas, que tenía como objetivo principal acabar con el espíritu del 18 de julio al precio que fuera. Ya podía tratarse de lo mejor del mundo y lo más beneficioso para la nación,  porque la mera sospecha de tufillo franquista era ya motivo suficiente como para  desestimarlo. Recientemente se han podido escuchar expresiones que hablan de dinamitar el Valle de los Caídos  y los pantanos, porque eran obras de Franco. ¿Acaso la Ley de Mentira Histórica no va también en esa misma dirección? Nada más lejos de mi intención que sembrar la discordia entre los españoles, lo que si que digo es que hay ciertos comportamientos ruines y deleznables, auténticas canalladas intolerables, por más que vayan disfrazadas con el ropaje de la legalidad.      

Autor

Angel Gutierrez Sanz
Angel Gutierrez Sanz
Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, habiendo obtenido la máxima calificación de “Sobresaliente cum laude”. Catedrático de esta misma asignatura, actualmente jubilado. Ha simultaneado la docencia con trabajos de investigación, fruto de los cuales han sido la publicación de varios libros y numerosos artículos. Sigue comprometido con el mundo de la cultura a través de la publicación de sus escritos e impartiendo conferencias en foros de interés cultural, como puede ser el Ateneo de Madrid. Su próxima obra en la que lleva trabajando bastante tiempo será “El Humanismo cristiano en el contexto de una Antropología General".