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Año 1973, veinte de diciembre, pasado siglo un magnicidio que cambió la historia de nuestra patria común. Hoy, Bozalistán. No ha tanto, España. Ininteligible magnicidio sin rememorar tres claves: guerra del Yom Kippur (negación de las bases como portaaviones), proyecto nuclear Islero (en Palomares, Velarde obtiene planos de una bomba de hidrógeno, no solo bomba atómica) y tutela del sicalíptico y cleptómano y pútrido Rey Elefante. Carrero Blanco se trasladaba en un Dodge -sin el Dart, algo que se erróneamente se repite en infinidad de textos- modelo 3700. Además de él, otro gravísimo error, éste moral. Imprescindible recordatorio del escolta de Luis Carrero Blanco, el policía nacional Juan Antonio Bueno Fernández, y su conductor, José Luis Pérez Mogena.

España no era “soberana”, al menos, desde 1953

Yanquilandia molesta con Carrero, pues. Mi tocayo ofrecía cierto adarme de (impostada) independencia y soberanía nacionales.  Era una innegociable necesidad política quitarse de en medio a una pieza que era un impedimento para la «democratización» al americano modo de España tras muerte la muerte del dictador militar. Tampoco podemos ignorar que España – mucho más durante el tardofranquismo – había dejado una nación aproximadamente soberana desde los aciagos Acuerdos de Madrid de 1953.

Cuatro siniestras bases militares yanquis colonizando nuestro territorio. Y la CIA, como Pedro por su puta casa. España, cuando el franquismo se «americaniza», una colonia títere del Imperio. Sin más. Pagos de tributos al Imperio, cual bastardeada provincia romana. Y Cortina rebuznando, lo propio de él. Pero veraz. En el juicio del autogolpe del 23-F: «Como me jodan, saco hasta lo de Carrero Blanco».

Los suculentos 1.500 millones de dólares concedidos por la administración del repulsivo Eisenhower, deuda y consiguiente esclavitud. El opusdeísta desarrollismo, blablabla, la fatua (y falsa) verborragia liberoloide (que no liberal). Nuestra patria común, desde principios de los cincuenta, visión tecnocrática del mundo, definitivamente desespiritualizada, infiltrada hasta el tuétano por la masonería internacional, injerencias externas de todo tipo y condición.

El protofranquismo, para complacer este siniestro desarrollismo, más horror liberticida: masivo éxodo rural hacia las tres cortesanas favoritas: Madrid, Bilbao y Barcelona. Franquismo, aniquilar del todo con una forma de vida. Agro. Y todo para complacer al Imperio. Y «homologarse». Homologación con el aciago bloque atlantista capitalista que, paradójicamente, o no, marxistizó del todo la universidad española.

Asesinato de Carrero, empresa conjunta: CIA y ETA y ¿algo más?

Veinte de diciembre de 1973, comienzo de la violentísima transición. De una España escasamente nacional a una Bozalistán sin soberanía de tipo alguno, aciago tránsito del postrero medio siglo. Lo dicho, hogaño, esclavos embozalados, chaperos y lacayos. 20-D, explosivo militar C4 en Claudio Coello. 100% yanqui. Minas antitanque.

Y despiadado mercenario hormigueando, especializado en los más sofisticados ingenios explosivos, el mismo que acabó con la vida de lord Mountbatten, introdujo por Torrejón dos minas de última generación y las colocó sobre la parrilla dispuesta por la mano de obra etarra. Johnny Maxwell, claro, más conocido con el apodo de El Afortunado. Leizaola (y todo el felón PNV, espías y agentes dobles mediante) lo sabía. La soviética Agencia Tass, ídem. El comunicado etarra, excusatio non petita. Además de más falso que un euro de madera. CIA, CIA, CIA. Y mano de obra, además de fachada, etarra…

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La cafetería Mindanao, crucial gozne. El satánico Kissinger, confite de las OSS (antecedente de la CIA). Kissinger, vuela teclado: Diabólica Operación Cóndor y el presente genocidio timovacunero (Informe Kissinger: el Memorándum de estudio para la seguridad nacional nº 200 -NSSM 200), un día antes ve a Juan de la Cosa (pseudónimo literario de Carrero Blanco). Kissinger, premio nobel de la paz, ese mismo año. Y sus “pasiones” futboleras en la siniestra Argentina mundialera de 1978. Y acompañado, vaya, por el Jefe de Operaciones de la CIA, William Nelson. Y dos años antes, el visitador, jefazo CIA: Vernon Walters. «Que si democratizar, que si mano blanda con los chicos de ETA, que si cierta apertura liberal (memento dictadura de Primo de Rivera), que si reconocer diplomáticamente a Israel…”

El papel de Arias Navarro, el eco de JFK

Almirante Carrero Blanco, grano en el culo, dizque, para los yanquis. Personaje contradictorio donde los haya. Mucho sacrosanto e inamovible Movimiento pero su gobierno, desorejada tecnocracia (el opus se había apropiado hacía tiempo del Movimiento). Carrero, acabado cruce entre Escrivá de Balaguer y el agente doble Wilhelm Franz Canaris, pues. Un Movimiento a su medida que se lo digan si no a Solís y a Girón.

El marino santoñés sabía que sabía que el Rey Elefante – mientras su papi hozaba en el putiferio y lodazal de Estoril – había sido formado por el antedicho Kissinger durante las décadas de los sesenta y los setenta. El Rey Elefante fue educado/adoctrinado para ser un traidor a su patria (Sáhara, Ceuta, Melilla, Canarias y todo aquello que se tercie…). Y eso Carrero lo sabía. Sabía que el Sin Mérito era un vulgar y mediocre y masónico agente. Doble cuando molaba. De la CIA.  

Franquistas conjurándose contra Carrero – su “inteligencia”, SECED, tan creadora de forajidas bandas anti-terroristas -, un clásico. El chaquetero y celebérrimo carnicerito de Málaga, Arias Navarro, con su propio proyecto. Infinitamente mejor que el de Carrero, intuía. Traidores dentro del régimen, camaradas de armas: García Valiño e Iniesta Cano. E tutti quanti.  «No hay mal que por bien no venga». Enigmática frase que soltó un Franco más que senil.  Arias Navarro sabía, pues, que se preparaba un atentado contra Carrero y dejó hacer.

O memento Lyndon B. Johnson: su mano derecha pululaba, vaya, en el sexto piso del Texas School Book Depository donde también pululaba un tal Lee Harvey Oswald. Ya saben, españolísima tradición: que te asesine – o te deje asesinar – tu ministro del Interior: Prim, Dato y el frustrado contra Aznar (en este caso, Belloch). O Cánovas y Canalejas, con anarquistas procedentes de las cloacas realizando sus criminales y policiales performances. Vaya. ¿Y Carrero con el malagueño carnicero, tan vinculado a la falsa bandera de las trece rosas? Y recuerden su inmortal frase. Franco es un viejo. Aquí mandan mis cojones. ¿Pues no me he cargado y casi me cargo a Carrero y casi nos cargamos viejo? Yo soy capaz de cargarme al viejo y al mozo (Juan Carlos I)”.

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España, toda la puta vida igual

20-D, 23-F, 11-M. Del 20-D al 11-M, una historia de falsedades y ocultaciones: los mismos autores intelectuales. Muy doloroso todo. Y sanguinario. Triada maldita, aquilatadamente lampedusiana, que todo cambie para que todo siga igual: España, colonia del Imperio (miren, hogaño, Ucrania). Además de la citada triada, en España, agreguen más espanto, siempre los misma gentuza. Matanza de Atocha, tapadera emocional para legalizar al PCE. La masacre de la falsa bandera de la colza perpetrada por la terrorista OTAN: tras ella, Calvo Sotelo nos mete en semejante mierda. O Cafetería Rolando. O súbitos muertos de la gürtel. O fiscales anti-separratas, difuntos. O, sin duda, Hotel Corona de Aragón. O misil en el Monte Oiz (avión Alhambra de Granada: ains López Bravo y el Diario Ya)…Tantos y tantísimos ejemplos…

Una depravada e infernal historia de conspiraciones, de iluminismo, de violencia, de arbitrariedad, de oscuras y nigérrimas familias de “alcurnia”, de corrupción y de sangre que alcanzó brutal dimensión en España un once de marzo de 2004. En Usa, autoatentado del 11-S. Hoy, PLANDEMIA mediante, espectacular vuelta de tuerca. Pero no todo está perdido. DESOBEDIENCIA, SIEMPRE.  Óptima principiar. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.