21/11/2024 20:29
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Teniendo en cuenta los últimos datos del INE (Instituto Nacional de Estadística) que he ido mostrando en los últimos artículos, la tasa de letalidad – relación entre fallecidos y total de población- en España causada por el presunto SARS-CoV-2 alcanza, aproximadamente, el 2%. Letalidad muy baja.

Eso suponiendo- y es demasiado suponer- que las 50.000 muertes hayan sido provocadas por la espectral covid-19. Incluso admitiendo la existiendo de ambos- virus y enfermedad- y dando por hecho que en nuestra patria común la gente ha muerto por otras razones distintas a esta falsa bandera, la letalidad no alcanzaría el 1%.

Les recomiendo la atenta lectura del estudio Likelihood of survival of coronavirus disease 2019 (Probabilidad de supervivencia de la enfermedad por coronavirus 2019). La tasa de letalidad entre «afectados», 2%. Curioso.

¿Entonces?

¿El secuestro domiciliario, el compulsivo lavado de manos, bozales, guantes, geles, protectores faciales? Mierda: absurdos pretextos sanitarios. En el mejor de los casos, inútiles. En el peor, contraproducentes. Objetivo genuino: medidas de control mental y social, nada que ver con la salud

Nos arrestaron en nuestros hogares. El soldado Sánchez rebuzna que salvó, mediante el confinamiento, a 350.000 españoles. Y mi culo es un florero, camarada Sepulturero. Entrullarnos en nuestros hogares, muy malvado. Y amenazar con volver a hacerlo, propio de hijos (o adoradores) de Satanás. En España, el porcentaje de «infectados» bajo «cuarentena» (6,3%), superior a aquellos que fueron a currar (5, 3%).

Los países – Alemania, Suecia o Japón- que no apretaron tanto los cojones en esta operación psicológica de tortura, mejor. Aquellos que optaron por las medidas más draconianas, peor. San Marino, Italia, Francia, Bélgica y, por supuesto, España: más «infectados», más muertos.

La cobardía generalizada, la verdadera pandemia

Nos secuestraron y no reaccionamos. La cobardía generalizada, la verdadera pandemia. Más confinamiento, más suicidios. Drogadicción (legal e ilegal), muchísimo alcohol, violencia doméstica, abuso infantil. Y, destrozo de la salud. Física y mental. Todo el día delante de pantallitas, con sus nocivas radiaciones electromagnéticas. Idiotizándonos. Sin poder oxigenarnos en condiciones. Atiborrándonos de la mierda azucarada del súper. El sistema inmunitario, cayendo en picado.

El confinamiento, un espanto. Repito, no evitó ninguna muerte. Nos arruinó la salud. Y, sobre todo, la sacrosanta libertad. Ni como excusa vale, capullos.

Lavado de manos, más tarados, más alérgicos

Incluso los mandarines asumen que protectores faciales y guantes son ineficaces y/o contraproducentes. Obvio. Pero bien que los súper, con sus venenos alimentarios, obligaban (y obligan) a ponérselos. Ciertas pantallas de plástico, dependiendo del material y la fabricación, pueden generar problemas en la visión, mareos o molestias

¿Y el lavado de manos? ¿Transformarnos a todos en unos tarados padeciendo trastornos obsesivos compulsivos? Afortunadamente, el invasor e invasivo Estado no puede inmiscuirse, de momento, tanto. El lavado de manos, muy pernicioso si se nos va demasiado la bola. Lavarse en exceso las manos, devasta.

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El problema esencial de lavarnos tanto las manos es que no damos tiempo a la epidermis a segregar nuevos aceites, lo que la hace permanecer al descubierto. Eliminando los aceites naturales de la piel, ésta se deshidrata, pudiendo abrirse, dando entrada a todos los gérmenes «malos» que pasen por allí. Al deshidratarse, se reseca. En las manos pueden comenzar a brotar todo tipo de heridas.

Lavarse en exceso las manos te hace más propenso a ciertas alergias. Se perjudica nuestro aparato digestivo. El empobrecimiento de la flora bacteriana cutánea deviene muy peligroso. A través de la boca, nuestros intestinos reciben los suficientes parásitos, hongos y bacterias. Esenciales para el equilibrio de la microbiota. Si esto no ocurre, nuestra flora intestinal se deteriora seriamente. Y la necesitamos para que produzca vitaminas, nos proteja contra el colesterol «malo» y nos aleje algo de la malsana obesidad.

Medidas sanitarias, inservibles y perniciosas

¿Y los geles desinfectantes? Lo dicho anteriormente con el uso de jabón, pero añadan, al poseer alcohol, otro mal rollo. Si las manos están aparentemente sucias, por ejemplo con secreción por haber estornudado, no sirve de nada el gel. ¿Efectos adversos? Irritación de la piel, riesgo auténtico de dermatitis, eccemas. ¿Les suena? Pieles enrojecidas, sequedad, grietas e incluso ampollas que causan picazón o dolor.

Recapitulemos. Arresto domiciliario, guantes, lavado de manos, con jabón o geles: caca de la vaca. Ineficientes o, peor, perjudiciales. ¿Y las joyas de la corona? ¿Mascarillas y distancia social?

Además de su flagrante ineficacia para evitar contagios, recordemos las posibles nocividades generadas por el bozal, mucho más durante la canícula veraniega: hipoxia, (paulatina y potencialmente letal carencia de oxígeno en el organismo y en el torrente sanguíneo), dificulta la correcta oxigenación pulmonar, residuos y desechos no son expulsados con normalidad, probable surgimiento del síndrome de hipercapnia consistente en la falta de ventilación pulmonar, hiperventilación con el consiguiente deterioro cognitivo generado, intoxicación paulatina con las micropartículas desprendidas continuamente por el bozal y las muy desagradables e insanas sensaciones psicológicas de asfixia, ahogo y falta de libertad.

Política, no sanidad

¿Todas las medidas son inútiles o desfavorables? Todas. La salud, mero pretexto. Medidas médicas y sanitariamente injustificadas y arbitrarias. Decisiones (BIO)POLÍTICAS, no más. Control mental y social dentro de una operación psicológica de bandera falsa.

¿Y al menos la distancia? ¿Sirve para algo? Pues tampoco, todo es más de lo mismo. Todo contagio provocado por cualquier coronavirus exige contactos muy cercanos. Y, sobre todo, muy sostenidos en el tiempo. Les importa un huevo nuestra salud, de hecho llevan décadas jorobándola. Les interesa que veamos al prójimo como un extraño, al próximo como un enemigo. Un terrorista. Su arma, su cuerpo. Terrorismo de la irresponsabilidad. Obviamente, los únicos terroristas son los que propagan el terror. Político o mediático. O mediante cualquier otro proceder.

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Una humanidad (casi) echada a perder

Tres estudios psicológicos señeros: Milgram, Asch, Zimbardo. Demostraron lo enormemente sumiso que es el ser humano. Y lo extremadamente dócil ante la autoridad por muy injusta que ésta sea. La mayoría de la especie sapiens sapiens carece de recursos psicológicos y éticos para resistirse a una orden o una instrucción de la autoridad, importando poco o nada el tipo de orden o de instrucción.

Ansiando la complacencia social, se comprobó la fuerza que ejerce el grupo en la toma de decisiones de las personas, ya que la mayoría suele emular pastueñamente la opinión prevaleciente. Buscando la conformidad del grupo, venderíamos a nuestra hija para la que violen en manada. De conformes a monstruos: fina capa.

Gota de esperanzas. En esos experimentos se comprobó que siempre existen hombres que no han anulado su capacidad de ser críticos con el poder, manifestado en cualquiera de sus formas. Hombres que desobedecen, en distintos grados, las órdenes absurdas, injustas y tiránicas. Lo mismo que Diógenes de Sinope con su quinqué, busquemos esos hombres. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.