20/09/2024 11:55
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Y así están lavando el Eteocles Sánchez desde la Moncloa y los comunistas el de los españoles

Victor Klemperer, filólogo alemán

 Este fin de semana me lo he pasado leyendo una obra que me ha impresionado como hacía tiempo no me impresionaba ninguna. He leído el ensayo largo del alemán Victor Klemperer: “LTI. La lengua del Tercer Reich” y me he quedado hasta nervioso, porque justo lo que este filólogo demuestra de cómo hizo Hitler para lavar el cerebro de los alemanes y llevarlos como corderitos al nazismo es “mutatis mutandis” lo que está sucediendo en España, desde que se hicieron con el Poder los socialistas, los comunistas, los independentistas y los bilduetarras.

Me parece indispensable que los españoles preocupados por lo que aquí está sucediendo lean este ensayo y se darán cuenta que esas “tonterías” de la Ministro Montero tienen su sentido y que “ellos” sí saben a dónde van y lo que quieren.

Por ello, creo que es mejor que les adelante alguno de los párrafos más llamativos de la obra y otro día, para que vean lo que aquí está pasando les reproduciré el “diccionario” de la LGBTI+, que se está imponiendo no solo en la clase política, sino en la calle y hasta en los colegios.

Pero por hoy me conformo con que lean estos párrafos de Victor Klemperer:

El poder de las palabras

En esta reseña vamos a considerar “LTI. La lengua del Tercer Reich” desde el punto de vista del poder de las palabras, en este sentido que da Klemperer: “El lenguaje del vencedor… no se habla impunemente. Ese lenguaje se respira, y se vive según él” (p. 289). Si se habla el lenguaje de los enemigos mortales, la consecuencia es la entrega y la traición a las raíces propias (p. 277).

Lo anterior equivale a defender que la inmensa mayoría de los alemanes era nazi no tanto porque hubiera acogido abierta y conscientemente las doctrinas del nazismo. Era nazi sobre todo por hacer aceptado el lenguaje y la terminología en la que se expresaba esa doctrina. Piénsese para entender esto de forma intuitiva en los más jóvenes, en los adolescentes de aquella época, que respiraban permanentemente una ideología perversa. El veneno de aceptar el lenguaje de la doctrina nazi es tal que su terminología es usada y hablada también por las personas que sinceramente creen que no están afectadas por esas ideas.

«Observaba cada vez con mayor precisión –afirma Klemperer– cómo charlaban los trabajadores en la fábrica y cómo hablaban las bestias de la Gestapo y cómo nos expresábamos en nuestro jardín zoológico lleno de jaulas de judíos. No se notaban grandes diferencias; de hecho, no había ninguna. Todos, partidarios y detractores, beneficiarios y víctimas, estaban indudablemente guiados por los mismos modelos» (p. 26). Y más adelante:  «El nazismo se introducía más bien en la carne y en la sangre de las masas a través de palabras aisladas, de expresiones, de formas sintácticas que imponía repitiéndolas millones de veces y que eran adoptadas de forma mecánica e inconsciente» (p. 31).

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Héroes

Veamos un ejemplo. Héroe, heroico, heroísmo son términos empleados hasta la saciedad durante el nazismo y por él tergiversados. «En su origen, el héroe es alguien que realiza actos positivos para la humanidad. Una guerra ofensiva , acompañada, además, de tantas atrocidades como la de Hitler, no tiene nada que ver con el heroísmo» (p. 17). Pero en el ambiente aquel los «héroes» eran los soldados altos, rubios, jóvenes y arios. Esos eran los héroes que señalaba Joseph Goebbels, el ministro de la Propaganda. Engañaba y se engañaba: «La época de Hitler generó el heroísmo más puro, pero en el terreno contrario, por así decirlo. Pienso en los numerosos valientes de los campos de concentración, en los numerosos ilegales intrépidos. Allí, el peligro de muerte y los sufrimientos eran incomparablemente mayores que en el frente… Allí no le esperaba a uno la tantas veces celebrada muerte en el campo del honor, sino en el mejor de los casos la guillotina” (pp. 18-19).

Es más, para el nacionalsocialismo, los «héroes» y los «virtuosos» eran justo los fanáticos. «Si alguien dice una y otra vez fanático en vez de heroico y virtuoso, creerá finalmente que, en efecto, un fanático es un héroe virtuoso y que sin fanatismo no se puede ser héroe. Las palabras fanático y fanatismo no fueron inventadas por el Tercer Reich; este solo modificó su valor y las utilizaba más en un solo día que otros épocas en varios años» (pp. 31-32).

Victor Klemperer: «LTI. La lengua del Tercer Reich» (versión original alemana, con Joseph Goebbels en la portada)

Al confundir a los héroes y a los virtuosos con los fanáticos, el nazi anhelaba ser fanático, se hacía fanático. «El lenguaje no solo crea y piensa por mí, sino que guía a la vez mis emociones, dirige mi personalidad psíquica, tanto más cuando mayores son la naturalidad y la inconsciencia con que me entrego a él” (p. 31). En la conciencia o en el subconsciente del pueblo «una mentalidad próxima tanto a la enfermedad como al crimen fue considerada durante años como la virtud suprema» (p. 95).

Fe fanática

El nacionalsocialismo manipuló especialmente el lenguaje de la fe, «a pesar de que el nacionalsocialismo combate el cristianismo y, en especial, a la Iglesia católica, ora de forma abierta, ora de forma subrepticia, ora en la teoría, ora en la práctica, pero eso sí, desde el comienzo» (p. 166). Separarse de la Iglesia era paso obligado para los miembros de las SS y para los nazis más ortodoxos (p. 118).

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Al Führer se le diviniza. Se cree en él, no en Dios. El Führer es el «redentor», el «salvador». ¡Qué terrible tener que ver en Hitler al Salvador!, pero por insólito que parezca eso ocurría a muchísimos alemanes según el testimonio de Klemperer. Entre 1933 y 1945 «jamás se le podía contradecir en lo más mínimo” (p. 170). Se llega al extremo, como escribió Goebbels y cita Klemperer, de que «el amor del Führer pertenece a toda la humanidad; y si esta lo supiera, se despediría en ese mismo instante de sus falsos dioses y lo honraría a él» (p. 172).

Si el Führer era Dios se podría pensar que el imperio hitleriano era la Iglesia, y la guerra destinada a conservar el Imperio hitleriano «se convirtió en una cruzada, en una guerra santa, en una guerra santa del pueblo» (p. 173). En esta guerra de religión había «caídos» como los mártires: «Imbuidos en una firme fe en su Führer» (p. 173).

Jesucristo trajo y es el Reino de Dios. «La palabra Reich (reino, imperio) posee algo solemne, una dignidad religiosa ausente de todos los términos más o menos sinónimos»(p. 173). Por eso los nazis suspiraban con ella. El Reich, como el Reino de Dios, estaba destinado a ser «eterno» (ewig), otro adjetivo que desempeña para el nacionalsocialismo “un papel especial e importantísimo” (p. 167).

Mañana segunda parte del ensayo del alemán Victor Klemperer y hablaremos del Diccionario LGBT, que es público con todos las bendiciones oficiales.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.