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El futuro es historia, James Cole (Bruce Willis), viajando en el tiempo, desde 2035 hasta 1996 para evitar el final. Pero aterriza seis años antes. Y es internado en un manicomio. Tiene tiempo, la gran reflexión de la peli del ex Monthy Pyton, el grandísimo Terry Gilliam. Tiempo, locura/cordura, la inexorabilidad de lo «escrito». Si no puedes cambiar el pasado, al menos huele las flores». Programación predictiva. El síndrome del fin del mundo. Apocalipsis 16. Excelente película de 1995 y reciente serie. Y recuerda, lector de ECDE, que, atrapado, «estás aquí por el Sistema. Ahí está la tele. Todo está ahí, todo está ahí. Mira, escucha, arrodíllate, reza los anuncios. Ya no somos productivos, ya no nos necesitan para hacer cosas, todo está automatizado». Los 13 linajes de sangre azul desde el Antiguo Egipto, hasta hoy, dixit.
Prever un detalle circunstancial es impedir que éste suceda
Muy superior en todos los sentidos al Soderbergh de Contagio, Doce Monos (Twelve Monkeys) nos enfrenta a un monstruo (Bruce Willis evitando al oso al inicio de la cinta). La falacia de la teoría microbiana de la enfermedad, formidable patraña para «vender desinfectantes y jabones») o el ineludible recordatorio de que nada volverá a ser lo mismo, pero no será automática sino paulatinamente, ya que, hogaño, habitamos la excepción, la anomalía, la fragilidad.
Pensemos que todo puede salir mal como Hladík en la portentosa El milagro secreto de Jorge Luis Borges que, a la espera de su ejecución imaginaba su muerte ya que “la realidad no suele coincidir con las previsiones; con lógica perversa infirió que prever un detalle circunstancial es impedir que éste suceda”. Y mientras tanto, como en los personajes de otro genio, Kafka, hagamos lo posible para combatirlo. Recoge tus mejores armas. Adelante.
Fin del mundo, cortina de humo
Y en la batalla nunca olvides a Madoxx. «Las ideas sobre el fin del mundo, en vez de atraer la atención hacia problemas importantes, pueden socavar gravemente la capacidad del género humano para luchar por su supervivencia. El síndrome de la destrucción del mundo puede constituir por sí sólo una amenaza mucho más grave que cualquiera de los problemas que la sociedad se ha creado«. John Maddox, 1972, El síndrome del fin del mundo (The doomsday syndrome).
Ni por supuesto, el inexcusable y prodigioso precedente. La Jetée, Chris Marker, seis decenios ya. En fin.
12 monos y la programación predictiva
Autor
- Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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