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En España hay dos gremios, entre otros, que son de cuidado, de mucho cuidado:
Los políticos profesionalizados, que no profesionales, y
Los administradores de fincas, es decir de propiedades ajenas.
Ambos colectivos tienden a hacer suyo lo que es de los demás, y ya se sabe que el que administra y pasa hambre, es porque quiere…
En alguna ocasión anterior he dedicado algún artículo a los administradores de fincas.
Ahora mismo, y en la comunidad de propietarios de la que formo parte, ya hemos echado a cuatro administradores de fincas, y a los cuatro por lo mismo: su afición a meter la mano en nuestros bolsillos.
Y lo mismo sucede con los políticos: tienen una gran propensión a subir la presión fiscal, dicen que temporalmente, utilizando el COVID-19 como excusa, pero la realidad es que cualquier incremento temporal de los impuestos, tasas y precios públicos, se convierte en definitivo…
Los españoles somos confiados en exceso, y hay un viejo refrán que dice algo así como que el que piensa mal es porque él tampoco es de fiar, pero la triste realidad es que no podemos dejar nuestros bienes, inmuebles y derechos, en definitiva nuestro dinero, en manos de terceros que en términos generales, y salvo alguna rara excepción, sólo velarán por sus propios intereses, y nunca por los nuestros.
Dejar en manos de gente mediocre, inepta, incompetente, pasota y “comisionista” la administración política de España, o de nuestras casas, que para el caso es lo mismo, pues la Patria es la casa común, sólo puede llevarnos a desagradables consecuencias.
La corrupción está generalizada, y no es que sean corruptos el medio millón de concejales, alcaldes, diputados provinciales, autonómicos, nacionales y europeos, asesores nombrados a dedo, cargos eventuales y de confianza, altos cargos, etc., sino que los propios administradores de fincas también barren para “casa”.
Las “mordidas” son el pan nuestro de cada día, y si yo no llevo pleitos para varios administradores “amigos” es porque no quiero pasar por el aro, y darles un determinado porcentaje de las minutas correspondientes, pues no me parece ni ético ni estético…
Hace años, cuando estuve en Argentina, llegué a la conclusión de que el país no tenía solución, pues la corrupción estaba generalizada, y todo argentino llevaba en su cuerpo y en su alma un corrupto, o un aspirante a serlo. Y, por desgracia, en España está pasando lo mismo.
Hoy en día en nuestra Patria hay dos clases de españoles: los que pueden robar, y lo hacen, y los que querrían robar, pero no tienen ocasión o medio de poder hacerlo…
Quiero pensar que hay un tercer grupo, entre los que me cuento, de españoles que no sólo no roban sino que tampoco quieren hacerlo, y en muchas ocasiones teniendo incluso la ocasión y los medios de poder hacerlo, lo que es todavía más meritorio.
En ellos estriba toda mi confianza en el futuro de España.
Laus Deo.
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