22/11/2024 01:34
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En este viacrucis que estoy viviendo a costa del virus comunista hoy me he topado con una entrevista que me gustaría que leyese toda España. La que el periodista Mariano García le hace al escritor Miguel Caballero por motivo de la presentación de su obra sobre la muerte de García Lorca. Ya es hora de que los mitos de la Izquierda vayan cayendo de su pedestal falso. Ahora ya se sabe, ciertamente, que Federico ni era, ni fue, ni quiso ser, comunista ni militante del PCE… y que su muerte no fue por ser “rojo”, ni “maricón” sino por problemas de unas tierras y un enfrentamiento entre familiares y amigos. Pasen y lean la entrevista de Caballero con el hermano del poeta, Francisco García Lorca.

 

 

El historiador Miguel Caballero, en la librería Antígona, donde presentó su libro.Aránzazu Navarro

 

El historiador andaluz Miguel Caballero ha dedicado media vida (y varios libros y artículos de investigación) a estudiar las últimas horas de la vida de Federico García Lorca. Ahora acaba de publicar ‘Francisco García Lorca y el viaje por España y Europa’, un análisis de cómo fue la única promoción de diplomáticos forjada durante la II República, y en la que se integraron, entre otros, el hermano del poeta granadino, Francisco; Margarita Salaverría, la primera diplomática española; o el aragonés Ángel Sanz Briz, que salvó la vida de miles de judíos en la Segunda Guerra Mundial. El libro se presentó hace unos días en la librería Antígona de Zaragoza.

¿Por qué se ha fijado ahora en Francisco García Lorca?

Porque era una figura oscurecida por su hermano y porque perteneció a la única generación de diplomáticos que forjó la II República y que hasta ahora apenas se había estudiado. Francisco era un intelectual, un hombre muy instruido, que llegó a dar clases en Berkeley.

¿Muy distinto a su hermano?

Totalmente. Francisco era una persona con los pies en el suelo, serio, responsable, y Federico un genio que vivía en su mundo. Como estudiantes no tenían nada que ver. Francisco, siendo cuatro años más joven que Federico, acabó coincidiendo con él en el mismo curso de Derecho.

La II República quiso renovar el tejido diplomático del país y cambió la vía de acceso a la carrera. ¿Cómo fue esa promoción del 33?

Hasta entonces, la mayoría de los diplomáticos eran aristócratas que recibían una formación bastante deficiente. La II República quiso cambiar eso y democratizar el acceso a la carrera. Los aspirantes tenían que ser doctores en Derecho y aprobar unas oposiciones muy duras. Luego se les daba, además, una formación específica, que incluía sendos viajes de estudios por Europa y España.

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¿Y qué se buscaba que hicieran luego en sus destinos?

Que contribuyeran a construir lo que ahora llamamos la ‘marca España’. Que su formación fuera tan amplia que pudieran hablar con detalle, y rigor, de cómo era la industria, el comercio o la agricultura española. Aprobaron 27 aspirantes, que empezaron su formación en enero de 1933 y acabaron en diciembre de ese año.

¿Qué hicieron luego?

Unos entraron directamente en el Ministerio de Asuntos Exteriores y otros buscaron destinos. Francisco García Lorca, por ejemplo, estuvo en Túnez, Egipto y Bélgica. Regresó a Barcelona durante la guerra civil y al acabar la contienda se fue a Estados Unidos, donde estaba ya su hermana.

¿Por qué no hubo más promociones de este tipo en la II República?

No lo sabemos. Quizá fue cuestión de falta de presupuesto.

Uno de los compañeros de Francisco García Lorca fue Ángel Sanz Briz, aragonés muy conocido y querido por salvar la vida de 5.000 judíos en Budapest durante la Segunda Guerra Mundial. Usted cuestiona su papel en ese salvamento.

No lo cuestiono. Hizo una grandísima labor, enorme y valiosa. Pero después de estudiar todo su expediente y de analizar las declaraciones que hizo en 1949, entre otra documentación, creo que actuó de manera jerárquica. Él fue conductor de camiones en la batalla del Ebro y, al acabar la guerra, fue objeto de un expediente de depuración que casi lo puso al borde de la expulsión de la carrera. El propio Serrano Suñer intervino en su favor y luego, ya destinado en Budapest, Franco recibió una llamada del Consejo Nacional Judío de Estados Unidos rogándole que ayudara a los judíos de Budapest. Franco, para no enemistarse con Hitler, diseñó una operación encubierta, y Sanz Briz fue muy hábil: logró 200 salvoconductos para los judíos de origen sefardí, y los convirtió en 5.000. Pero los fondos económicos y las órdenes eran de Franco y Serrano Suñer. A nadie que conozca cómo funciona la diplomacia le cabe en la cabeza que Sanz Briz hiciera algo así sin respaldo, lo cual no quita valor a lo que hizo.

Lleva décadas investigando la muerte de Lorca, ha sacado a la luz numerosa documentación inédita y ha llegado a conclusiones sorprendentes.

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En ‘Las trece últimas horas en la vida de Federico García Lorca’ revelé el nombre y el historial de los miembros del pelotón que lo fusilaron. A Federico no lo mataron ni por ‘rojo’ ni por homosexual, sino por rencillas familiares que enfrentaban a los Lorca con los Roldán y los Alba, estos últimos retratados por Federico en la conocida obra de teatro. Ahí está la clave. Quien lo ejecutó era familiar de la primera mujer de su padre. Y si no fue por rencillas familiares, ¿por qué lo mataron? ¡Si Federico no había hecho nada ni era peligroso, si su padre era un cacique de derechas de toda la vida! Pepín Bello, que era aragonés y lo conoció bien, me decía que Federico, en realidad, era de derechas. A Lorca, y a su familia, se les ha mitificado.

Ha participado en el último proyecto que buscaba los restos del poeta. ¿Llegarán a encontrarlos algún día?

Hemos localizado el sitio exacto donde fue asesinado, pero luego sacaron su cuerpo de allí. Sabremos dónde está si podemos acceder libremente al Archivo del Ministerio del Interior. El dato tiene que estar en el expediente personal de alguno de quienes intervinieron en todo el proceso.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.