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Ángel Pestaña y José Antonio Primo de Rivera, a simple vista, nada tenían en común. Sin embargo, la figura de estos dos políticos españoles se acercaba más de lo que les separaba. En primer lugar ambos crearon su partido casi en las mismas fechas. Ángel Pestaña fundó el Partido Sindicalista en 1932. José Antonio fundó Falange Española en 1933. La ideología del primero se correspondía más con el laborismo británico; la del segundo era la ideología nacionalsindicalista y de inspiración fascista.

La figura de Pestaña suscitó el interés de José Antonio. Por eso pidió poderse entrevistar con él. A Pestaña, en un primer momento, le interesó muy poco la entrevista. Sin embargo, ante la insistencia de Sancho Dávila, accedió. Eso sí, esta sería de carácter personal, sin que se mezclara la política.

El secretismo fue absoluto. Algunos han declarado que nunca se entrevistaron. Ximénez de Sandoval, en José Antonio. Biografía apasionada (Editorial F/N), afirma que no tiene constancia que la entrevista se celebrara:

 

Encauzada la propaganda jonsista hacia los núcleos obreros puramente sindicalistas, pareció inminente varias veces el ingreso en nuestros Sindicatos de los elementos apartados de la C. N. T., al unirse ésta a los terroristas de la F. A. I, acaudillados por Ángel Pestaña. José Antonio que no llegó a hablar nunca directamente con este líder auténticamente obrero, sentía vivas simpatías por su persona, en la que reconocía cualidades poco comunes de honradez y convicción revolucionaria. Los últimos días de Pestaña y la actuación en el Madrid rojo de su Partido Sindicalista, donde ingresaron cientos de camaradas nuestros, demuestran la buena visión de José Antonio. Sin embargo, por razones que ignoro, nunca hablaron directamente ni se pudo realizar la fusión de ambos sindicalismos. Quien sí había estado al habla con él antes de nacer la Falange y quien animaba a José Antonio a captarle era Julio Ruiz de Alda. No me ha sido posible averiguar por qué no hablaron nunca José Antonio y Pestaña. Como me consta que José Antonio lo deseaba, pienso si la entrevista se frustraría por temor de Pestaña o por la actuación de intermediarios poco hábiles o de mala fe”.

 

A pesar de lo leído, ambos personajes se entrevistaron. Ángel María de Lera le preguntó directamente, sin tapujos, a Pestaña sobre el rumor de cierta entrevista con el hijo del exdictador. Este le contestó:

 

Si, recibí varios recados de parte de José Antonio Primo de Rivera o de sus amigos requiriéndome para celebrar una entrevista con él. A mí me pareció absurda y completamente fuera de lugar aquella pretensión. ¿De qué podríamos hablar un hombre con sus antecedentes y compromisos de clase y yo? Luego pensé que es conveniente oír a todo el mundo y, por mi lado, me picaba la curiosidad de conocer la razón de su interés por mí. ¿Por qué?, me preguntaba yo. Por fin, después de algunas idas y venidas, concertamos una fecha y un lugar para la reunión y acudí a ella. Entonces me enteré del porqué y el para qué de su empeño en que nos viéramos y charlásemos. Ello obedecía a que en una conversación con Mussolini, cuando se trató de las posibilidades del fascismo en España, el dictador le dijo que sólo un hombre salido del pueblo y con influencia en las masas trabajadoras podría dotar al fascismo español de la base popular necesaria, y no sé si por aquello del sindicalismo y del Sorel, donde amamantó sus ideas, le dio mi nombre. Por eso, desde que volvió de Italia quiso entrevistarse conmigo. Yo le contesté que si Mussolini desconocía mi verdadera trayectoria, en cambió él, José Antonio, no debería ignorarla; que si un día rechacé al bolchevismo por dictatorial y absolutista, con mayor razón aún estaba contra el fascismo, por entender que éste era una maniobra del capitalismo para destruir los movimientos reivindicatorios de la clase obrara en el mundo. Él, naturalmente, quiso convencerme de que no era esa la intención de su partido. Entonces le pregunté yo que por qué no se unía a uno cualquiera de los movimientos sociales que ya existen en España, y él me contestó que por dos razones: la primera porque era antimarxista, lo que les hacía incompatibles con los partidos y organizaciones de ese signo; y la segunda, por su patriotismo, por poner a la patria por encima de todo. Ella les alejaba también, por lo tanto, de los internacionalistas como el anarquismo y el sindicalismo revolucionario. Él y su grupo preconizaban la justicia social, pero dentro de una España fuerte, unida, sin lucha de clases, sin marxismo, sin separatismos ni internacionalismos. Yo les repliqué que estaba muy bien todo eso del amor a la patria, pero que el nacionalismo como doctrina política me parecía una idea superada y sin sentido en el mundo de hoy, causante de tantas guerras inútiles, y tan reaccionaria como el fanatismo religioso; y que, así como el dinero no tenía patria, los trabajadores explotados tampoco la tendrán hasta que logren construir una sociedad en que sean reconocidos todos sus derechos humanos, económicos, sociales y políticos. Dimos muchas vueltas en torno a estas cuestiones sin llegar a ningún resultado. Hablábamos en idiomas distintos. Eso sí, una cosa quedó absolutamente clara, y es que Mussolini se había equivocado totalmente al acordarse de mi nombre. Y nos separamos conociéndonos un poco mejor. Yo pienso que José Antonio Primo de Rivera es un joven inteligente y quizás bien intencionado, pero sin ideas claras, con un desconocimiento absoluto del pueblo. Todo lo que sepa de él lo ha aprendido en los libros y no en la vida. Ni él comprende al pueblo ni el pueblo podrá nunca entender su lenguaje. En cuanto a lo que Primo de Rivera pueda pensar de mí, lo ignoro, pero espero que haya comprendido, al menos, que nos separan demasiadas distancias de todo orden para que podamos coincidir nunca políticamente, por muy buena voluntad que pusiéramos en ello”.

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Que Mussolini pensara en Pestaña para abanderar la entrada del fascismo en los sectores obreros españoles demuestra el reconocimiento internacional que tenía. A pesar del error político e ideológico, no debemos pasar por alto esto. Pestaña no era un líder sindicalista más dentro del panorama político español, era un líder en el más amplio sentido de la palabra y, como tal, su popularidad había traspasado fronteras.

El error era creer que aceptaría ir de la mano de José Antonio. Dice bien cuando afirma que hablaban idiomas diferentes. Ambos provenían de sectores muy diferentes. Pestaña de familia humilde y con graves dificultades económicas. José Antonio era hijo del marqués de Estella y Sobremonte con Grandeza de España. Por su posición social había podido estudiar derecho y hablaba varios idiomas. A diferencia de Pestaña no había sufrido problemas económicos.

Pestaña acierta al decir que las ideas de José Antonio nunca arralarían en el pueblo. La influencia de Falange fue mínima. Al estallar la guerra civil tenía poco más de 10.000 afiliados. Muchos de los llamados camisas viejas murieron durante los primeros meses. Falange casi se redujo a la nada. Fue por este motivo, y no por otro, que Franco se interesó por ella. Necesitaba un partido político a semejanza de los establecidos en Italia y en Alemania. En estos dos países sí que arraigó el nacionalsindicalismo. En España no. Al haber quedado sin su cabeza visible -José Antonio fue fusilado en Alicante el 20 de noviembre de 1936- Franco se hizo el amo y señor de Falange, apartando a su líder Manuel Hedilla. El decreto de Unificación de febrero de 1937, en el cual FET y de las JONS pasó a ser el partido único del bando nacional, dio un protagonismo a Falange que, hasta ese momento, nunca había tenido. Franco utilizó a Falange por su propio interés. De ahí que se empezara a afiliar todo el mundo. Los llamados camisas nuevas encabezaron la nueva Falange que poco tenía que ver con la concebida por José Antonio. Cuando Franco no la necesitó la apartó del poder y la dejó languidecer, postergándola al lugar que había ocupado antes de la guerra civil y provocando que se escindiera en 4 formaciones que se disputaban las siglas FET y de las JONS.

Ahora bien, el Partido Sindicalista de Pestaña tampoco tuvo mejor suerte. La fuerza del partido radicaba en la figura de Ángel Pestaña. Desde un principio la CNT no lo vio con buenos ojos. A pesar de los periódicos que fundó y su penetración social en Madrid, Andalucía, Cataluña, Aragón y Valencia, su poder era minoritario con respecto a la CNT. Antes de la muerte de Pestaña tenía unos 30.000 afiliados. Teniendo en cuenta la fuerza que tuvo la CNT dentro del Frente Popular al iniciarse la guerra civil, era lógico pensar que su papel sería comprimario, como así fue. La muerte de Pestaña significó el final del Partido Sindicalista. Sus miembros o bien se incorporaron a la CNT o abandonaron la política activa. En 1976 se reorganizó el Partido Sindicalista basándose en los principios de Pestaña. En las elecciones de 1976 obtuvo 9.777 votos. Teniendo en cuenta la poca implicación social del partido desapareció en 1985.

Tampoco Pestaña fue nunca partidario de las dictaduras, tal y como se lo comentó a José Antonio. Al respecto pensaba:

 

Democracia burguesa, no; porque ella no ha sabido resolver los problemas sociales, facilitar a las clases trabajadoras una mejor condición social; pero dictadura proletaria tampoco, pues nos conduciría a caer en los mismos vicios que año tras año venimos combatiendo -se refiere a la República-. Porque no es el odio quien debe guiar nuestro pensamiento, sino la fraternidad. Y a los que trabajamos por una sociedad mejor ha de guiar nuestro pensamiento la idea de justicia y de equidad y no la idea de imposición o de la fuerza brutal que somete, pero que no convence”.

 

Hemos leído anteriormente la versión de Pestaña con respecto al encuentro con José Antonio Primo de Rivera. Ahora bien, ¿Cuál era el pensamiento de Falange con respecto a Pestaña? Para responder a esta pregunta nos centraremos en las opiniones de Ramiro Ledesma Ramos, periodista, ideólogo y fundador del nacionalsindicalismo español. Ledesma ha sido un personaje poco común dentro del panorama de Falange. Este creía en la revolución del proletariado. Por eso fue expulsado en 1935. La línea que quería seguir Falange era el reformismo burgués, de ahí las desavenencias ideológicas. Si bien fue fusilado el 29 de octubre de 1936 -por miembros del Frente Popular, en el cementerio de Aravaca, junto con Ramiro de Maeztu, pasando a formar parte del martirologio franquista- sus ideas y su pensamiento quedaron condenados al ostracismo durante el régimen surgido después de la guerra civil.

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Dentro del panorama político español de los dos primeros tercios del siglo XX, se ha querido comparar el espíritu revolucionario de Ledesma con el de Pestaña, Nin y Maurín. Lo cierto es que Ledesma siempre tuvo una gran admiración por Ángel Pestaña. Antes de leer lo que pensaba sobre él es bueno saber su pensamiento sobre la CNT:

 

En España existe una organización obrera de fortísima capacidad revolucionaria. Es la Confederación Nacional del Trabajo. Los Sindicatos únicos. Han logrado la máxima eficiencia de lucha, y su fidelidad social, de clase, no ha sido nunca desvirtuada. Ahora bien: su apoliticismo les hace moverse en un orden de ideas políticas de tal ineficacia, que nosotros -que simpatizamos con su tendencia social sindicalista y soreliana- lo lamentamos de veras. Pero la realidad desviará su anarquismo, quedando sindicalistas netos. De aquí nuestra afirmación de que la burguesía liberal que nos gobierna tiene ya un enemigo robusto en uno de sus flancos. Lo celebramos, porque los Sindicatos únicos representan una tendencia obrerista mucho más actual y fecunda que las organizaciones moribundas del socialismo.

Desde el 10 de diciembre de 1919, cuando la CNT, después de un período álgido de luchas y triunfos, se remansó un poco en el Congreso del Teatro de la Comedia de Madrid, antes de lanzarse como una pantera sobre el capitalismo español, hasta ahora -mes de junio del año 1931 republicano-, ha transcurrido mucha historia. Cayeron militantes audaces y valerosos. Surgió la estúpida Dictadura de don Miguelito. Hubo cárceles y destierro para el Sindicato Único. Vinieron las dictablandas de Berenguer y Aznar. Llegó la republiquita medrosa y burguesa, con su cortejo de frailes, banqueros y generales. Por encima de tales mostrencos sucesos, ha crecido y se ha ganado la nueva generación hispánica, que es muy nacional y revolucionaria, que viene acuciada por Europa, y que pretenderá imponerse a la Europa cobarde, parlamentaria y ramplona.

Nosotros tropezamos ahora mismo con el casi millón de adheridos a la CNT, con el fenómeno sindicalista, y entonces nuestro interés más fecundo converge en las faenas de su Asamblea actual. Vamos forzosamente a buscarla y a comprenderla y a interpretarla con ojos amigos. Trae cerca de medio millar de delegados de los cuatro puntos cardinales de la Península; trae la fiebre ibérica por la creación y el ensueño futuros; trae los enormes problemas de la Tierra, de la Sindicación forzosa y del porvenir del país. Viene repleta de denuedo y de afán juvenil.

Hemos de estar junto a la CNT, en estos momentos de inmediata batalla sindical, en estos instantes de ponderación de fuerzas sociales. Así creemos cumplir con nuestro deber de artífices de la conciencia y de la próxima y genuina cultura de España”.

 

Y respecto a Ángel Pestaña escribió:

 

Ángel Pestaña habla en nombre de una fuerza obrera de indudable vitalidad. Y con afanes revolucionarios absolutos. Su verdad es legítima frente a la concepción mediocre que hoy triunfa, de burgueses arcaizantes que adoran las ideas, los gestos y los mitos de sus abuelos.

Las fuerzas sindicalistas revolucionarias se disponen a encarnar ese coraje hispánico de que hablamos y a actuar en Convención frente a los lirismos parlamentarios de los leguleyos. Hay, pues, que ayudarles. En esta batida fecunda contra los pacatos elementos demoliberales de la burguesía, les corresponde el puesto de honor y la responsabilidad de dirigir el blanco de las batallas. Todos los grupos auténticamente revolucionarios del país deben abrir paso a la acción sindicalista, que es en estos momentos la que posee el máximum de autoridad, de fuerza y de prestigio. A ella le corresponden, pues, los trabajos que se encaminen a la dirección de un movimiento de honda envergadura social. No a las filas comunistas, que venden a Moscú su virginidad valiosa. El sindicalismo revolucionario está informado por un afán fortísimo de respetar las características hispanas, y debe destacarse como merece este hecho frente a las traiciones de aquellos grupos proletarios que no tienen otro bagaje ideológico y táctico que el que se les da en préstamo por el extranjero.

La declaración escueta y terminante de Pestaña, negando beligerancia y posibilidades a la pimpante democracia burguesa de que disfrutamos, nos llena de optimismo y de alegría. Por fin, será posible articular en España una acción eficaz que busque dar en el blanco exacto”.

El hecho histórico que acabamos de relatar no tuvo una gran trascendencia dentro de la política española. Ambos hablaban en idiomas diferentes y por eso no existió continuidad. Aunque ambos se respetaban, políticamente estaban en las antípodas. Una equivocación y una curiosidad hizo que se entrevistaran y cambiaran impresiones. Este diálogo, aunque infructuoso, no era una constante en esos tiempos. La realidad es que la violencia imperaba. Con una mayor diálogo entre los partidos políticos tal vez la guerra civil no se hubiera desarrollado como se vivió. Por eso debemos destacar este gesto de dos políticos que, aunque en mundos diferentes, abogaban por el diálogo político y social.

Autor

César Alcalá