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“Democracia, sí”

(pero con autoridad, seguridad, bienestar y justicia económica)

 

“Las Autonomías son un cáncer, una fractura a plazos de la Unidad Nacional”

«HACE más de un lustro que lo que se ha puesto en juego no es otra cosa que el ser mismo de España como nación». Esta es la categórica afirmación de don Federico Silva Muñoz, presidente de Derecha Democrática. Y afirma también -en la conferencia del Club Siglo XXI-que «En España puede haber, y nuestro pueblo lo está reclamando, un sistema democrático diferente del actual, que recoja de él lo positivo que encierre, enmiende los errores cometidos y pueda servir efectivamente a la convivencia de los españoles en el concierto de Occidente: Democracia, sí; libertades públicas, sí; partidos políticos, sí -dice el líder de Derecha Democrática-. Pero todo ello con autoridad, seguridad, bienestar y justicia económica».

 

Como él mismo señala, ahonda en esta ocasión en el tema capital que el país tiene planteado, la reconversión de la democracia y previa a ella, la recreación del sentimiento nacional. Y empieza por adentrarnos en la «recreación del sentimiento nacional» señalando que «las autonomías del 78 son una fractura a plazo de la unidad nacional»;

 

—Sin damos cuenta, insensiblemente, quince Comunidades autónomas van teniendo su Constitución, llamada Estatuto; cuya tramitación es igual que la de una Constitución para un pueblo independiente, ya que el Referéndum sólo se exige para la aprobación por la Comunidad autónoma, mientras el resto de la nación permanece ausente; surgen unas Asambleas legislativas, o sea con competencia para elaborar en su territorio normas jurídicas de la misma naturaleza que las emanadas de las Cortes Generales y sancionadas por el Rey; un Gobierno con su presidente, sólo responsable ante la Asamblea, con funciones ejecutivas y administrativas, exactamente iguales que las de cualquier país soberano; un Tribunal Supremo en su territorio, con agotamiento de las sucesivas instancias judiciales en el propio territorio autónomo; la actual estructura provincial puede ser alterada por el Estatuto o posteriormente, o sea, que se otorga la facultad de cambiar la estructura del Territorio a la propia Comunidad; goza la Comunidad de completa antonomía financiera, puede emitir empréstitos, recaudar tributos, hacer sus propios Presupuestos y además el Estado puede subvencionar a las Comunidades, aunque ignoramos con qué recursos, salvo los procedentes de la inflaccionaria emisión de papel moneda; las Comunidades autónomas pueden tener policía propia, que en el caso de las Vascongadas puede suponer «una academia militar vasca».

 

Añádase a ello la constante reivindicación de soberanía por parte de los gobernantes catalanes y vascos, la virulenta erradicación del español como idioma en esas regiones, el constante adiestramiento de los niños en el odio a España, el movimiento ridículo pero implacablemente imperialista de Euzkadi sobre Navarra y de Cataluña sobre el Reino de Valencia y Mallorca, y el cuadro resulta aterrador. ¿Quién apostaría por la subsistencia de España? ¿Qué queda efectivamente en manos del Estado Español?

 

Señala el señor Silva Muñoz que él, que votó en contra de la Constitución como diputado de las Constituyentes, acata la Constitución como ley del Estado; pero lo que «no se puede admitir es la concepción dogmática de que todo lo que esté fuera de la Constitución sea barbarie, regresión, suicidio y esterilidad» y añade que los españoles deben tener conciencia de que:

 

1.º Ni se muere en un día, ni España morirá en un día, pero que la desaparición de España como nación y de su Estado, como organización del poder político de la misma resulta inevitable y a plazo fijo en el cuadro del art. 2.° de la Constitución reconociendo una pluralidad nacional incompatible en absoluto con la unidad de la Nación, y del Título VIII. 2.º La quiebra de la Nación vendrá en uno de los primeros lugares por la del Estado, al no poder soportar el coste y el desbarajuste financiero de las llamadas Autonomías.

 

Y en el aspecto económico, señala el señor Silva Muñoz:

 

Sobre un presupuesto de más de 3,5 billones existe un déficit de unos 800.000 millones que el Estado pretende cubrir con emisiones de deuda interior y exterior y con apelaciones al Banco de España. Si los anticipos del Banco de España al Tesoro para cubrir los déficits en cifras acumuladas según uno de los últimos balances del Banco de España se acercaba a un billón doscientos mil millones de pesetas de los que sólo en 1981 representaba aproximadamente 600.000 millones; si la deuda exterior en 1981 era de 26.246 millones de dólares U.S.A.; si los gastos autonómicos del Estado ya superan los 250.000 millones de pesetas con sólo tres autonomías de las 15 que deberán existir, las consecuencias de todo los problemas que nos apremian: la aceleración de la inflación del sector privado, en suma, la desestabilización del sistema.

EL BENEFICIO DE LAS AUTONOMÍAS PARA LA CLASE POLÍTICA

 

Tras señalar que los compromisos adquiridos por los partidos consensuados cierra el paso a cualquier iniciativa reformadora de la Constitución, señala que «Hay que convencer a nuestros compatriotas que sin afirmar el sentimiento nacional, sin mantener la unidad nacional, no se resolverá la crisis económica, no habrá empleo, ni porvenir para los nuevos españoles» y añade:

 

El salario, las condiciones dignas de trabajo, la vivienda, la seguridad social, la educación y preparación de los hijos, las carreteras, el agua y la alimentación no llegan porque haya debates parlamentarios descentrados de su verdadera finalidad; no llegan porque el Sr. Thorn, presidente de la Comunidad Económica Europea y luxemburgués, dé buenas palabras como el Sr. Herriot presidente francés tiraba naranjas a los niños hace cincuenta años a su paso por Vallecas, ignorando que aquí las naranjas no eran inaccesibles a los niños como en Francia; y que aquí lo que se pide no son palabras, sino actos concretos de comprensión y convivencia internacional en materia de pesca, transportes de fruta, etc., etc. En fin, hay que hacerles saber que en la fragmentación está la miseria y en la unidad la prosperidad y la esperanza, porque el extranjero ni nos va a regalar nada, salvo el odio, ni a la hora de nuestra desgracia no traerán más que palabras.

 

Hay que llevar a la masa inhibida de las provincias Vascongadas y de Cataluña lo que significan realmente estas Autonomías. Vizcaya ha pasado de ser la segunda provincia en renta «per cápita», a la 18 y Cataluña soporta quizá en primer lugar el paso de la crisis en forma de desempleo, suspensiones de pagos y huida de capitales, habiendo fracasado estrepitosamente el primer empréstito de la Generalitat. Hay que enfrentarse con el lavado de cerebro de ciertos medios de comunicación buscando el buen sentido catalán y el no menos sentido de la realidad de los vascos. ¿Queríais autonomía? Pues os han engañado, porque estas autonomías sólo son beneficiosas para la clase política y sus privilegios, mientras los demás sufren la decepción y la crisis en la inhibición, cuando está en sus manos salir de sus casas, empuñar sus papeletas y decir ¡Basta! como la más eficaz de las respuestas.

 

“HACIA UN SISTEMA PRESIDENCIALISTA”

 

Para don Federico Sival Muñoz, la segunda tarea urgente es la de «recuperar el ideal democrático, reconstruir la Democracia desde el estado de postración en que se ha dejado a nuestra ciudadanía y a nuestros intereses nacionales». Y recalca:

 

Nuestro país está esperando algo que no sea, como dijo Emilio Romero en esta misma tribuna, ni restauración de lo que no es restaurable, ni continuación de lo que no es restaurable, ni continuación de lo que no es continuable; nuestro pueblo está esperando que el pasado (y cuando hablo del pasado no me estoy refiriendo a los tiempos de Recesvinto) sino al fértil pasado del Régimen de Franco, sea «asumido» como ha dicho recientemente una autorizada voz, y que «esto» no sea continuado sino que se reforme o se cambie; nuestro país está pidiendo que le gobierne no con la tranca, ni con la corrupción, sino con la razón, la serenidad y la autoridad. Y eso es reconvertir la Democracia.

 

Para ello hay que abordar una compleja operación política que, a mi juicio, pasa por los siguientes puntos:

 

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En primer lugar, señala la reforma del sistema constitucional y dice, entre otras cosas:

 

A la reforma de la Constitución me he referido con reiteración. Para conseguir ese objetivo no veo otro camino que dirigirnos hacia un sistema presidencialista. El presidencialismo gobierna la primera potencia democrática del mundo desde hace dos siglos. El presidencialismo no es exclusivo de las repúblicas, es posible también en las monarquías e incluso más lógico en éstas, donde el Rey queda por encima de las responsabilidades cotidianas de Gobierno atribuidas al presidente, conservando así intacta su imagen y sin mellar sus poderes constitucionales.

 

Un presidente, ciertamente conforme a la voluntad popular y sometido a la Constitución, porque no postulamos en ningún caso, ni siquiera de emergencia nacional, una dictadura ni un comité de salvación pública. Un primer ministro que deje en pie las facultades reales connaturales al monarca -jefe de Estado- que no se ciñen a las meramente representativas, sino que son tan sustanciales como éstas que cito por vía de ejemplo: disolver el Parlamento o apelar a la decisión popular mediante referéndum. Un jefe de Gobierno que nombre y separe libremente a sus ministros, porque es él quien gobierna sin trabas de confianza parlamentarias, votos de censura, etc., y menos aún mediatizado por acuerdos secretos o zancadillas de los partidos.

 

En cuanto al poder legislativo -añade más adelante – habría que considerar con todo detenimiento las ventajas e inconvenientes del bicameralismo. Para mí ha sido un ideal durante mucho tiempo. Sin embargo, debo reconocer que su resultado bajo la ley de Reforma Política y la Constitución del 78 no ha tenido demasiada brillantez. Es un tema para considerar a la luz de la historia y de la experiencia. Soy partidario de unas Cortes elegidas por sufragio universal con una doble y fundamental misión: legislar y fiscalizar.

 

Para mí, una pieza capital del sistema presidencialista sería la creación del Consejo Económico y Social, añade el Señor Silva. Esta es una pieza existente en sólidas democracias. Serviría para que la cuestión económica tuviese su foro y cauce adecuado, no sólo para mostrar sus aspiraciones, sino para hacer electivo un cuadro de poderes que garantizase a la producción y al consumo contra la parcialidad o el arbitrismo. El Consejo Económico y Social hace innecesario los pactos partitocráticos, deja a las Cortes en mayor libertad y holgura para sus decisiones y puede aportar elementos técnicos de que la política carece, evitando improvisaciones e institucionalizando todo un entramado de relaciones de la sociedad, básico para su pervivencia y la de cualquier sistema político.

 

Y tras referirse a la necesidad de una Ley Antilibelo que «garantice y preserve los derechos básicos de las personas», se refiere a la intoxicación «que hoy sufre el pueblo español con ciertos medios de comunicación» que es comparable solamente a la que sometió el doctor Gobbels y los «nazis» al pueblo español y que, el señor Silva señala en el caso concreto de la información que el pueblo español está recibiendo respecto a Polonia:

 

Se intenta machacar las mentes diciéndoles que el autor de la citada represión es el gobierno militar, que con sus procedimientos marciales ejerce la pura imposición, la privación de las libertades y el sojuzgamiento del pueblo polaco, y cuando la situación en aquel país produce la inquietud universal y un movimiento generalizado de repulsa contra lo que allí está sucediendo, a quienes les cae el «sambenito» es a los militares.

 

No trato de defender en modo alguno a los militares polacos, ni siquiera de buscar una justificación para su intervención, pero resulta irritante que se silencie que el llamado «gobierno militar» de Polonia no es más que un instrumento del Partido Comunista y de la Unión Soviética. Se trata de un ejército instrumentalizado por el poder civil allí existente. Quien sojuzga al pueblo polaco, produce miles de detenciones y priva de todas las libertades es el Partido Comunista, es el Sistema Comunista, que ve peligrar su situación monopolística imperialista y hegemónica al servicio de la Unión Soviética, ante el movimiento patriótico y liberal de Solidaridad. Quien lo inspira y lo mueve es el Poder Civil, el Partido. Que cada palo aguante su vela.

 

ACTO DE CONTRICIÓN DE LOS POLÍTICOS

 

Otro de.los puntos que don Federico Silva Muñoz considera necesarios es que la propia clase política «desarrolle un proceso de autocrítica y de reconversión como en general el sistema democrático». Y aclara:

 

Esto no quiere decir que se vayan todos por el escotillón y aparezcan otros nuevos, ni tampoco que sigan «los mismos perros con distintos collares». Por eso he hablado de una contrición de la clase política, porque está necesitando un arrepentimiento de sus yerros, un proceso de purificación y ensanchamiento hacia áreas que hoy hacen ascos a la política por la forma en que se desarrolla y que son una de las claves de la abstención generalizada. Hombres y mujeres valiosos que creyeron que con la apertura del sistema democrático se les ofrecía una oportunidad de participar en la vida pública se han visto desbordados o defraudados y esto hay que corregirlo seria y rápidamente.

 

Tan necesario, como la «reconversión de los partidos políticos» de los que afirma que fracasaron en la transición entre otras cosas porque consagraron los errores históricos de «gravedad incalculable, de sembrar la disgregación de España con la admisión del principio de las «nacionalidades» y la regulación del Estado de las autonomías. Fracaso que a juicio del señor Silva, se produjo también después de la Constitución «porque están dando la impresión de que el espíritu tribal se ha apoderado de ellos». Y añade:

 

Y ahí está clave del tema político actual: tanto fracaso ha provocado la decepción colectiva del electorado, la abstención se ha convertido en la tónica de todas las consultas electorales posteriores al 1.º de marzo de 1979. Las actuaciones de los políticos resultan, a lo más, un juego divertido para comentar ante la televisión o en las tertulias, pero nadie espera que de ellos venga la solución para los problemas concretos que tiene planteado el país.

 

Ante esta situación no cabe más que ir a la reconversión de los partidos políticos, corrigiendo los enormes errores históricos de su formación entre 1976 y 1977. Los partidos políticos no pueden ya ser formaciones atrincheradas en las listas cerradas de la ley electoral, y al servicio de personajes convertidos en budas. Ha de volverse a los canales naturales de la representación política formados por las ideologías y por la historia. No se pueden hacer de los partidos camarillas de intereses, sino vehículos capaces de llevar la voluntad popular hasta el Gobierno.

 

Analiza más adelante lo que define como «el equilibrio metaconstitucional», afirmando:

 

El equilibrio político nacido en la transición no es el de las fuerzas políticas y el reparto de poderes constitucional, sino que todo esto forma parte del equilibrio político global consistente de una parte en la fuerza estabilizadora del Rey y de las Fuerzas Armadas, reconocida en el art. 8.º de la Constitución, y de otro lado en la presencia de las fuerzas que lustros atrás se llamaban revolucionarias y que ahora eufemísticamente se llaman de la Izquierda en competencia con los Partidos conservadores. No importa que la izquierda no forme un Frente Popular o no realice una actuación solidaria patente, porque sus movimientos de fondo son siempre los mismos y unidireccionales.

 

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En estas condiciones se sostiene el sistema, pero la izquierda, entendida como anteriormente he intentado definirla, y por encima de la moderación de algunos, quiere romper ese equilibrio en su ascensión hacia el poder, porque sus masas se impacientan; entonces el camino que vuelve a ensayar es el de la provocación a las Fuerzas Armadas, bien sea con ocasión de manifestaciones pacifistas, anti-OTAN, anti-golpismo u otro pretexto cualquiera, o bien mediante comentarios e informaciones libelísticas para conseguir reacciones pasionales que permitan llevar a cabo la ansiada trituración como hace 50 años. De este modo el Rey se quedaría solo frente a la marea revolucionaria, aunque hoy no se llame así, o por lo menos se habría puesto cerco al Alcázar Regio que no tardaría en derrumbarse.

 

Incide el señor Silva Muñoz en el tema de la prensa, afirmando rotundamente:

 

Sin otra finalidad que la de recordar la experiencia histórica, quiero traer a colación algo que me parece importante: Largo Caballero en 1936 decía: «Nuestro deber era traer la República, pero establecido este Régimen nuestro deber es traer el socialismo. Y cuando hablamos de socialismo hay que hablar de socialismo revolucionario». Un testimonio tan poco dudoso como el de «El Sol» puede alegarse también. El día 12 de enero de 1936 escribía: «El panorama que ofrece en España la prensa de extrema izquierda no puede continuar. Los organismos a quienes flagela no pueden defenderse, y es dudoso pensar que acepten con pasividad todo cuanto sobre ellos se está lanzando. No se trata de injurias a personas. En estos casos, los interesados tienen el recurso de acudir a los Tribunales. Las Instituciones armadas del Estado, que son la garantía del orden en la República, no pueden estar a merced de cuatro plumas frenéticas que las injurien, las debiliten y las desmoralicen». Y finalmente, el líder de la CEDA ese mismo día en Córdoba afirmaba: «¿Se puede consentir que un Gobierno vea imperturbable que los periódicos de izquierdas, nutridos con detritus de alcantarilla, realicen esa labor difamatoria y que un Ministro de la Guerra, con documentos que tiene en su poder para esclarecer la verdad, no salga a defender ese Ejército que derramó su sangre por España?»

 

TODAVÍA ESTAMOS A TIEMPO

 

Se refiere en último término el líder de Derecha Democrática a los reiterados fracasos constituyentes de España y pasa al análisis final del momento presente, afirmando que:

 

La Constitución abierta del régimen de Franco no fue capaz de sobrevivir al hombre que la creó, porque se imponía una operación de corte umbilical del hombre y de su obra en vida de aquél, lo que algunos intentamos a partir de 1967, pero cuando llega el año 1969 se ve claro que resulta imposible a causa de muchas resistencias acumuladas, con lo que esta nueva experiencia constitucional se hunde en 1975.

 

La Constitución de 1978 nació con escasa vitalidad, quizá por sus propias contradicciones internas y ambigüedades, como he puesto de relieve con reiteración, pero sobre todo porque esta Constitución, a diferencia de la de 1931 se desajustaba a la sociedad a la que había de regir, por defecto, o sea, porque es una Constitución de claro carácter decimonónico para una sociedad sub-desarrollada cantonalista y casi me atrevo a decir que liberal romántica, cuando después de los 40 años de régimen de Franco, España se había convertido en un país industrial sin apenas analfabetismo, y una nueva sociedad demandaba una Constitución para el futuro y no para el pasado.

 

Y pensando en la imagen de España y de sus posibilidades políticas hacia Europa y hacia América, dice:

 

Partiendo de estos supuestos históricos hay que llevar al ánimo de quienes desde fuera nos contemplan, que la razón por la que se abren los periodos constituyentes en España con esperanza y se cierran con fracaso es porque nuestro sistema básico no puede poner el acento en las diferencias, sino en las coincidencias, porque España es un país individualista y plural donde el peligro no es el movimiento centrípeto, sino la centrifugación.

 

Por otra parte, hay también que llevar al ánimo de todos ellos que es un dilema falso y anacrónico el de que en España sólo puede haber esta democracia o la dictadura y el golpismo. Las mentes europeas y americanas no son simples y hay que convencerles de que en una problemática política tan compleja como la de España estos planteamientos radicales son, por definición, falsos.

 

En España puede haber, y nuestro pueblo lo está reclamando, un sistema democrático diferente del actual, que recoja de él lo positivo que encierre, enmiende los errores cometidos y pueda servir efectivamente a la convivencia de los españoles en el concierto de Occidente: Democracia sí, libertades públicas sí; partidos políticos sí. Pero todo ello con autoridad, seguridad, bienestar y justicia económica.

 

No creo -dice finalmente-, que estas consideraciones sirvan para mucho ante el egoísta oportunismo que preside las decisiones o las acciones de muchos sectores europeos que dan la impresión de estar avizor sobre nuestra piel de toro para ver cuándo baja el pulso, cuándo se desangra o cuándo perece, para abalanzarse sobre pescadores, agricultores o industriales españoles arrebatándoles su diario pan. Ante ello, si esta situación perdura, no deben esperar otra cosa que la reacción proporcional de la sociedad española aunque el Estado se cruce de brazos.

 

Y concluye: Creo que estamos a tiempo de comenzar una etapa positiva de nuestras relaciones exteriores sobre los cimientos de una nueva democracia, por lo menos comprendida y hasta respetada más allá de nuestras fronteras.

(Heraldo Español Nº 86, 10 al 16 de febrero de 1982)

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.