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La División Azul fue creada el 24 de junio de 1941. En realidad se llamaba 250 División de infantería de la Wehrmacht. En junio de 1941 Ramón Serrano Suñer -germanófilo- abogó por la participación de España en la II Guerra Mundial. España no entró en ese conflicto bélico, pero mandó en un primero momento 14.000 hombres al frente alemán con la División Azul. En total pasaron casi 50.000 españoles por esta unidad. Uno de los hitos fue la batalla de Krasny Bor (Leningrado), el 10 de febrero de 1943. Hubo 3.200 bajas y unos 300 divisionarios fueron hechos prisioneros. Los destinaron a un gulag de Siberia. Los pocos que sobrevivieron regresaron a España en 1952.

El 10 de octubre de 1943 Franco ordenó la retirada de la División Azul. Esta coincidió con el cese del ministro de Asuntos Exteriores Ramón Serrano Suñer -como consecuencia de unos incidentes ocurridos en el Santuario de Nuestra Señora de Begoña, en Bilbao, entre falangistas y carlistas- y su sustitución por Francisco Gómez-Jordana Sousa, conde de Jordana. Este consideraba la División Azul como algo que debía desaparecer lo antes posible. Si bien fue desmantelada, unos dos mil trescientos hombres se quedaron allí y formaron la Legión Azul, integrada dentro de la 121 División de Infantería. La Legión Azul fue repatriada en marzo de 1944.

Paralelamente a esto, el 1 de octubre de 1943 España declaró su neutralidad abandonando la no beligerancia. Con anterioridad, en el mes de agosto, Franco recibió al embajador norteamericano Cartelton Joseph Huntley Hayer y el británico Samuel John Gurney Hoare, vizconde de Templewood. Al embajador norteamericano le expresó su teoría de las tres guerras. ¿Qué era esta teoría? Franco consideraba que la II Guerra Mundial no era un conflicto único, sino que había tres en uno. El primero es el que mantenía Alemania contra los Estados Unidos y la Gran Bretaña. El segundo Alemania contra la Unión Soviética. El tercero Estados Unidos contra Japón. En la primera España era neutral. En la segunda España estaba a favor de Alemania para frenar el comunismo. Y en la tercera España iba a favor de los Estados Unidos. Aunque posiblemente tenía razón, aquella ambigüedad no le gustó demasiado al embajador Hayer. El embajador británico, Sir Samuel Hoare, dio un golpe de efecto una vez terminada la entrevista en el Pazo de Meiras. Al regresar a Londres concedió una entrevista a la BBC en la que anunció haber pedido a Franco la retirada de la División Azul.

A pesar de haber declarado la neutralidad, no se quería enfadar a Hitler. ¿Por qué? Había miedo que se represaliara a los miembros de la División Azul. Por eso se argumentó que por falta de nuevos voluntarios, lo cual le había llevado a un reclutamiento forzoso, y teniendo en cuenta que la División Azul había luchado “mucho y muy bien”, en esos momentos se percibía un descenso del espíritu combativo. Como que nadie quería un desprestigio del ejército español, se decidió retirar la División Azul y declarar la neutralidad de España. La reacción de Hitler fue positiva, llegando a afirmar que “manejaremos a la gente con el mayor respecto”.

Mientras, en Italia, ocurrían unos movimientos tácticos que desencadenaron en la dimisión de Benito Mussolini. Su protagonista fue Pietro Badoglio. Nacido en Grazzano Monteferrato -en la actualidad Grazzano Badoglio- el 28 de septiembre de 1871. Con la llegada de Benito Mussolini y el fascismo fue nombrado mariscal y jefe de Estado Mayor y gobernador de Libia entre 1928 a 1933. Recibió honores por la campaña de Abisinia de 1936. Consideró que Italia no estaba preparada para entrar en guerra, como pretendía Mussolini. Al hacerse este último responsable del fracaso de la invasión de Grecia, en 1940, Badoglio dimitió. Con lo cual contradijo sus palabras de que “un soldado nunca presenta la dimisión, un soldado combate”. El 4 de diciembre de 1940 fue sustituido por el general Ugo Cavallero.

El 16 de julio de 1943 el rey Víctor Manuel III de Saboya lo convocó a una audiencia privada. La idea del rey era destituir a Mussolini y derrocar el fascismo. Esta reunión coincidió con la invasión de Sicilia por parte de los Estados Unidos y Gran Bretaña. Víctor Manuel III, le preguntó a Badoglio si quería ser el sustituto de Mussolini. Aceptó y convenció a los generales Vittorio Ambrosio, Giuseppe Castellano y al Duque Pietro d’Acquarone para que le siguieran. El 24 de julio de 1943 Mussolini visitó al rey Víctor Manuel III siendo destituido y encarcelado. Acto seguido asumió el cargo de primer ministro del Reino de Italia Pietro Badoglio.

Se abrió un periodo conocido como los 45 días de Gobierno Badoglio. Un periodo confuso, en la cual Italia siguió al lado de la Alemania nazi, mientras iniciaba negociaciones con los aliados para firmar un armisticio. El gobierno de Badoglio permitió la organización de comisiones de fabrica elegidas por los trabajadores. Esta fue una de las pocas cosas que cambiaron. ¿Por qué? Víctor Manuel III, el ejército, las altas jerarquías y la Iglesia Católica eran víctimas del golpe de estado que habían organizado contra Mussolini. Existían dos posibles salidas. Una situaba a una Italia cansada por la guerra al lado de los aliados. La otra estaba vinculada a la Alemania nazi y al temor que tenían, pues sus soldados deambulaban libremente por Italia. La primera significaba sobrevivir y conseguir la victoria. La segunda podía suponer grandes represalias contra la población militar y civil. Es el mismo miedo que Franco tuvo con los militares de la División Azul, al declarar la neutralidad de España, por miedo a represalias.

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Italia firmó un primer armisticio el 8 de septiembre de 1943. Ahora bien, al hacerse público provocó un efecto contrario. Es decir, hubo una desbandada de la mayoría del ejército en Italia. En el extranjero quedaron desarmados o aniquilados en caso de resistencia por parte de los soldados alemanes. Al conocer Víctor Manuel III y el gobierno de Badoglio que los aliados no tenían intención de desembarcar cerca de Roma para defenderla, la abandonaron y se dirigieron a Brindisi. Dejaron la capital italiana a su suerte.

Se dio la circunstancia que media Italia estaba invadida por los alemanes y la otra por los aliados. Ante tal circunstancia, el 29 de septiembre de 1943 firmo Badoglio el armisticio de Malta, que incluía la capitulación de Italia, ante los Estados Unidos, Gran Bretaña, Unión Soviética y la Commonwealth. El 23 de agosto de 1943 aconsejó a Víctor Manuel III que abdicara en su hijo Humberto de Saboya. El rey se negó rotundamente. Por su parte Mussolini volvía a ser liberado y recuperó el poder en la Italia dominada por la Alemania nazi, estableciendo la República de Saló. La conquista de Roma, 4 de junio de 1944, supuso la dimisión de Pietro Badoglio.

Las dos historias que hemos relatado tienen dos fechas próximas en el tiempo. El 29 de septiembre y el 1 de octubre de 1943. En la primera se firmó el armisticio de Malta, en la segunda se declaró la neutralidad de España y el abandono de la no beligerancia. En ambas se le daba la espalda a la Alemania nazi. ¿Por qué estamos hablando de este tema?

El 25 de octubre de 1943 un firmante llamado Edgar –miembro de Federal Bureau of Investigation (FBI)- envió un mensaje especial personal y confidencial a Harry Lloys Hopkins, que fuera asesor y asistente del presidente Franklin Delano Roosevelt. En dicho documento podemos leer:

 

Querido Harry:

Como posible interés para el Presidente y para usted, se ha recibido información de una fuente altamente confidencial y fidedigna cercana a una misión diplomática española en este país que el General Francisco Franco, al ser abordado por la Misión Militar Americana en Madrid, les informó que pretende desempeñar un papel similar al de Badoglio en Italia.

Nuestro informante también ha indicado la posibilidad de obtener más detalles sobre la posición española y si se recibe esta información, se le informará de inmediato.

 

Con expresiones de mi más alta estima, 

(s) Edgar

 

Teniendo en cuenta las palabras escritas en este documento, Franco quería desempeñar el mismo rol que Badoglio. Y en cierta manera lo había hecho. Es más, en el momento de firmar esta carta Edgar ya lo había hecho e, incluso, Italia. La retirada de la División Azul era un primer paso. Lo mismo podemos decir con respecto al tema de la neutralidad. Italia no fue clara hasta el armisticio de Malta y, aun así, el país estuvo dividido en dos bandos, convirtiéndose en una guerra civil interna.

Por su parte, Franco se mantuvo neutral hasta en sus declaraciones al embajador estadounidense Hayer. Teniendo en cuenta la teoría de las tres guerras en una, en dos supuestos estaba al lado de los aliados. Sin embargo, estaba a favor de la Alemania nazi en su lucha contra el comunismo. Este era un punto en el cual todos estaban de acuerdo, aunque públicamente no lo podían expresar. ¿Porqué? La Unión Soviética formaba parte del bando aliado. Era socia de la Gran Bretaña y Estados Unidos, aparte de ser uno de los bloques vencedores de la II Guerra Mundial.

La Unión Soviética no consiguió establecer un estado comunista en España, como era su propósito, al perder la guerra civil. No podemos negar que lo intentaron desde 1931 hasta pocos meses antes de finalizar la guerra. Aquello fue un contratiempo muy importante para ellos. España era un enclave estratégico para los propósitos de expansión comunistas. Por eso no debemos extrañarnos que Iósif Stalin en Postdam, el 19 de julio de 1945, comentara que “es necesario examinar la cuestión del régimen de España. Nosotros los rusos consideramos que el presente régimen de Franco fue impuesto por Alemania e Italia y entraña un grave peligro para las naciones unidas amantes de la libertad”.

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Poco antes de estas declaraciones Franco le mandó una carta al primer ministro británico Winston Churchill, en la cual le proponía una alianza de Occidente contra la Unión Soviética. La carta enviada a través del embajador español en Londres, Jacobo Fritz-James Stuart y Falcó, duque de Alba, entre otras cosas decía:

 

Lo que ocurre en la Italia liberada y la grave situación de la nación francesa, en la que las órdenes del Gobierno no son obedecidas y los grupos de los maquis proclaman con descaro sus fines de proclamar la República soviética francesa, para lo que dicen contar con el apoyo de la URSS, es harto elocuente en estos difíciles momentos.

Destruida Alemania y consolidada por Rusia su posición preponderante en Europa y Asia, así como consolidada la de Norteamérica en el Atlántico y el Pacífico como nación más poderosa del Universo, los intereses europeos padecerían la más grave y peligrosa de las crisis ante una Europa quebrantada.

Conviene destacar que España es un país estratégico, sano, viril y caballeroso. Un país que ha demostrado sus reservas espirituales y sus tesoros de valor y de energía. Uno que tiene una voluntad de ser, que no abriga ambiciones bastardas, que ama la paz y que conoce cómo debe guardarla. Un país que cree que su interés y el de Inglaterra están en entenderse, que conoce el valor de la amistad inglesa y que sabe el que tiene la suya”.

 

Aunque Winston Churchill le agradeció la neutralidad de España durante la II Guerra Mundial al contestarle que “no olvido que la actitud española no se opuso a nosotros en dos momentos críticos de la guerra. A saber: el momento del derrumbamiento de Francia en 1940 y cuando se produjo la invasión anglo-americana del norte de África, en 1942”. Rehusó el ofrecimiento al afirmar que “la política del Gobierno británica se funda firmemente en el Tratado anglo-soviético de 1942 y considera la permanencia de la colaboración anglo-rusa dentro del armazón de la futura organización mundial, como esencial. Y no solamente a sus intereses, sino también a la futura paz y prosperidad de Europa en su conjunto”.

Una de las conclusiones del tratado de Postdam fue vetar a España en las Naciones Unidas. Gran Bretaña no restableció relaciones hasta 1953. Por su parte los Estados Unidos, aunque oficialmente las rompió también en Postdam, en secreto negoció con Franco la implantación de bases militares en España a cambio de ayudas económicas. Oficialmente se reanudaron las relaciones en el pacto de Madrid de 1953.

Pietro Badoglio al dimitir, fue olvidado por una Italia dividida entre vencedores y vencidos. Aquellos que habían quedado bajo la República de Saló perdieron la guerra y esto era traumático para una país que intentaba reunificarse. Sobre Badoglio los llamados fascistas consideraban que era un traidor. Los otros consideraban que era un fascista. Por eso vivió confinado en Villa Grazzano, concediendo muy pocas entrevistas. Ahí tuvo tiempo de escribir una autobiografía, Italia en la Segunda Guerra Mundial, para justificar lo que hizo. En el más absoluto anonimato falleció el 1 de noviembre de 1956. Sus últimas palabras fueron “esta vez sí que me voy”. En la Italia que surgió después de la II Guerra Mundial -muy fracturada ideológica y civilmente- Badoglio era un personaje difícil de encajar y, por eso, nunca fue restituida su imagen pública.

Así pues, ambos personajes tuvieron dos caminos paralelos, al menos en esos momentos claves de la II Guerra Mundial. A diferencia de Badoglio -cuya carrera ya estaba amortizada- la de Franco fue reconocida por las potencias que le dieron la espalda en 1945 por dos aspectos. Por ser España un enclave estratégico en Europa y por su lucha contra el comunismo. Esa importancia estrategia permitió que cambiaran su parecer y pasara de ser considerado colaboracionista de la Alemania nazi a aliado indispensable de los Estados Unidos.

Autor

César Alcalá