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Jamás en la Historia un Rey se había humillado de tal modo a su enemigo

 

“Jamás, jamás, jamás” exclamó el general Prim cuando en 1869 en las Cortes alguien se levantó para defender la vuelta de los Borbones…y es que don Juan Prim, como las personas más preparadas y cultas, de aquella España del siglo XIX, que vivió una Guerra Civil permanente, conocía las cartas que el Rey “Felón” le había escrito al Emperador Napoleón, cuando vivía un exilio dorado (“Vos, Talleyrand preocupaos de que no les falte comida y mujeres, porque ese fantoche no necesita más”). Como el lector comprobará enseguida no se puede caer más bajo y más rastrero, ya que cuando escribe los españoles se están matando por él contra los ejércitos del francés por defender la Corona que él arrastraba por el fango. Ciertamente, jamás un español podía caer más bajo que felicitar a un Rey impuesto, José I, el hermano del Emperador, y desearle los mayores éxitos (éxitos que eran batallas que ganaba contra sus súbditos españoles)

 

Carta  de Fernando VII a Napoleón por su boda con la Archiduquesa María Luisa de Austria.

“Os dirijo, V.M.I.y.R  esta súplica para asistir a vuestra boda y a la ceremonia de mi padre, mi protector y mi soberano… Estad persuadido, V.M.I.y.R  , que durante mi vida entera apreciaré esta gracia como una prueba evidente de vuestra ternura y de vuestra solicitud paternal por mi persona.”

 

Valencey 21 de marzo de 1810.

Señor: con la más viva alegría he recibido la importante noticia del matrimonio de V. M. I. y R. con la archiduquesa María Luisa. Mi profundo y sincero afecto a vuestra persona me hace celebrar con más fuerza que puedo expresarlo, un acontecimiento tal feliz que asegura a la vez la ventura de V. M. I. y R. Y la de sus pueblos, y que prepara en fin la prosperidad de la Europa entera.

Permitidme, pues señor, que una mi voz a las aclamaciones de amor y de júbilo que resuenan en vuestro trono, y que os manifieste en nombre de mi hermano y de mi tío, como igualmente en el mío, los sentimientos de que nos hallamos sinceramente penetrados, y los ardientes votos que formamos por vuestra conservación y la de vuestra augusta esposa, ¿Me atreveré a recordar a V. M. I. y R., en ocasión tan solemne, que mi deseo más ardiente, el que me ocupa sin cesar, es el de obtener el permiso para pasar a París para ser testigo del matrimonio de V. M. I. y R.? Tanta bondad excitaría mi eterno reconocimiento, y serviría para probar a toda Europa el amor sincero que profeso a vuestra augusta persona, y que permaneceré siempre fielmente adicto a V. M. I. y R.

Os dirijo, señor, esta súplica con la más perfecta confianza, y espero conseguir, como una prueba especial de bondad, el permiso para asistir a la augusta ceremonia del matrimonio de mi padre, mi protector y mi soberano.

 Si logro este permiso, tan vivamente deseado, podré llevar a mi retiro el recuerdo venturoso y consolador para mi alma de haber, en ocasión tan próspera y tan imponente, gozado de las prerrogativas de príncipe francés, y este favor doblará el precio que doy a tan glorioso título.

Estad persuadido, señor, que durante mi vida entera apreciaré esta gracia como una prueba evidente de vuestra ternura y de vuestra solicitud paternal por mi persona. Aprovecharé también para dar a conocer la franqueza y la sinceridad de mi conducta, para confirmar la buena opinión de que deseo gozar con V. M. I. y R., y para confundir a sus enemigos.

He encargado al conde d´Alberg poner en vuestras manos esta carta y renovar de viva voz los sentimientos aprobando de antemano cuanto tenga la dicha de deciros sobre este punto. Creo mi deber aprovechar esta ocasión para asegurar a V. M. I. y R. que sentimos vivamente la ausencia del conde d´Alberg, porque su conducta para con nosotros nos ha inspirado un afecto y una estimación al conde justamente merecidos.

Señor, deposito en el seno de V. M. I. y R. los votos más ardientes por la prosperidad de su reino y los sentimientos de la adhesión más respetuosa y absoluta a vuestra persona. Soy etc. – firmado – Fernando.

 

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Y ahora la carta que unos meses después le dirige al Emperador, en la que ya su indignidad y su petición es una verdadera felonía, como puede comprobarse fácilmente leyendo el texto.

“Permitidme, Señor, M.I.y.R. que le solicite y se digne unir mi destino al de una Princesa francesa de su elección y con esa unión la Europa entera se convencerá de mi inalterable respeto a la voluntad de V.M.I.y.R.”

 

Carta de Fernando a Napoleón agradeciendo la publicación de sus cartas en el Monitier.

“Señor: Las cartas publicadas últimamente en el Monitor, han dado a conocer en el mundo entero los sentimientos de perfecto amor de que estoy penetrado a favor de V. M. I. Y R. y, al propio tiempo, mi vivo deseo de ser vuestro hijo adoptivo. La publicidad que V. M. I. se ha dignado dar á mis cartas, me hace confiar que no desaprueba mis sentimientos, ni el deseo que he formado y esta esperanza me colma de gozo.

Permitid, pues señor, que deposito en vuestro seno los pensamientos de un corazón, que no vacilo en decir­lo, es digno de perteneceros por los lazos de la adopción. Que V. M. I. y R. se digne unir mi destino al de una princesa francesa de su elección, y cumplirá el más ar­diente de mis votos. Con esta unión, a más de mi ventu­ra personal, granjearé la dulce certidumbre de que toda la Europa se convencerá de mi inalterable respeto a la voluntad de V. M. I., y de que V. m. se digna pagar con algún retorno tan sinceros sentimientos.

Me atreveré a añadir que esta unión y la publicidad de mi dicha, que daré a conocer a la Europa, si V. M. lo permite, podrá ejercer una influencia saludable sobre el destino de las Españas, y quitará a un pueblo ciego y furioso el pretexto de continuar cubriendo de sangre su patria en nombre de un príncipe, el primogénito de su antigua dinastía, que se ha convertido por un tratado, solemne, por su propia elección, y por la más glorio­sa de todas las adopciones, en príncipe francés, e hijo de V. M. I. y R.

Me atrevo a esperar, señor, que tan ardientes votos y un afecto tan absoluto tocarán el corazón magnánimo de V. M., y que se dignará hacerme participe de la suerte de cuantos V. M. ha hecho felices.

«Señor, deposito etc. — Fernando — Valencey 3 de Mayo de 1810».

Por la transcripción Julio MERINO

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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