20/05/2024 12:05
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Llevo días, ya meses, pensando y meditando sobre lo que está viviendo el ex-Rey (lo de «Rey emérito» suena a chino, por no decir cachondeo), que de ser Jefe del Estado, ser aplaudido y agasajado por todos, tener los bolsillos rebosantes y al alcance de sus manos «las más bellas huríes del Profeta» a verse vilipendiado, abandonado (por su hijo, el primero) criticado, perseguido por tirios y troyanos, denunciado (por sus huríes, las primeras) y encerrado en una jaula (aunque sea de oro negro) debe ser un drama, una tragedia psíquica, una situación esperpéntica y una incitación al suicidio.

         

Y tengo que decir que por mi mente pasa de todo, desde que me dé pena hasta que pida la prisión perpetua… y hasta algo más salvaje o revolucionario: que le corten las manos por robar (como hacen los yijadistas), que le capen (como hacía la Inquisición) o que le lleven a la guillotina (como a su pariente Luis XVI de Francia).

Sí, de todo ha pasado y está pasando por mi cabeza… pero, me estoy dando cuenta que al final lo que más le cuadra a su comportamiento es aquello de los asesinos de Viriato y Roma.               

Veamos, antes de seguir, qué fue y cómo fue aquello que dejó para la Historia la frase, quizás, la más pronunciada en el mundo entero: «Roma no paga traidores».            

Sucedió entre los años 150 y 137 a. de C. y ¡cómo no! en España (ya Hispania, ya Iberia, ya al-Andalus, ya Lusitania o «la casa de la Bernarda»).      

Lo cuenta muy bien el cronista romano Diodoro:

 

“Cuando Roma pretendía hacerse con el dominio de la Península, los romanos que ya controlaban el Mediterráneo en la actual Portugal se enfrentaron al poder y lucharon a muerte contra el invasor. Lo que hoy es la Península Ibérica, era conocida como Iberia por los griegos. Aquel territorio lo habitaba un pueblo de pastores, los lusitanos que luchaban por la simple supervivencia de su forma de vida, de sus tierras y de su independencia.

No sabemos los motivos exactos, pero el caso es que el pretor romano Galba tendió una trampa a los jefes lusitanos haciendo una escabechina entre ellos. De esta traición nacería un personaje que se haría famoso en toda la Península Ibérica; su nombre Viriato (Viriathus). No se sabe su lugar de nacimiento, pero se cree que sería sobre el 180 a.c. siendo asesinado por los romanos en el 139 a.c.

En uno de mis viajes me hablaron que Viriato era un pastor lusitano que venció a los romanos en repetidas ocasiones, ciertamente así debió ser, pero también demostró ser un estratega de primer orden, estableciendo una guerra de guerrillas que unido al conocimiento del terreno, y a la movilidad de sus guerreros, permitió vencer uno tras otro a todos los generales romanos que le iban enviando.

 

Así durante el periodo del 147 al 139 antes de Cristo, venció sucesivamente a Cayo Vetilio, Cayo Plancio, Unimanus y Cayo Nigido, todos enviados por Roma para aniquilarlo. Por útlimo Serviliano Cepión llegó a un tratado de paz con Viriato, pero el senado de Roma no quiso ratificarlo y así Marco Pompilio Lenas sobornó a Àudax, Ditalco y Minurus que habían sido enviados por Viriato al campamento romano para firmar la paz.

A la vuelta de los traidores al campamento de Viriato, estos lo mataron mientras dormía.  

Cuando los asesinos fueron en busca de la recompensa prometida por Marco Pompilio, el cónsul Escipión ordenó que fueran ejecutados por traidores, al tiempo que les decía «Roma no paga traidores».

Pues, de traición hay que hablar cuando se repasa la vida del ex-Rey, porque ¿acaso no fueron una traición pura y dura sus perjurios? (acción de jurar en falso, romper un juramento con intenciones bastardas o a cambio de…). ¿acaso no traicionó a su padre, que le dio la vida, y a Franco, el hombre que le dio la Corona, y al profesor que lo hizo Rey (y luego lo dejó morir de pena)… y hasta a la madre de sus hijos?            

Porque volvamos los ojos atrás y veamos los juramentos que hizo «libremente» y ante los Santos Evangelios.

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1969Presidente de las Cortes: «EN NOMBRE DE DIOS Y SOBRE LOS SANTOS EVANGELIOS, ¿JURAIS LEALTAD A SU EXCELENCIA EL JEFE DEL ESTADO, FIDELIDAD A LOS PRINCIPIOS DEL MOVIMIENTO NACIONAL Y DEMÁS LEYES FUNDAMENTALES DEL REINO?

Príncipe Don Juan Carlos: «SI, JURO LEALTAD A SU EXCELENCIA EL JEFE DEL ESTADO Y FIDELIDAD A LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL MOVIMIENTO Y DEMAS LEYES FUNDAMENTALES DEL REINO».

 Presidente de las Cortes: «SI ASI LO HICIEREIS, QUE DIOS OS LO PREMIE, Y SI NO, OS LO DEMANDE».  

 Después tomó la palabra el Príncipe y leyó un discurso para la Historia, que entre otras cosas decía:

 

 «Mi general, señores Ministros, señores procuradores: plenamente consciente de la responsabilidad que asumo, acabo de jurar, como sucesor a título de Rey, lealtad a Su Excelencia el Jefe del Estado y fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales del Reino.    

QUIERO EXPRESAR, EN PRIMER LUGAR, QUE RECIBO DE SU EXCELENCIA EL JEFE DEL ESTADO Y GENERALISIMO FRANCO,LA LEGITIMIDAD POLITICA SURGIDA EL 18 DE JULIO DE 1936, EN MEDIO DE TANTOS SACRIFICIOS,DE TANTOS SUFRIMIENTOS,TRISTES PERO NECESARIOS, PARA QUE NUESTRA PATRIA ENCAUZASE DE NUEVO SU DESTINO… 

Mi general: desde que comencé el aprendizaje de servicio a la Patria me he comprometido a hacer del cumplimiento del deber una exigencia imperativa de conciencia. A pesar de los grandes sacrificios que esta tarea pueda proporcionarme, estoy seguro que MI PULSO NO  TEMBLARA para hacer cuanto fuere preciso en defensa de los Principios y Leyes que acabo de jurar».  Con lo cual quedaba claro que el Príncipe Don Juan Carlos se inclinaba y aceptaba la única Monarquía posible: ¡ la de Franco¡. ¡Qué barbaridad¡, leído todo esto  40 años más tarde. Pero, ahí están los hechos. Eso fue lo que JURO el Príncipe Juan Carlos y eso fue lo que provocó el mayor aplauso que se recuerda en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo. Porque aquellos procuradores (que no diputados) se salieron convencidos de que el futuro Rey  sería el Rey de Franco, aunque Franco se muriese. Claro que aquella tarde, en la Tribuna de Prensa, estaba Lucio Anneo Séneca para decir una sola frase: «ESTA CLARO, EL PODER A CUALQUIER PRECIO JAMÁS ES CARO».

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1975:  Presidente de las Cortes: «Señor, juráis por Dios y sobre los Santos Evangelios cumplir las leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los Principios que informan el Movimiento Nacional?…

 

Don Juan Carlos respondió: » JURO POR DIOS Y SOBRE LOS SANTOS EVANGELIOS CUMPLIR Y HACER CUMPLIR LAS LEYES FUNDAMENTALES DEL REINO Y GUARDAR LEALTAD A LOS PRINCIPIOS QUE INFORMAN EL MOVIMIENTO NACIONAL». 

 

A lo que el Presidente respondió con la fórmula convencional: » Si así lo hicierais que Dios os lo premie y si no que os lo demande». Y añadió: » En nombre de las Cortes Españolas y del Consejo del Reino manifestamos a la Nación española que queda proclamado Rey de España Don Juan Carlos de Borbón y Borbón, que reinará con el nombre de Juan Carlos I.  

Señores Procuradores, Señores consejeros, DESDE LA EMOCION EN EL RECUERDO A FRANCO… ¡Viva el Rey¡ ¡¡¡Viva España¡¡¡».              

Y al terminar de leer sus juramentos y repasar su comportamiento como Rey sólo cabe un adjetivo que le defina: ¡¡¡ TRAIDOR!!!… este hombre ha sido un traidor… y como tal se merece lo que aquellos capitanes que asesinaron a traición al general que los había encumbrado con nocturnidad y por unas cuantas monedas de oro:        

¡Señor, ROMA NO PAGA TRAIDORES!…y tiene lo que se merece. ¡A la cárcel!

 

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.