17/05/2024 04:50
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Pedro Sánchez ha pasado de ser una pieza sobrante en el tablero político de la España de hace siete años, a ser el tirano que hoy tiene el Estado en propiedad y a la ciudadanía en un puño. Incontables trampas y traiciones, impunidad y, sobre todo, apoyos exteriores, especialmente globalistas, han sido sus triunfos y con ellos ha podido envidar sin riesgo. Tanto las instituciones como los editorialistas que ayer lo denostaban y daban políticamente por muerto, hoy comen en su mano y le dedican convenientes silencios o loas sin fin. Además, Pedro Sánchez tiene la comprensión de una militancia malvada y fanática, ya empapada del peor sectarismo desde los tiempos de Zapatero. Una militancia guerracivilista que anhela la extinción social y vital del adversario.

Para los feroces líderes del socialcomunismo y para sus cómplices y seguidores no menos sanguinarios, la democrática Transición fue la argucia necesaria para iniciar el «cordón sanitario» y lograr la desaparición de los «fachas y franquistas», epíteto dedicado a todos sus sinceros oponentes. Y ya están a punto de conseguirlo con la imprescindible colaboración de los adoctrinadores de «El País» y demás «Países», colegas y propagandistas oficiales, excrementos y excrecencias mediáticas venales.

Todos ellos han entendido y programado la Transición como su revolución pendiente, y la mantendrán viva, ya queda muy poco, hasta concluir lo que Franco les impidió perpetrar en su día. La Transición ha sido para ellos, en definitiva, la fórmula indispensable para efectuar la derrota retrospectiva de la España nacional, libre y unida.

Observando, durante el transcurso de su nueva investidura, la chusca jactancia de este peripatético y aciago personaje que conocemos como Pedro Sánchez, es fácil deducir que se siente protegido por cofradías y contubernios más o menos sigilosos y secretos, además de por la justicia prevaricadora que padece España. Y como, dado lo cual, el infatuado presidente no da aspecto, por el momento, de salir de la Moncloa con los brazos en alto, todos los españoles de espíritu libre, estén donde estén y representen lo que representen, deben ponerse a la faena para lograr la destrucción del diantre y de los suyos, pues les va en ello la hacienda y la vida.

Bienaventurados aquellos que ponen todos sus afanes en la justicia, escribió Dante en su Comedia. Son, por ello, los españoles de bien, conscientes de que con los socialcomunistas no es posible el diálogo, ni la indecisión ni el despiste, quienes han de hacerlo, sin contar con la deleznable Uropa de Bruselas, que forma parte de la trampa, ni con las llamadas derechas, encenagadas hasta los ojos en su cobardía y en su incoherencia e hipocresía moral, ni con la inane Corona ni con los ejércitos emasculados, que, de momento, están a lo suyo.

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Contra el odio y los mecanismos liberticidas del frentepopulismo, la imperiosa dedicación de los patriotas será la de consolarse metiendo a estos diantres en el horno, pues la historia no es la primera vez que se ha tragado a otros tiranos. Por tanto, no se debe cejar en la rebeldía, en la insurrección cotidiana, aunque hoy por hoy sea minoritaria, conscientes de que torres infinitamente más altas que Pedro Sánchez han caído; conscientes también de que la espada del destino no hiere nunca demasiado pronto ni demasiado tarde, como les suele parecer a quienes esperan con temor o con deseo, sino a la hora exacta prevista por el fatalismo del orden natural de las cosas.

Muchos españoles, ya mayores, aún esperan vivir lo suficiente para ver a los diablos tras las rejas, cociéndose en su propia ostentación y prepotencia, y lo que más les empuja a seguir viviendo es la curiosidad por comprobar cómo se conseguirá el enchiqueramiento, y cuál será el régimen de la condena, si colgados de los pies o de la cabeza, políticamente hablando. Y con la curiosidad también de cuál será la participación justiciera de la Providencia, o la de los nuevos y honrados líderes que sin duda habrán de emerger, e incluso la del infame pueblo, la de la prensa pesebrista, la de los diversos gurús tutelares, interiores y exteriores, la de los recogemigajas de la intelectualidad y la cultura y las de los poderes uniformados y armados.

Porque para Pedro Sánchez, que según proclama la voz popular es el mejor presidente de Marruecos y el más complaciente y ambicioso esbirro de la Agenda 2030, no ha comenzado ahora su segundo mandato presidencial, sino su agonía. Él, como cualquier hombre que ha logrado el objeto de sus deseos, puede ser ya feliz, pero la necesidad de conservar lo que se ha alcanzado es un tormento. La ambición política, como el paraguas que se sostiene en la mano, no preserva de una preocupación sino a costa de otra. Y durante esa agonía le veremos padecer por el final de su gloria, junto con sus palmeros; pero eso sí, devastando a España y a los españoles libres mientras se consuma su extinción.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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Geppetto

Hay que ser…me callo porque solo me vienen tacos y palabrotas
Sanchez esta agonico?
Hay que ser majadero para escribir esto
La que esta agonizando es España so memo

Aliena

Buen artículo, un placer leerlo, y me ha gustado mucho el verbo «enchiquerar». Pero no puedo estar de acuerdo con el colofón, tampoco yo creo que Pedro Sánchez agonice sino que disfruta extraordinariamente con lo que tiene – mientras se admira y se ama – que no es, siquiera, el último objetivo, tan sólo un estadio más. Pues opino que Sánchez aspira a ocupar un puesto más alto, cuando remate la impagable labor de destruir España, y en el exterior, a un nivel más «global».

Última edición: 5 meses hace por Aliena
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