Getting your Trinity Audio player ready...
|
José María Pérez es sacerdote. Entre sus múltiples destinos se encuentran Pontevedra, Murcia y Madrid. Su pasión por el cine se remonta a su infancia, cuando vio por primera vez Dumbo y quedó fascinado por ella. En algún momento de su vida quiso dedicarse al séptimo arte, pero Dios le llamó a servirlo como presbítero. No obstante, ha seguido cultivando esta afición, pues ha colaborado activamente en diversas publicaciones –radiofónicas, de internet o de prensa– dedicadas a ella. Con este libro, pues, conjuga de alguna manera ambas facetas: la religiosa y la cinematográfica.
¿Por qué un libro sobre cine?
El cine tiene un poder educador increíble. No son pocas las personas que forjan sus ideas en base a lo que han visto en una película. Para bien o para mal, tenemos el ejemplo de El código Da Vinci, que, junto con la novela en que se inspira, hizo creer a auténticas multitudes que la Iglesia se erige sobre una gran mentira. De alguna manera, pues, el propósito de mi libro consiste en educar en la fe a través de estos cien largometrajes. En cuanto al número, es solo una cifra redonda. Al principio pensé en presentar 125 títulos, pues en 2020 conmemoramos el 125º aniversario del nacimiento del cinematógrafo, pero creo que esta centena es suficiente para que el lector se haga una idea de lo que ha supuesto el género religioso en los anales del celuloide.
¿Cuáles han sido los criterios de selección?
Los criterios de selección han sido principalmente tres. El primero, el ordenamiento cronológico: como verá el lector, los títulos están dispuestos conforme a su fecha de estreno (de este modo, comenzamos con Vida y pasión de Jesucristo, que fue rodada en 1903, y terminamos con Unplanned, que es de 2019); esto nos sirve para ir conociendo la evolución del género religioso a lo largo de la historia (no son las mejores cintas de las diferentes décadas, pero sí las más representativas o influyentes). El segundo criterio es la temática: con cada título he procurado abordar un asunto de interés para el católico –el aborto, la eutanasia, la historia de la Iglesia, las vidas de santos, fe y razón, etcétera–, de manera que le sirvan de instrucción, como hemos indicado antes. La tercera norma ha sido la exclusividad, es decir, he procurado que estos temas no se repitan, para que cada uno de los cien largometrajes aporte un nuevo conocimiento al espectador (de este modo, por ejemplo, si ya hay una película sobre san Francisco de Asís, no pongo otra, aunque sea mejor –por razones obvias, omito esta regla con los filmes dedicados a Jesucristo–).
Háblenos de la verdadera influencia del cine en la sociedad.
Indudablemente, el cine influye mucho en la sociedad. Gracias a él, se han forjado opiniones –recordemos lo que hemos dicho antes sobre El código Da Vinci– y se han afianzado valores. Por poner solo un ejemplo, el celuloide español de los años 50 fue eminentemente religioso, pues con él se pretendía fomentar los valores morales de nuestra fe (en esa fecha se estrenaron grandes títulos como La señora de Fátima, El Judas, Balarrasa o Marcelino, pan y vino –todas ellas, presentes en el libro–). Actualmente, empero, asistimos a una deconstrucción de esos mismos valores con el fin de imponer otros, y la gran pantalla también está colaborando activamente en esta empresa, con la aquiescencia de los espectadores: ¿en qué cinta comercial no aparece ya una pareja homosexual, una mujer liberada, una familia interracial, etcétera?
Es un hecho evidente la existencia de una ingeniería social anticatólica y el cine es uno de los medios más poderosos.
Es un hecho evidente, sí. A lo dicho con anterioridad acerca de los nuevos valores que se están inoculando a través del cine –y otros medios–, debo añadir la ofensiva anticatólica. Pongamos por ejemplo la cinta Tolkien, que está en mi libro: en ella, se hace solo una mención implícita al catolicismo del escritor, pese a que fue fundamental en su vida y obra. ¿Se avergüenzan de decir que una de las personas más influyentes de la literatura universal era católica?, ¿no quieren que se sepa para restarle importancia a la fe cristiana? Lo que hicieron con esa cinta fue alterar la verdad con fines aviesos. Si está en mi texto es, precisamente, para delatar esa situación que estamos viviendo hoy: se tergiversa la realidad para crear una nueva verdad. Fuera del ambiente eclesiástico, ¿quién sabe actualmente que Tolkien era católico y que su obra está vertebrada por su fe? Son muchos los que piensan que pretendemos alterar la realidad para adaptarla a nuestra fe, pero es justamente al revés: son ellos los que la adaptan para evitar que la fe tenga relevancia.
¿Cuál es a su juicio la película católica más influyente de la historia?
Quizás la cinta cristiana que más influencia ha tenido a lo largo de la historia sea El rey de reyes (no confundir con Rey de reyes). Se trata de una película rodada en 1927 que desterró para siempre el hieratismo con el que era presentado el Señor en la gran pantalla. En efecto, hasta el momento, la imagen de Jesucristo estaba nimbada por un halo de santidad tan extremo –entiéndase lo que quiero decir– que lo hacía completamente ajeno al espectador: ¿dónde estaba el hombre-Dios que se encarnó para ser igual que nosotros? En este filme, sin embargo, vemos a un Mesías que sonríe, que juega con los niños, que hace bromas con los discípulos, etcétera; en definitiva, le otorgó la faceta humana de la que antes se había prescindido. Y esta es la imagen que ha pervivido en la retina del espectador hasta el estreno de La pasión de Cristo –que quizás sea la segunda cinta cristiana más influyente de la historia–, que le ha devuelto a Jesús la solemnidad que evidentemente tenía, pero sin olvidar esa dimensión humana (¿quién no lo recuerda bromeando con su Santísima Madre?).
Más recientemente La pasión de Mel Gibson ha provocado numerosas conversiones, incluso vocaciones al sacerdocio.
Sin lugar a dudas, La pasión de Cristo es una película providencial; como usted bien ha indicado, no solo suscitó –y sigue suscitando– multitud de conversiones, sino que también ha impulsado –e impulsa– numerosas vocaciones al sacerdocio. Y es normal que así sea, pues, a mi juicio, es la película perfecta sobre el Señor, no le falta ni le sobra nada; según parece –aunque esta noticia no está contrastada, pese a que sea plausible–, incluso el papa san Juan Pablo II afirmó tras verla que se trataba de la representación más fiel de los últimos días de Cristo en la tierra. La verdad siempre es atractiva, por eso, al ser una recreación detallada de la realidad, conmovió el corazón de miles de espectadores.
También es una película profética (stricto sensu), pues le delató al mundo sus excesos, su apartamiento de Dios, su olvido de los asuntos celestiales; le ofreció una imagen real del Mesías, de su misión, de los pecados nuestros que lo condujeron a la cruz…, y eso no le gustó. La prueba está en que, después de estrenarse, comenzó una persecución sistemática contra Mel Gibson –su director– y Jim Caviezel –el intérprete de Jesucristo–, que no se han recuperado todavía del ostracismo artístico al que se vieron sometidos (Gibson intentó estar de nuevo en el candelero mediante Hasta el último hombre, pero aún no ha recuperado el prestigio del que gozaba antes; y Caviezel intenta sobrevivir mediante cintas de bajo presupuesto –Onyx, los reyes del grial, Todo por Grace, Pablo, el apóstol de Cristo…–, pese a que antes de La pasión se postulaba como una gran estrella).
Algunos creen que no existe propiamente el género de cine católico, sino solo hay buenas y malas películas. ¿Usted que opina?
Creo que el cine religioso no fue antaño un género en sí mismo, pero hogaño ha cambiado la situación. Antes, es verdad, las películas no se encasillaban dentro de esa temática, sino que esta formaba parte del argumento de la cinta: por ejemplo, Siguiendo mi camino es en realidad una suerte de musical protagonizado por un sacerdote; Forja de hombres es un drama biográfico sobre la educación católica en Estados Unidos; La ley del silencio muestra la tragedia de los estibadores norteamericanos, o Quo Vadis no deja de ser una cinta histórica sobre el incendio de Roma y la vida de los primeros cristianos. Pero actualmente sí que es un verdadero género independiente, puesto que las cintas que se adhieren a él pretenden educar sin tapujos en la fe; la religión ya no es algo secundario en ellas, sino lo principal. No obstante, debemos aclarar que, en este sentido, el catolicismo ha perdido fuerzas frente al evangelismo, que es la vertiente que en la actualidad acapara el cine religioso que llega a nuestras pantallas: Prueba de fuego, La cabaña, Dios no está muerto. Una luz en la oscuridad, La canción de mi padre, Unplanned, etc. Esto no es algo malo, pues no es un cine anticatólico; de hecho, es muy bueno, porque, de alguna manera, combaten a nuestro lado contra la sociedad posmoderna que nos está siendo implantada.
¿Por qué usted ha denunciado la crisis y decadencia del cine religioso?
Es evidente que lo está, pues la religión ya no tiene el peso de antes en la gran pantalla; de alguna manera, hoy se evita todo lo que tenga un tufillo religioso (ya hemos visto el ejemplo de Tolkien, pero recordemos también cintas como Lo imposible o Un monstruo viene a verme, donde no se habla en ningún momento de Dios, pese a que sus argumentos así lo exigen: respectivamente, el reencuentro providencial de una familia tras el tsunami de Tailandia en 2004 y la muerte de una madre). Pero me preocupa más el interés que subyace detrás de todo esto, pues no solo se omite lo que tenga que ver con la religión –la religión tradicional, claro está, porque esta ha sido sustituida por sucedáneos espirituales–, sino que hay un empeño bastante obvio por ridiculizarla, especialmente en lo que a la fe cristiana se refiere. Hace poco se estrenó en Netflix la cinta La primera tentación de Cristo, en la que se presentaba a un Jesús homosexual, amén de un mayor número de blasfemias: ¿por qué no hacen una parodia de la vida de Mahoma? Por supuesto, sería igualmente deplorable, pero indica que la fe cristiana es la que realmente incomoda, no otra.
Respecto a esto, cabe destacar la posición anticristiana de muchas distribuidoras españolas, que no traen a nuestro país cintas religiosas que han gozado de mucho éxito en el suyo. Por ejemplo, la cinta Dios no está muerto. Una luz en la oscuridad forma parte de una trilogía que aún no conocemos en nuestro suelo; La canción de mi padre llegó a nuestras salas con un año de retraso, y Prueba de fuego no ha sido doblada aún a nuestro idioma (eso sí, existen copias dobladas por actores hispanoamericanos). Por cierto, todas ellas, grandes éxitos de taquilla en Estados Unidos. ¿O qué me dice del caso de Unplanned, que fue prohibida en varios países y perseguida en numerosos estados norteamericanos, y que llegó de manera muy limitada –y muy tarde– a España?
Por suerte, hay distribuidoras como Bosco Films que se arriesgan a traer cintas religiosas, pese al menosprecio que ello supone: La canción de nuestra vida, La isla de los monjes, Éter, El vendedor de sueños, Mi hermano persigue dinosaurios…
En España hubo a mediados del siglo XX una gran industria del cine, en donde se produjeron grandes películas católicas.
Por supuesto que la echo de menos. Sinceramente, creo que se trata de la verdadera edad de oro del celuloide patrio. No solo era un tipo de cine que fomentaba nuestra fe, sino que estaba rodado de manera magistral. De aquella época son grandes autores como Rafael Gil, que incluso gozó de prestigio internacional. Por ejemplo, ¿sabía usted que su cinta La señora de Fátima fue vista por el papa Pío XII, que reclamó luego su presencia para darle la enhorabuena? O mejor aún, ¿sabía que tuvo mucho éxito en Estados Unidos, donde incluso se rodó un remake, titulado El mensaje de Fátima? ¿O qué me dice de su película La guerra de Dios, de la que muchos dicen que se encuentra en la base de La ley del silencio? Era un tipo de cine honesto, trabajado, con guionistas y directores excepcionales…, pero que hoy es tildado de franquista, para que sea menospreciado por el espectador.
Esto es sin duda un fenómeno muy curioso. Innegablemente, el cine español de los años 50 supera con creces al actual, que está inmerso, por cierto, en esa suerte de empresa antivalores que estamos viviendo. El de hoy es feísta y está muy ideologizado, pero se autopresenta como novedoso, rompedor y artístico. Nadie lo ve, pero se premia a sí mismo y le hace creer al espectador que, si no le gusta, es retrógrado. Es un cine sectario y abominable, y como no tiene parangón con el anterior, se dedica a injuriarlo, para que sea odiado y nadie pueda creer ni por asomo que era mejor que este. Pienso en Raza, quizás una de las mejores cintas de los anales de nuestro cine (hoy, vilmente tachada de fascista, pese a que presenta un drama generacional estupendo); en Frente de Madrid, que antecedió en un lustro al neorrealismo italiano (hasta Rossellini admitió que se inspiró en ella para grabar Roma, ciudad abierta, que es considerada la cinta inaugural de este movimiento); en Rojo y negro, que bebió a espuertas de la teoría cinematográfica de Einstein y que, por ende, la dio a conocer en nuestro país, o en Marcelino, pan y vino, cuyo éxito se llegó a notar incluso en Japón, donde la honraron mediante un anime. Eso es imposible en el cine español de hoy; por eso sus autores odian al de antes, porque les hace sombra.
Quizá el gran problema actual del cine católico sea la falta de financiación.
Esas son lides en las que me pierdo; por eso, cada vez que me preguntan algo similar, siempre recurro a lo que me dijo un amigo muy versado en ellas: «El cine tiene que ser completamente independiente, una verdadera industria que no dependa de la injerencia de ningún Estado; porque, de otro modo, este siempre querrá un tipo de películas que le agrade a él, no al público». Mutatis mutandis, lo mismo se podría decir del cine religioso: cuanto más independiente, mejor, puesto que será realizado por católicos para católicos. Es una pena que se relegue a un círculo tan minoritario, pero siempre será más libre para hacer la película que se quiera, no la que le impongan.
Para adquirir el libro:
https://homolegens.com/libro/100-peliculas-cristianas/
Autor
-
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.
Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.
Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
Últimas entradas
- Actualidad21/11/2024Espectacular encuentro de un joven con la luz de Dios desde las tinieblas del nihilismo más absoluto. Por Javier Navascués
- Actualidad20/11/2024El general Blas Piñar analiza como la transición aceleró la decadencia del Ejército Español. Por Javier Navascués
- Actualidad19/11/2024Teniente coronel Bendala: “Esta democracia lleva al libertinaje, a la corrupción y degeneración aberrante”
- Actualidad18/11/2024Lupe Batallán (influencer provida): “La pornografía goza de impunidad y la gente cree que no es dañina”. Por Javier Navascués