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Serge de Diaghilev nació en Sélischi el 31 de marzo de 1872. Era de familia acomodada. A temprana edad empezó a tomar clases de música con Rimsky-Korsakov. Este le pidió, por favor, que hiciera cualquier cosa en la vida, pero que nunca se dedicara a la interpretación musical. Diaghilev, conocedor de sus limitaciones, le escribió a su madre:

Soy:

1.- un charlatán para algunos lleno de brío,

2.- un adulto encantador,

3- un insolente,

4.- un hombre que posee mucha lógica y pocos escrúpulos,

5.- un ser afligido, me parece bien, de una ausencia total de talento.

Por otra parte, creo haber encontrado mi verdadera vocación: el mecenazgo.

Siguió los consejos de Rimsky-Korsakov y se dedicó al mundo de la música, siendo pieza clave, sin interpretar una sola nota. Sus inicios como mecenas empezaron en 1905. Ese año organizó una exposición de retratos rusos en San Petersburgo. Al año siguiente llevó una exposición de arte ruso al Petit Palais de París. En 1907 le tocó el turno a la música. Ese año fueron cinco conciertos de música rusa y al años siguiente llevó el Boris Godonov de Modest Mussorgsky, con el bajo Fedor Chaliaplin, a la Ópera de París.

Una fecha clave fue el 19 de mayo de 1909. En Le Châtelet se presentaban los Ballets Rusos con Danzas Polovctsianas, Le festin y Le pavillon d’Armide. Con coreografías de Michel Fokin y Anna Pavlova y Vaslav Nijinsky como máximas figuras. El 2 de junio volvieron a actuar. En esta ocasión con Les Sylphides y Cléopâtre, con el mismo elenco. El éxito fue abrumador. Nunca se había visto antes un espectáculo como aquel en París. Eso le permitió volver al año siguiente. El 20 de mayo de 1910 presentó en la Ópera de París el ballet Carnaval. Los días 4, 18 y 25 de junio los ballets Schéhérezade, Giselle, El pájaro de fuego y Les orientales. Como en el año anterior las coreografías eran de Fokin y Pavlova-Nijinsky volvieron a deslumbrar al público parisino.

De 1911 a 1929 estrenó Le spectre de la rose, Narcise, Sadko au royaume sous-marin, Petrushka, El lago de los cisnes, Le Dieu Bleu, Thamar, L’après-midi d’un faune, Daphnis et Chloé, Jeux, La consagración de la primavera, Tragédie de Salomé, Papillons, Le légende de Joseph, Le coc d’or, Le Rossignol, Midas, Solei de nuit, Las meninas, Kikimora, Til Eulenspiegel, Feu d’artifice, Les femmes de bonne humeur, Les contes russes, Parade, La  boutique fantastique, El sombrero de tres picos, Le chant du rossignol, Pulcinella, Astruce fémenine, Chout, Cuadro flamenco, La Bella durmiente del bosque, La boda de la Bella durmiente del bosque, Renard, Mavra, Les noces, Les tantations de la bergére ou l’amour vainen, Le medicin malgre lui, Les Biches, Cimarosiana, Les Fâcheux, Une nuit sur le Mont Chause, Mercure, Le train bleu, Zéphyr et Flore, Les martelots, Barabau, La Pastorale, Jack in the box, Le chatte, Pas d’acier, Ode, Apollon musagéte, Gods go a-beggining, Le bal, Le fils prodigne.

La música de estos ballets era de Borodin, Rimsky-Korsakov, Glinka, Chaikovski, Glazunov, Mussorgky, Cherepnin, Chopin, Arensky, Schumann, Adam, Stravinsky, Weber, Grieg, Hahn, Balakiev, Debussy, Ravel, Schmitt, Strauss, Steinberg, Fauré, Liadov, Scarlatti, Satié, Rossini, Manuel de Falla, Cimarosa, Prokofiev, Montéclair, Gounod, Poulenc, Aurie, Milhaud, Dovkelsky, Auric, Rieti, Sauguet, Nobokov, Haendl.

La escenografía corrió a cargo de Nicholas Roerich, León Bakst, Alexander Benois, Alexander Golovin, Boris Anisfeld, Ofilon Redon, Nicholas Roerich, Sergei Sudeikin, Mistislav Doboujinsky, José María Sert, Natalia Goncharova, Mikhail Larionov, Carlo Socrate, Robert E Jones, Giacomo Bolla, Pablo Picasso, André Derain, Henri Matisse, Leopold Survage, Juan Gris, Marie Laurencin, Georges Braque, Henri Laurens, Coco Chanel, Pedro Pruna, Maurice Utrillo, Naum Gabo, Antoine Pevsner, George Jacubov, Peter Chelichev, Pierre Charbonnier, André Bauschant, Giorgio de Chirico, George Rovault.

Las coreografías fueron de Michel Fokin, Vaslav Nijinsky, Boris Romanov, Léonide Massine, Mikhail Larionov, Thadée Slavinsky, Marius Petipa, Bronislava Nijinska, George Balanchine, Serge Lifar.

Dirigieron la orquestra de los Ballets Rusos Emile Cooper, Nikolai Cherepnin, Paul Vidal, Gabriel Pierné, Pierre MOnteux, Désiré-Emile Inghelbrecht, Richard Strauss, René Baton, Ernest Ansermet, Anselm Goethe, Henry Delfosse, Maria de Albaicin, Gregor Fitelberg, Eduard Flament, Roger Désormière, Marc-Cesar Scotto, Igor Stravinsky, Sir Thomas Beechan.

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El cuerpo de baile lo formaron George Balanchine, Adolphe Bolm, Carlotta Brianza, Enrico Cecchetti, Anton Dolin, Lubov Yegónova, Michel Fokin, Vera Fokine, Stanislav Idzikowski, Tamara Karsavina, Mathilde Kschessinka, Serge Lifar, Lydia Lopokova, Alicia Markova, Léonide Massine, Vaslav Nijinsky, Bronislava Nijinska, Anna Pavlova, Ida Rubinstein, Lidia Sokolova, Olga Spesivtseva, Alexandre Volinine, Nicolas Zverev, Ninette de Valois, Sofia Fedorova, Baldina Dadrkin, Kozlow, Léon Woizikowsky, Gued, Obuchov, Korah, Danilova, Monchov, Bogarov, Mordkin, Schollar, Troitonowa, Vasvilevska, Orlov.

Los Ballets Rusos actuaron de 1910 a 1929 en Paris, Bruselas, Roma, Londres, Montecarlo, Berlín, Budapest, Viena, América del Sur, Estados Unidos, Ginebra, San Sebastián, Madrid, Barcelona, Lyon, Amberes, Lausana, Ámsterdam, La Haya, Rotterdam, Vichy.

Mantener toda esta estructura durante veinte años era una tarea difícil. Diaghilev era un director duro, exigente y para alguno aterrador. Ninette de Valois tenía miedo de mirarle directamente a los ojos. Balanchine comentaba que durante los ensayos, cuando alguna cosa no le gustaba, golpeaba con furia el bastón contra el suelo. Ahora bien, este personaje rudo podía convertirse en la persona más tierna del mundo. Llegó a convertirse en un padre para muchos de esos bailarines y colaboradores.

Existía lo que se conocía como el comité de Diaghilev. Este era un estamento independiente dentro del propio ballet. Lo podríamos denominar como el staff de los Ballets Rusos. El comité se encargaba de organizar los nuevos ballets, el montaje escénico, las coreografías, los decorados, los libretos, el coste de los montajes… Diaghilev se rodeó de seis excelentes artistas. Alexander Benois y León Bakst se encargaban de los decorados, los libretos y el atrezzo. El coreógrafo, de 1909 a 1912, fue Michel Fokin. La parte musical estaba asignada a Igor Stravinski. Del dinero se encargaba Diaghilev con la ayuda de Serge Grigoriev y Walter Nouvel. Existía otro miembro del comité que formó parte de él por ser amigo íntimo de Diaghilev. Nos referimos a Vaslav Nijinsky.

Pensar que no había problemas es un error. Hubo divergencias con todos y cada uno de los miembros del comité. Fokin abandonó la compañía en 1912, al ser nombrado maestro de baile del Teatro Mariinsky -con posterioridad Kirov-. Algunas voces apuntaban celos respecto a la relación de Diaghilev con Nijinsky. Sobre la danza escribía Fokin:

Al igual que las demás artes, la evolución no consiste nunca en suprimir el perfeccionamiento anterior, sino más bien en valerse de él, llevarlo a formas más nuevas y a un punto más perfecto”.

Nijinsky fue apartado del comité y de los Ballets Rusos al casarse en Buenos Aires con la condesa húngara Romola de Pulszky. Esta actitud, como veremos, Diaghilev no se lo perdonó.

También Stravinski dejó su puesto en el comité. La ruptura se produjo como consecuencia del estreno, por parte de Ida Rubinstein, del ballet El beso de la araña. Al morir un año después Diaghilev no hubo una reconciliación. Sin embargo, la amistad entre ambos perduró y Stravinski pidió ser enterrado cerca de su amigo en el cementerio de San Michelle. En 1926 Diaghilev le envió la última carta a Stravinski. En ella, entre otras cosas, le decía:

Cuando me enfrento a algún problema grave, recuerdo que vives cerca, en éste mundo, y empiezo a sentirme mejor”.

Por su parte Stravinski, en Crónicas de mi vida, escribe:

Él fue el primero que me dio ánimos al principio de mi carrera, él me ayudó de verdad. No sólo le gustó mi música y creyó en mí, sino que hizo todo cuanto estuvo en sus manos para que el público la aceptara. Se sentía muy atraído por lo que yo componía entonces y le gustaba enormemente llevar a cabo una producción de mis obras, incluso hasta imponerlas a los públicos más reacios, como ocurrió con la Consagración. Estos sentimientos y el celo que lo caracterizaba provocaron en mí, de forma natural, un sentimiento recíproco de gratitud, de afecto, de admiración por sus sensibilidad y comprensión, por su cálido entusiasmo y por el ímpetu indomable con que llevaba las cosas a efecto”.

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El mundo que dominó Diaghilev desapareció poco después de la I Guerra Mundial. El éxito de la propuesta exótica de los Ballets Rusos se difuminó y, al finalizar la guerra era una sombra de lo que había sido en el pasado. Sin embargo, la fuerza de Diaghilev se mantendrá hasta 1929. Teniendo en cuenta lo explicado nos podemos preguntar: ¿por qué se le recuerda si sólo fue un mecenas?

Son varios los factores. El primero está vinculado con lo que fueron y significaron los Ballets Rusos. El segundo está relacionado con la suerte. Tuvo el honor y la fortuna de juntar en una sola compañía a los mejores bailarines, pintores, escritores, escenógrafos y coreógrafos del momento. Pidió a los más revolucionarios músicos del momento que le compusieran ballets para él. No le importó la tendencia. Es decir, se coreografiaron obras vanguardistas, impresionistas, clásicas… El arte era lo principal y no importaba el nombre que llevara. Esto no se ha repetido nunca más.

Ahora bien, quizás por lo que más se recuerda a Diaghilev es por éste tercer factor. Todos sus colaboradores, después de trabajar con él, tuvieron nombre propio en el mundo del Arte. Tendencias nuevas han surgido gracias a ellos. Ese es el verdadero mérito de Diaghilev. Es decir, haber conseguido reunir en un único grupo a lo mejor de la historia del arte de la primera mitad del siglo XX.

Teniendo en cuenta esto, es lógico pensar que Diaghilev no hubiera sido nada sin ellos. Todos ellos, en mayor o menor medida, colaboraron para crear el mito de Diaghilev. El egocentrismo de Diaghilev le llevó a pensar que sin él todos ellos no hubieran sido nada. Stravinski fue claro al decirle a Nijinsky:

Se cree que él solo ya es los Ballets Russes. Nuestro éxito se le ha subido a la cabeza. ¿Qué haría él sin nosotros, sin Baskt, sin Benois, sin ti, sin mí?”.

A pesar de esto -una anécdota dentro de su carrera como mecenas- los hombres y mujeres que formaron parte de los Ballets Rusos tenían como meta hacer llegar el nombre del ballet a las cotas más altas del arte y lo consiguieron.

Sin lugar a dudad la mejor alabanza que se le ha hecho nunca a Diaghilev se la hizo el pintor ruso Constantin Korovin. Un día, hablando con él, le dijo:

 

Te doy las gracias Serge, te doy las gracias porque existes”.

La vida de Diaghilev se apagó un 19 de agosto de 1929 en Venecia. En sus memorias Serge Lifar escribe:

Nunca olvidaré éste último consejo, que me dio poco antes de su muerte: ‘Desconfía de Sataline, nunca te diré bastante, Serge, debes desconfiar de los Smerdiakov que te rodean’. (En Los hermanos Karamazov, Dostoïevsky inmortalizó el tipo de Smerdiakov, el criado trasladado en despreciador universal… Después, Smerdiakov, pica-platos y criado, hizo pequeños y es en el mundo del baile en el que ellos obran más de buena gana. Caliente y provechosa les parece la luz de las estrellas, se incrustan en su cerco y con rapidez su cooperación se establece de la manera siguiente: uno trabaja, el otro se aprovecha. A las estrellas las cabezas de cartel, a sus aprovechados de sustanciales beneficios)”.

 

La tarde del 18 de agosto, en la habitación del hotel, esperando la muerte, Lifar estaba a su lado. Como una exhalación pudo oír sus últimas palabras antes de entrar en coma. Diaghilev suspiró: “Me has vencido”.

Autor

César Alcalá
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