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La democracia, que se nos ha vendido siempre como la libertad subjetiva de elección, y cuyo concepto ha sido proclamado por la filosofía existencial como la dimensión más auténtica del ser humano, visto éste como ente político, ha quedado reducida en nuestra época a un señuelo más de los fabricados por el Sistema para mantener los privilegios de sus beneficiarios -los plutócratas y sus sicarios- a costa de cualquier principio ético y del choque permanente con la realidad.
La democracia, tal como se practica actualmente, sólo es concebible como «la nada de la nada». Algo absolutamente opuesto a lo que ha de entenderse como moralmente correcto: el desafío frontal a un Sistema que trata de desnaturalizar a la humanidad, al menos a la humanidad occidental. Señores de VOX: ¿son ustedes conscientes de ello? En su última comparecencia multitudinaria ustedes han elegido como lema «España quiere votar». Pero el puñado de españoles que aún lucha por la libertad y la verdad, y que está al tanto de las trampas sistémicas utilizadas para atolondrar más aún a la muchedumbre, se pregunta: «votar ¿para qué?».
Porque es obvio que el diablo -utilizando como instrumento las urnas, es decir, la democrática mayoría social- ha colocado a sus seguidores en nuestras instituciones, gente repulsiva de tratar, peligrosa de sufrir y onerosa de mantener. No se trata, pues, de votar -venimos haciéndolo inútilmente durante estas últimas décadas-, si previamente no se ha estudiado sociológicamente al gentío votante, para saber qué mueve, en realidad, a los electores en su comportamiento.
Abrumado por una propaganda pervertidora cada vez más arbitraria, el individuo ha renunciado a la realización personal -espiritual y cívica- y a la formación de los suyos, sucumbiendo a la frustración y al desánimo. Muy pocos hoy se plantean luchar por un mundo acorde con los valores humanistas cristianos que hicieron de Occidente la civilización más avanzada del planeta. Muy pocos hoy son los que echan de menos sus innatas necesidades antropológicas y sociales, tal vez porque la inmensa mayoría ni sabe lo que ellas son o significan.
Señores de VOX: ustedes dicen que hay que votar para desplazar del poder al Gobierno frentepopulista, pero no dicen que, suponiendo que se le relegue, va a ser reemplazado por su cómplice, un PP también peón del Sistema, es decir antiespañol. Un PP ominoso al que ustedes no acaban de denunciar en todas las atrocidades cometidas durante su larga cogobernanza con el frentepopulismo, y del cual, y pese a ello, no acaban de desmarcarse, porque especulan con una alianza de derechas que, en lo esencial y a la vista de la experiencia, acabaría dejando las cosas como están.
Señores de VOX: ustedes no están enfrentando al pueblo con su responsabilidad de décadas, ni están dando ninguna batalla cultural para rescatar al ciudadano de ese amargo papel funcional e inane que la sociedad -el Sistema– le impone. Ustedes sólo le dicen, como todos los demagogos que nos han traído hasta aquí, que vote. Pero no le exigen que despierte para dejar de ser un elemento social canjeable por su vecino, ni que debe esforzarse en recuperar un destino personal y propio, consciente de lo que la sociedad -y él mismo como parte alícuota de ella- se juega en estos momentos.
Ustedes, señores de VOX, quieren que el individuo vote, pero respóndanse qué puede votar un secuestrado, moral y mentalmente hablando; alguien que es sólo en la medida en que puede sustituir a otro como función, perfectamente reemplazable, por tanto; alguien abducido, es decir, pura nada. Qué puede votar alguien a quien el Sistema previamente ha degradado y despojado de su identidad personal, mero ingrediente estadístico y cuantificable. Lo que puede votar, señores de VOX, lo sabe perfectamente aquél que no es ciego de condición, porque lo venimos experimentando y sufriendo en cada cita electoral.
Ni siquiera, señores de VOX, le garantizan ustedes un proceso electoral limpio, acorde con la ley; legalidad electoral que se viene incumpliendo ante el bochornoso silencio de los interesados en el delito y de sus medios publicitarios. Y también de ustedes. Porque el Sistema, señores de VOX, no puede asegurar su supervivencia sin controlar absolutamente el proceso, es decir, sin nivelar a los individuos en la idiocia y corregir sobre la marcha los fallos que se produzcan, como serían unos resultados electorales adversos. De ahí que, a toda discrepancia, a toda voz o acontecimiento o realidad que no se ajuste a las agendas, es decir, a las reglas vigentes, se le considere un outsider, y se le estigmatice, criminalice y elimine.
Y es que ustedes, señores de VOX, no hablan, o no ponen el énfasis debido, dada su trascendencia, en la batalla cultural, sin la cual, hoy por hoy, todas las votaciones serán estériles. No quieren confesar públicamente en sus mítines, porque no creo que lo ignoren, que dicha instrumentalización del ser humano se está produciendo a todos los niveles y en todos los ámbitos, y a calzón quitado, además. Que, por tanto, el votante ha de despertar de su letargo, pues ya sea en la economía como en el ocio y el consumo, en el trabajo como en las relaciones sociales, en el lenguaje como en el sexo, en la educación como en la cultura, la plutocracia y sus sicarios le tienen verificado y persuadido.
Y si VOX no dice nada de esto o lo dice de pasada o con la boca pequeña, tal vez sea porque a lo mejor tampoco VOX quiere encontrarse con hombres y mujeres frustrados y aburridos, inaccesibles a todo lo noble e indiferentes a todo lo que no sea dinero; seres extraños y vulgares, ataúdes de carne que llevan dentro un muerto en lugar de un alma. O electores que ejercen de votantes para conservar su estatus como beneficiados de la sopa boba, de las peonadas, de los lóbis y de las restantes subvenciones y sinecuras.
Y si con anterioridad a unas votaciones, además de no plantear una firme batalla cultural regeneradora, tampoco se desenmascara el antifranquismo sociológico con el que las izquierdas resentidas han atenazado además a la ciudadanía y a la verdadera memoria histórica; ni se responsabiliza, de una vez por todas, al pueblo de sus deberes y obligaciones cívicas, haciéndole ver que él es el último y principal causante de sus desgracias y miserias, cuando estas devienen no de imprevisibles catástrofes naturales, sino de la nefanda administración de sus elegidos, es absurdo pretender la enésima cita electoral, si es que existe buena intención al pedirla.
Pero nada de eso se dijo este domingo, 27 de noviembre, en un acto que parecía el preludio de una nueva campaña electiva que, si la Providencia no lo remedia, tiene toda la pinta de ser un remedo más de esta democracia de pantomima que se ha dado la inerte ciudadanía a base de votar, votar y volver a votar en el vacío cívico que ha forjado la antiespaña. Los proporcionalmente escasos ciudadanos que luchan por la verdad, les agradecen, señores de VOX, que hagan sonar el himno nacional al finalizar sus mítines, que fomenten la presencia de la bandera nacional y que alcen la voz a menudo en senados y parlamentos; y desean con toda el alma votarles, aunque sólo sea porque aún difieren algo de la casta política.
Pero, a su vez, han de saber que esa minoría ciudadana no va a dejarse engañar por gestos, ítem más cuando han tenido ustedes fallos imperdonables en los últimos tiempos, que contradicen dichos gestos y que aún tienen: pandemia covidiana, vacunas, pucherazos o ilegalidades o deficiencias electorales, errores persistentes internos de organización, grave indefinición en política exterior, aplausos parlamentarios a un Zelenski que insultó a España, cohabitación gubernamental con el PP sin consecuencias positivas fundamentales, etc.
Ese puñado de indóciles, como digo, que en su día pidió argumentalmente para ustedes la mayoría absoluta, creyendo que eran la solución, ahora ha abierto un paréntesis reflexivo y ha quedado a la expectativa, porque lo que mueve a los renuentes españoles, de hoy y de siempre, no son los gestos, sino la esencia; no las anécdotas, sino las categorías. Y España necesita un movimiento capacitado y comprometido para dar la vuelta completa al calcetín.
De ahí que el próximo plebiscito, señores de VOX, seguirá siendo un nuevo brindis al sol si no se coge el toro por los cuernos y se le dice de una vez por todas al pueblo que toda papeleta emitida a favor de cualquiera de los partidos que nos han traído hasta aquí, frentepopulistas, antifranquistas y sus cómplices -incluido sobre todo el PP-, premia y respalda a los protagonistas de la ruina actual, de la delincuencia actual, de la perversión actual. Si no se le grita, sin contemplaciones, que seguir votándoles es seguir formando parte del delito, de la miseria y de la perversión. Y que, si tales votantes eligen el oprobio y prefieren vivir en una ciénaga, no vengan luego a quejarse, pues el que quiere lluvia es normal que camine por el barro.
De lo contrario, si VOX, por cálculos electoralistas -o intereses inconfesables- no quiere oponerse inequívocamente al Sistema y al PP, ni respetar al pueblo induciéndole a que él mismo se respete frente a quienes le desprecian, la pregunta sigue vigente: «votar ¿para qué?». ¿Para seguir reafirmando a quienes nos han llevado al abismo tras una larga agonía?
Autor
- Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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