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Nos llega una excelente noticia de Rusia, país que no deja de dar lecciones a las sociedades occidentales. Unas sociedades enfermas de corrección política y dominadas por los lobbies del ejército de las tinieblas, que imponen su ley a unas presuntas élites culturales y presuntas clases dirigentes, acomplejadas y cobardicas.
La noticia es que Plácido Domingo, tras haber debutado como director en el Bolshói de Moscú hace unos meses, volverá a dirigir y cantar en el mismo Bolshói, en lo que esperamos sea el comienzo de una brillante recta final en la carrera del tenor.
Una carrera que, recordemos, en Occidente ha sido prácticamente truncada por acusaciones de acoso sexual, no demostradas e indemostrables, por hechos que se remontarían a muchos años atrás. Acusaciones, además, sospechosas de que esté detrás la “Iglesia” de la Cienciología, por motivos de venganza personal contra el tenor. Pero en un ambiente envenenado por la todopoderosa secta feminista, la caza de brujas histérica del basurmovimiento #MeToo y la cobardía de las élites, esto ha sido más que suficiente para vetarle los teatros de Estados Unidos y Europa, salvo alguna aparición esporádica. Por supuesto, en ningún sitio está más vetado en su propio país que es el nuestro, enfermo como nunca y como pocos de hembrismo fanático.
Por tanto, el que Rusia acoja a este artista no sólo es una justa apreciación de su valor, sino una auténtica bofetada en a cara a la corrección política y la prepotencia de la gentuza feminista, que deja en evidencia a unas élites culturales americanas y europeas planchabragas, patéticas y pusilánimes. Domingo se merece este broche de oro en su carrera; tanto merece Rusia a este gran artista, como no se lo merece nuestro ridículo, acomplejado y mediocre Occidente.
En Rusia no se dejan dominar por el histerismo de la jauría feminista, sus perrillos falderos y toda la caterva de mentecatos y mojigatos políticamente correctos. Allí saben dar su justo peso a las cosas, son capaces de aplicar el simple sentido común y no piensan que se deba condenar a nadie a una muerte profesional por acusaciones indemostrables que ni siquiera deberían ser competencia de los tribunales, sino materia puramente privada. Pues no se está hablando de agresión sexual y mucho menos de violación sino de que algunas mujeres se sintieron incómodas, que Domingo se les acercaba demasiado o que les daba unos besos.
En Rusia entienden perfectamente lo que estaría claro como el agua también entre nosotros, si no estuviéramos dominados por invencible estupidez y cobardía: que tales acusaciones no pueden tener ni peso ni credibilidad y si hubo algo penalmente relevante debía ser denunciado entonces. Que solamente una grandísima furcia puede salirse ahora con que Domingo le dio un beso, se le arrimó demasiado o le tocó el culo hace diez, quince o veinte años.
Como en otras cosas, la gran nación eslava sigue siendo un faro y un ejemplo para nuestras sociedades decadentes. Honor y larga vida a Rusia, bochorno y ridículo para los esclavos de la corrección política.
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