Lo único que diferencia a Pedro Sánchez de un criminal civil, sin las milongas del politiqueo corrosivo que es la corrupción generada en España con absoluta impunidad y aforamientos vergonzosos, es que el segundo ya habría sido detenido en operación policial con las manos esposadas detrás y la cabeza rasando el suelo entre dos agentes armados con subfusiles. Y no sólo el cabecilla de la mafia criminal sino todos los cómplices que habrían estado al descubierto una vez desmantelada la banda delictiva. Habrían entrado reventando las puertas e introduciéndose por las ventanas dando el alto, mientras las armas defensivas apuntarían a todo sospechoso que pudiera estar pertrechado de algún instrumento ofensivo. Dispuestos a disparar en defensa propia.
Lo único que diferencia a un consejo de ministros carcomido por la corrupción y la acción delictiva continuada de un cubil, una madriguera de actividades delicuescentes, es que la segunda ya habría sido asaltada, si tercia por la envergadura de la operación, mediante efectivos militarizados en cumplimiento de la Ley para llevárselos detenidos y ponerlos a disposición de la Justicia. La diferencia entre estos últimos y Pedro Sánchez como cabecilla de una banda criminal enquistada en el gobierno de España es que, con el pretexto de la política, los mismos delincuentes que actúan con similares quebrantamientos del Código Penal siguen en posesión de un poder para obstruir y boicotear la legítima acción de los jueces en el desempeño imparcial de su deber.
¿Dejaría la Justicia que un criminal civil siguiera en posesión de influencia para combatir la acción policial y de la justicia? Seguro que no, pero ser político se ha convertido en una patente de corso que permite a criminales, ladrones, estafadores, malversadores y hasta asesinos seguir controlando carteras ministeriales para obstruir la actividad defensiva de un Estado de Derecho, cuando no ha sido secuestrado por forajidos y dementes sin escrúpulos como los que componen el pútrido elenco socialista al servicio del crimen organizado.
Pedro Sánchez sigue con la sartén por el mango descubiertas todas las tramas criminales del PSOE más las que aún quedan por saber, cuando pugnan y porfían por prostituir los mecanismos judiciales mediante reformas en la Ley de Enjuiciamiento Criminal que favorezcan la impunidad y blinde el delito en España que se perpetre con carácter político. Los criminales dirigen el destino de una España acobardada, reticente a reconocer que se la han metido doblada y hasta el corvejón con criminales que se han instrumentalizado políticamente para delinquir transformando, desvirtuando, convertida en un lupanar generalista y sectario toda institución susceptible de subvertir con dinero público a una España alarmada internacionalmente, en las garras de un depredador psicopático que en otra país con mayor honra, honor y orgullo histórico ya habría sido engrilletado después de reventar las puertas en acción policial extraordinaria.
El Tribunal Constitucional ha convenido en desautorizar a Sánchez por los Estados de Alarma ilegales del 2020. Sólo esa ratificación equivaldría a una dimisión inmediata. Un gobierno de ineptos y desalmados prorrogan por segundo año consecutivo los presupuestos del Estado con una España a la deriva, con las cuentas falsificadas, cuando supuran las corruptelas criminales de unos y otros que se encubren en lo que es una banda criminal y mafiosa de carácter terrorista que si no mata con bombas, sí lo hace abriendo compuertas de presas sin avisar a las ochocientas mil personas que luego son arrasadas y abandonadas. Que pregunten a los vecinos de Valencia que denuncian abiertamente un asesinato masivo.
Pedro Sánchez ha demostrado ser un criminal sin entrañas escudado tras la acción política, dispuesto a validar los innúmeros delitos de la panda que comanda, empezando por los suyos propios, con la excusa de legalizarlos estando en posesión torticera de la presidencia secuestrada para decretar la impunidad. Tenemos un sinvergüenza de calibre criminal aceptando que lo es, pero maniobrando para legalizar su masiva evidencia de delincuente con sesgo político. Aguantamos a un parásito que llama además a la imposición de una república asaltando la jefatura del estado para evitar que enchironen al causante de los males de España. Además, se sigue soportando semejante chusma pese a ser repugnantes sus presencias, a la espera de dar otro bocado de oportunismo para vivir como marqueses del cuento de la justicia social. Pescadores a río revuelto, carroña a la espera del descontento social para abanderar revueltas si pierden el poder.
Criminales como los que permanecen en el poder, de ser civiles estarían engrilletados en una macro operación policial en vez de chulear a la Justicia, burlarse de las víctimas en número de cientos de miles, desautorizados para cargar con más impuestos las economías con intención de empobrecer a millones de ciudadanos que en otro tiempo ya se habrían ejercido justicia popular contra la invasión napoleónica, verbigracia.
Y así seguimos sin entender el verdadero significado de una democracia digna de llamarse como tal, capaz de combatir a estos defectos morales y satánicos, los excesos y abusos en el malvado ejercicio del poder, como es este aquelarre sanchista dispuesto a dar el golpe de gracia con la aparente legalidad trastocada por la masiva corrupción del gobierno todavía, inexplicablemente, atando y desatando con un carácter delictivo inocultable. Pedro Sánchez de haberse dedicado a la delincuencia por lo civil ya estaría condenado a prisión permanente revisable. En EEEUU con uniforme naranja encerrado en Guantánamo. En El Salvador de Bukele en el CECOT de los pandilleros maras.
En España el detestable y criminal arribista, la ridícula bestia sin entrañas, aborrecido por propios y extraños-salvo los paniaguados inmundos que lo secundan después de vender el alma al Diablo-sigue apalancado hasta que de verdad se demuestre que hay Justicia y coraje de los responsables con capacidad y arrojo para ejercerla.
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