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Recién estrenada, y ya casi fuera de la cartelera. El Rey Ciervo (The Deer King), auténtica lástima, esta cinematográfica e imperfecta gema, tan solo se pueda ver en un cine de toda la geografía nacional: el lanzaroteño Multicine Deiland. Y nada más.
Rescate
Discutible principiar de la cinta, cierto: falsario delirio zoonótico (tan falsario como la teoría microbiana de la enfermedad), a través de unos peculiares cánidos (¿pangolínicos? ¿ murcielagueros? ¿simiescos?) que en puntual y fiero ataque noctámbulo y nocherniego y noctívago atacan una mina dando comienzo a la propagación de cierta y difusa enfermedad intitulada mittsual. El resto de la cinta, luces y sombras. Más abundosas, las primeras.
En la citada embestida, una cría de nombre Yuna es raptada por un maligno ¿y franciscano hermano? lobo. El invicto y esclavizado y guerrero Van lo ve todo (la causa de su reclusión recuerda relámpagos bíblicos del libro del Éxodo: muten Egipto por el poderoso imperio de Zol). Van rescata a Yuna. Desde ese instante, escamoteo y huida. La soldadesca del emperador en su busca y captura.
Lo mejor del postrero anime, quintaesenciado
Fascinante pero irregular cinta, valga la aparente aporía, deudora de obras maestras recientes del anime (Your Name y El viaje de Chihiro, sin ir más lejos), largometraje producido por la legendaria Ghibli (estudio-nodriza del más grande entre los grandes: Hayao Miyazaki) y dirigido al alimón por Ando Masahi y Masayuki Miyaji.
A veces la trama se vuelve asaz caótica y fastidiosa al contar con un reparto excesivo y tocando varios frentes a la vez. En muchos frentes (bélicos y no bélicos), la trama (y subtramas plurales) no nos ofrece novedad alguna, mostrándose costuras, cuando no costurones, por todas partes. Visualmente hipnótica, los temas tratados devienen, eso sí, de hondo, hondísimo calado. La irrenunciable paternidad, clave. Biológica o no, se trata de «adoptar». Nuestro guerrero perdió a toda su familia durante la guerra y todos sus desvelos se vuelcan en la majetona Yuna, que, como afirma rotundo Van, «ha salvado su alma».
Paternidad masculina adoptiva en el cine
Paternidad masculina, pues, hoy tan azacaneada por los el psicopatocrático globalismo. Memento 1998, Savior. Película dirigida por el sin par Predrag Antonijevic con Dennis Quaid de prota. Como en nuestro anime: salvación mutua. El crío, el cuerpo; el soldado, el alma. Padres no biológicos que son los verdaderos padres, sean padres o no, felizmente «redimidos». ¿Jean Reno en León, el profesional? ¿Sean Maguire humanizando a Will Hunting/Matt Damon? ¿Y Gru y sus minions? ¿Y Manuel en Capitanes Intrépidos? ¿O Franta Louka en la espléndida Kolya? ¿El entrenador de boxeadores Frankie Dunn, encarnado por Clint Eastwood, apadrinando a Maggie en Million Dollar Baby? ¿El tío Ben conduciendo rectamente a Peter Benjamin Parker/Spiderman? ¿Georges Méliès, excelentemente interpretado por Ben Kingsley, educando (en el amor al cine, por ejemplo) a Hugo?
Lo dicho, El Rey Ciervo, canto a la paternidad. Repito, y esta vez es necesario reiterarlo: PATERNIDAD MASCULINA. Sobrevenida, no biológica. Su fundamento: oblación, entrega, sacrificio, donación. La libertad, sobre todo. Amor venciendo a la muerte. Amor que deja ir a lo más amado como signo de auténtico amor (Let her go, The Passengers). Amor y libertad, indisolublemente unidas. Amor sin posesión (la prodigiosa El Paciente Inglés). Amor y sacrificio, lo dicho, tan jóanico (Jn 15, 13-17). En cada canción que escribo ‘corazón’, tú eres el acento (Fito&Fitipaldis): de nácar.
El Rey Ciervo, desvaída, muy desvaída por momentos (con bastantes momentos, demasiados, muy covidiotamente correctos), ahondando en otros cruciales asuntos. Lo dado y lo por escribir: el destino ya escrito (¿por el Altísimo?), la libertad ida o triunfante: escojan. «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra». La esclavitud, lo peor. Nuestro prota, cautivo al principiar el filme.
Libertad
La libertad para proteger. O destruir. Nuestro entorno, más allá del falsario discurso del pufo climático (existe, eso sí, la genocida geoingeniería manejada por los ejércitos de todo el planeta para manipular deliberadamente el clima). La libertad para investigar. El galeno Hossaru, indagando las verdaderas causas de la plaga (no un inexistente virus realizando imposibles acrobacias zoonóticas). Y protegiendo, por amor y decencia, además de por juramento hipocrático, a los enfermos.
Y la libertad para no guerrear. La peor paz, mejor que la mejor guerra (por muy justa que ésta sobrevenga). El Rey Ciervo, macizo antibelicismo (por momentos, hibridado con salutífero antimilitarismo). Y todo más allá de las presentes farsas bélicas ucranianas. Tan solo, tras la farsa covidicia, siguiente capítulo, a la espera del falsamente “climático”, hacia el tiránico e invivible e indeseable Nuevo Orden Mundial. En fin.
Autor
- Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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