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Apuesta, pues. Y retoña la inexcusable venganza de 2018, fausta revancha, tras la tragedia (más bien tragicomedia) acaecida 37 años antes, también en París. El desagravio ante lo fatalmente ocurrido un 27 de mayo de1981. Y la presente, tras la citada venganza celebrada en Ucrania, en el estadio olímpico de Kiev,  tenía que haberse celebrado en el Gazprom Arena de San Petersburgo y no en Saint-Denis. Cosas de la falsaria y criminal y muy farisaica geopolítica. Cual amañada Eurovisión, reciente ejemplo a vuela teclado: injustamente gana Ucrania (nuevo bufón de la infame y terrorista OTAN), segunda Reino Unido (portavoz de la OTAN), tercera España (la mejor caniche felatriz de la OTAN). Y la eterna doble vara de medir: Islandia multada porque sus representantes mostraron una bandera palestina. La organización del festival alega que las reglas prohíben «la politización del evento». Juas y rejuas.

No lo llames “suerte”, llámalo descomunal talento

Pues nada, 1981, retorno al glorioso balompié, 100% política, obvio. Nada más comenzar a colaborar en este digital, cuando todavía era Sierra Norte Digital, escribí con profusión y harta delectación sobre aquel calamitoso encuentro. Y treinta y siete años después, brotó el dulzón resarcimiento. 3-1. Inapelable. Una final que viró de lo grotesco a lo excelso. Explicar cómo vencimos no es una cuestión nada sencilla.

Entiendo la desesperación de los insaciables y patéticos antimadridistas,  su acrisolada impotencia ante la “suerte” del mejor equipo de la historia, su perplejidad por su baraka. Lo alcanzo a entender, pero eso también se curra y mucho, del modo que sea. Soñando, orando o amando.

Y ya sabéis, impagable secta de antivikingos, la envidia es mala, muy mala, no vayáis a somatizar cualquier morbidez o enfermedad por tamaña pelusa. Y te recuerdo, a ti antimerengue, que, al fin y a la postre, la «suerte» representa un 1 por ciento de inspiración y un 99 de transpiración. La receta del triunfo, pues, entendamos por tal lo que entendamos.

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Bale y algo más

Gareth Bale, ya muy cuestionado durante aquellas calendas, no fue titular. Pero fue el gran protagonista del partido junto con Loris Sven Karius, el errático y germano guardameta de la escuadra de la Pérfida Albión, que cometió dos indelebles errores que le costaron, en parte, la derrota a su equipo.

El galés logró un memorable doblete. Benzema abrió el marcador. El elegantísimo Mané marcó el tanto de los de Klopp, demolidos psicológicamente tras la lesión de Salah en el primer tiempo.

Primer tiempo

Primera parte sin goles. El Liverpool salió con más intensidad y ganas. La muchachada de Zidane, fallona y bloqueada. Gracias a Keylor se pudo evitar inicial catástrofe: sobre todo, evitó el gol en una clarísima ocasión  de Alexander-Arnold.

Tras la lesión de Salah en su hombro izquierdo, el Madrid mejoró. Levemente siquiera. Pero el Liverpool, tocado, deviniendo hundido tras la “fuga” del jugón egipcio. El árbitro anuló un gol de Benzema. Nacho tuvo una ocasión razonablemente clara. El gran Dani Carvajal se largó del campo llorando, también por lesión, como el norteafricano.

Segundo tiempo: Bale y…el resto

Como en las gloriosas remontadas recientes: PSG, Chelsea y City. La citada “suerte” y, por supuesto, el apabullante talento del mejor equipo de fútbol jamás habido.

Entonces Bale planea y marca, de espaldas a la portería y, sobre todo, al sentido común y a la gravedad, extravagante y heterodoxo e inverosímil golpeo al cuero, la redefinición de la chilena. Superando con creces al mejor en estas lides, Hugo Sánchez. Deconstruyendo/reconstruyendo la hugina, pues.

El gol más hermoso en la historia de las finales, con permiso, obvio, de Zinedine (contra Leverkusen, Glasgow, 2002, memento). El Real Madrid, en Kiev, casi un lustro ha, volvió a ganar la Copa de Europa. Lo garrapatearé trece veces (y hoy, tal vez, catorce) para incrustarlo en la memoria en estos tiempos tan desmemoriado e invivibles.

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(Casi) todo gracias a Mourinho

…Y clave en el prodigioso Madrid de los últimos años: el más grande entre los grandes. José Mourinho, un superhombre. Supra-hombre, mejor. Ultra hombre, pues. Übermensch o The First One, si prefieren. Dios “paseando” un rato por un césped futbolero. El puto amo, mi elección léxica y semántica. Y ahora, cómo no, triunfando de nuevo con la Roma ante el Feyenoord. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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