Getting your Trinity Audio player ready...
|
Me refiero, naturalmente, a los fallecidos durante la [oficializada] pandemia. Y viene el encorchetado a cuento, pues los criterios necesarios para merecer tal denominación mutaron no hace tantos años, de manera que esto, hace una década, no hubiera sido etiquetado en ningún caso como «pandemia». Podríamos parafrasear entonces al viejo Groucho: «Si no le gustan mis criterios, tengo otros». Convendremos que el cambio es más que sustancial, y que de hecho no pocas etiquetas podrían ser recompuestas mañana mismo por los gerifaltes de la salud, y con apenas un poco de aderezo mediático hacer que pasemos de la absoluta tranquilidad al acojono histérico, siendo idéntico el panorama. La naturaleza trilera del asunto ya debiera hacernos sospechar de que algo aquí huele a podrido.
Pero no es este ‘detalle’ el que me interesa tratar en el presente artículo, sino la pura y simple matemática: la sencilla operación de la suma y la resta, que siempre pareció cosa de niños, y que ahora resulta que trae de cabeza a expertos de todo pelaje y condición.
¿Puede saberse con pulcra exactitud cuántos fallecidos por la COVID‑19 hay a fecha de hoy en España, por ejemplo? Porque parece que estemos ante la ardua tarea de contar las hojas que caen de los árboles durante el otoño en el macizo del Gorbea, o los granos de arena depositados por las mareas en la playa de La Concha. Que lo que hay que contar en el caso que nos ocupa son cadáveres humanos: cuerpos concretos, setenta kilos de media, elementos que no se traspapelan como pósit sobre la rebosante mesa de trabajo. Quiero pensar que el protocolo administrativo en cuanto a decesos es escrupuloso hasta el extremo, solo faltaba. Pues, siendo así, las cifras que se barajan varían en decenas de miles de almas: ¡cuerpos a peso muerto de setenta kilos la unidad!
¿Cómo es posible que el Gobierno ofrezca una cifra y otros organismos opositores casi la dupliquen? Que alguien aporte una explicación razonable, por el amor de Dios, porque esto no es ni medio normal. Siendo uno profano en la materia, piensa sin embargo que el proceso pasa por la comunicación médica, firmada por el profesional de turno, quien apuntará según su criterio la causa la muerte (una concreta, con su denominación oficial, y no más), corroborado por un juez si es menester. Creo que un solo caso sobre el que unos y otros discrepen respecto a la «causa del fallecimiento» ya sería digno de atención… pero si se multiplica por decenas de miles, estamos ante un escándalo mayúsculo. ¿O no? Ya me dirán ustedes qué documentos aporta quien asegura que son en realidad cincuenta mil más que la cifra oficial. Entiendo que cada‑uno‑de‑esos‑casos vendrá avalado por el médico equis, por el juez y griega y por el forense zeta. Porque si no es así, nos hallamos ante un despiporre generalizado, que desde luego las víctimas no merecen.
¿Es que no tiene competencias la Fiscalía correspondiente para exigir a cada una de las partes la demostración fehaciente de sus datos? ¿O acaso a la Fiscalía (como quizá a los diferentes tribunales de alto copete) le importa más bien un bledo esto y casi todo lo demás? Pudiera ser, por cuanto, según la naturaleza del asunto, actúan raudos de oficio o se rascan el cogote silbando al infinito; entiéndase: sentencian en pocos días o les lleva década y media. Tal panorama no ofrece precisamente confianza en el ciudadano medio, por descontado.
Insisto en la pregunta de cabecera: ¿puede alguien decir de una puñetera vez cuántos muertos hay a una fecha concreta, y de paso denunciar en el juzgado más próximo a quien ose ofrecer cualquier otra cifra, aunque diste en un solo dígito, sin la preceptiva demostración documental? Les recuerdo que estamos contando cadáveres humanos, y no granos de arroz. Y si acaso nos parece asumible y hasta normal tamaño desvarío de cifras, quizá debamos aceptar también con la cabeza gacha y las orejas coloradas las «consecuencias sociales» del escenario general.
Ah, y no vale contar como «muerto por COVID‑19» a quien cayó al vacío en fatal accidente desde el noveno piso, eso sí, con un PCR positivo en su biografía médica. Que aquí nos conocemos todos…
Autor
-
Escritor. Creo que, de alguna manera, escribir es no morir. Y ya si los textos se ven publicados, la creencia se convierte en certeza.He dedicado toda mi vida solidaria a la defensa de los animales (no en abstracto, sino de las agresiones humanas gratuitas),y publicado cientos de artículos de opinión, combinando por cuanto a temática animalismo con reflexiones sociopolíticas.La edad me ha moldeado, y hoy es el día que sobre ciertos asuntos no me creo de la media la mitad, mientras que de otros me creo todo y más.
Tengo publicadas tres obras: Tú también eres un animal (primera guía en español para una defensa teórica de los animales), Estigma (colección de veinticinco relatos de todo pelaje y condición) y Expediente Royuela (negrísima crónica de lo que bien pudiera ser la mayor trama mafiosa dirigida por las altas esferas del poder judicial en nuestro país).