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Al decir de los periodistas catalanes es incorregible, dados sus insultos y chulería. «No somos héroes ni fascistas, solo transportistas», gritaban los manifestantes.
Si por algo se ha caracterizado Raquel Sánchez Jiménez, ministra de Transportes, Agenda Urbana y Movilidad, ha sido por su incoherencia irresolutiva como alcaldesa de Gavá, su facilidad para insultar al oponente y su simplicidad para llamar «fascista» a quienes no se pliegan a sus deseos. Tal torpeza le ha acarreado problemas en el PSC y se los acarrea ahora como ministra, muy incompetente, visto lo visto, pero ministra.
Sorprende que el sensato, Salvador Illa, sea su principal aval, un hombre nada dado a las estridencias, aunque, por motivos de su anterior cargo, esté en las puertas de la Fiscalía Anticorrupción y porque se perdió dinero de encargos pagados y que nunca se recibieron. Tremendo error del presidente al fijarse en ella para sustituir a José Luis Ábalos al frente de un ministerio clave o, si se prefiere, de los considerados «de Estado».
Por cada millón de euros que gestionó en la alcaldía de Gavá ha pasado a gestionar 275,8M. Hablamos de 16.000M largos. Todo un reino para quien la gestión no es lo suyo, pero sí un aliciente lo de dirigirse a los transportistas como «fascistas», «ultraderechistas» y «mafia organizada». Sin duda, es «incorregible», al decir de sensatos periodistas catalanes, sobre todo por su sobrada chulería. «No somos héroes ni fascistas, solo transportistas», gritaban los manifestantes.
Como ministra ha ninguneado a la patronal de transportistas. Ha exigido «contundencia» a la Policía contra los transportistas. Debió pensar que se enfrentaba a animales y no a personas. Como política de raza está a falta de varios hervores. Sus complejos y su inseguridad le llevan a exagerarlo todo. Carece de perspectiva real, sin darse cuenta de que las groserías amenazantes son propias de piquetes aleccionados por el sindicalismo sectario y clasista de la izquierda, mal llamada obrera. Los manifestantes solo son ciudadanos que reivindica poder trabajar.
El comportamiento de los transportistas ha sido ejemplar en todos los sentidos, igual que lo ha sido el de las manifestaciones de agricultores, ganaderos, cazadores y demás sectores. Tan fachas y embrutecidos que no han pisado ni una sola flor de los jardines de Madrid, en palabras de Díaz Ayuso. Por cierto, con tres mujeres como Díaz Ayuso, el presidente Sánchez podría prescindir tranquilamente de todas sus ministras y vicepresidentas. ¿O no es así?
Apenas transcurridos unos meses desde su nombramiento, sus compañeros de partido han exigido al presidente que la destituya, dada «la ineficacia demostrada». La situación la ha enquistado ella. Con Raquel Sánchez no hay perspectivas de solución a corto plazo. Dudo que Sánchez eche la culpa a la guerra de Ucrania, cuando a la «guerrera» la tiene en casa.
La Plataforma de Defensa del Transporte no se lo pondrá fácil. De nada servirá lo negociado porque no alcanza a toda la ciudadanía. Ahora son otros sectores los que se sumarán a las manifestaciones. Si no hay soluciones claras y rápidas, con pronto cobro, no habrá paz. Sin cese de la ministra, no habrá negociaciones.
Raquel no quiere volver a reunirse con los transportistas. Sigue en el burro: «los huelguistas son de ultraderecha», insiste, aunque Nadia Calviño niegue lo innegable y constatado en imágenes. Con la ministra en el Ejecutivo no se va a desactivar la huelga. Para seguir avanzando es condición de los transportistas que sea cesada «ipso facto».
La cobardía de la ministra contrasta con su «pronto» desvergonzado. No solo no ha pedido perdón a los transportistas, sino que ha negado los insultos que todos tenemos grabados. Ahora sale con eso de que «ha sido malinterpretada». En su ministerio, sobre todo entre las mujeres, le achacan tener la cara «como el cemento armado» y la boca «con necesidad imperiosa de agua fuerte».
En el PSOE cargan responsabilidades sobre más «chicas». No se libran Nadia Calviño, ni Isabel Rodríguez, ni María Jesús Montero. Se han lucido con sus insultos de verduleras y viejos carreteros. Asociar a los huelguistas con la ultraderecha solo es propio de gente inmadura que no se mira a diario en su propio espejo.
Algunas ministras callan por orden de Pedro Sánchez. Habrá que recordárselo en campaña electoral. Tampoco se libra la «doctora», Adriana Lastra, quien, con su tono carreteril se hartó de dirigirse a los transportistas con gruesos calificativos. «Fachas», «mafia» y «fascistas», los más suaves.
Entre tanta «muñeca» gruñona, insultadora e inútil expectorante, ha descollado la elegancia y cortesía de la ministra y vicepresidenta segunda, la comunista Yolanda Díaz, y de la ministra de Educación, Isabel Alegría.
Estas dos últimas pueden hacer escuela. Las otras, las insultadoras, deberán seguir en la del maestro Ciruela.
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