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Acabado, mendigando poder hablar, sin apoyos suficientes para hacer la revolución que volviese a insertarle en la historia. El domingo 6 de noviembre, Festividad de los Mártires de 1936. Podemos cerraba el foro de reflexión anual del partido, con una exigencia clara a Yolanda Díaz: “Tenemos que apostar por confluir con Sumar, pero Podemos debe ser respetada”, advirtió Pablo Manuel Iglesias en un discurso muy duro, en el que ha elevado el tono como nunca contra la dirigente de Unidas Podemos, de quien se ha ido distanciando en el último año hasta prácticamente romper su relación.
Vuelve el mamarracho, vuelve a sus esencias, y en su extremismo loco y sin sentido se arranca contra una de las chicas con las que quiso “asaltar el Cielo”, Yolanda Díaz, que ya “no le pone” o “no se pone” como le gustaría a Pablo Manuel. Y es que, todos le van abandonando, excepto lo peor de lo peor, todos esos imputados judicialmente, como es el caso de Miguel Ángel Bustamante, denunciado por su esposa de “violencia de género”. Esto es, por pegarla.
Digo que todos le van abandonando, y puede que ya nadie “estudie en profundidad” el personajillo, que no acierta a comprender cuál es la razón, la que sostiene Yolanda, la empoderada, y tantas otras y otros: el chico de la coleta es humo, polvo, sombra, nada. Vamos, que está acabado.
Tan acabado está, que ya no le llaman para que pontifique en Intereconomía, cadena televisiva que le promocionó al estilo de lo que hizo la corte del Zar Nicolas II con Rasputín, que esto es muy propio de la derecha liberal.
¿Dónde está aquel esperpento de la coleta a quien todavía vemos con las piernas arqueadas y luciendo chepa, portando la cartera de vicepresidente, al que hoy ni siquiera le queda escuchar a Joaquín Sabina, mientras escribe el Capital II parte? Se diría que lo único que ha conseguido es mantener a su chica de ministra.
Lo suyo, lo de Pablo Manuel, empieza a ser preocupante. Me da que puede terminar de acólito del señor obispo de Madrid, Carlos Osoro, como ha ocurrido con Enrique del Amo Artero, a quien el obispo de Almería, Antonio Gómez Cantero, ha nombrado Delegado Episcopal para la Cultura y la Pastoral Universitaria. ¡Qué ya le vale al obispo! Nombramiento que, en el caso de Iglesias, sería tanto como completar su estupenda carrera al servicio del sistema. Su aportación más sobresaliente. Eso, y hacerse de los imprescindibles en Zarzuela. Que ya sería el sumun de su calidad de mamarracho.
Qué lástima que no le hubieran dejado controlar el CNI, seguro que hoy estaríamos en otro tiempo de la Historia de España. Me da por pensar.
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