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Suele decirse que nada es tanto de temer como el temor; que no hay espejo que refleje mejor la imagen de un hombre que sus hechos; que quien es complaciente con los malvados acaba siendo su víctima; que corruptos hay en todas partes, pero que mientras en unos sitios se les persigue en otros se les protege; que perdonando demasiado a quienes cometen faltas, se hace una injusticia a quienes no las cometen… 

En fin… también se dice que sólo los que tengan una misma voluntad podrán vivir juntos en una misma patria. 

Ergo, dos voluntades distintas sólo podrán convivir en una nación divididos en amos y en esclavos. Los amos serán los dueños del Estado y a los esclavos les corresponderán los sacrificios. Exactamente eso, amable lector, es lo que está ocurriendo en España, tu sagrada -supongo- patria. Ellos, los que te imponen sacrificios y silencios, los que con toda la boca y absoluto desparpajo dicen que te aprietes el cinturón para reponer lo que te han robado, son tus amos; y tú, su víctima predestinada. 

Y también se dice, por alusión a las monarquías cuyos titulares firman todas las abominaciones que les presentan los del poder ejecutivo, que se necesita algo más que las vestiduras para ser rey. 

Lo que no hace falta decir, porque se ve, es que, junto con sus cómplices, los Gobiernos de un partido llamado «socialista», «obrero» y «español», para favorecer los mecanismos sucios del Sistema y apegados al suelo de su conveniencia, han dejado hacer toda clase de delitos a las oligarquías, con excesivo pragmatismo y con la más absoluta de las impunidades. Desde el propio poder se han dado los ejemplos de deshonestidad necesarios; incluso los comportamientos corruptos se han tapado con la fuerza de los votos, considerando éstos como la revalidación fáctica de las más abominables conductas. 

Ahora, dicha banda de gobernantes, rodeados de especuladores y de corrupción, dicen que hay que apretarse el cinturón ante las escalofriantes subidas de la luz, del gas, de la alimentación y de los precios en general. Pero nadie en el Gobierno socialista y, más allá, frentepopulista, está legitimado moralmente para pedir más sacrificios a los trabajadores ni para convocar al pueblo a proyectos ilusionantes. Por el contrario, es inevitable atribuir todas las dificultades económicas a dicho Gobierno, y además culparle de dilapidar las ilusiones y las esperanzas de la ciudadanía, al menos de la ciudadanía trabajadora. 

Los socialistas españoles, cuyo objetivo es enriquecerse mientras dejan el país hecho unos zorros, siempre se han jactado de estar dispuestos a salvar a sus conciudadanos, negando la evidencia de su naturaleza antiespañola, de sus simientes de odio, de su incapacidad administrativa y de su instinto depredador. Unos militantes que utilizan el engaño y la insidia deliberadamente, que son capaces de arrinconar a la verdad, haciendo de la mentira o de las medias verdades una forma de ser y un modo de supervivencia, y que llevan años dando a España el timo del tocomocho, son unas personas indeseables y ominosas. 

Los socialistas y sus líderes, históricos facedores de entuertos según su propaganda, pretenden hacernos creer que, además de dar leyes a la caballería aristocrática, también son caballeros andantes que caminan por la angosta y virtuosa senda del desprecio a la riqueza, pero no a la honra. Almas nobles que castigan injusticias, derriban a los gigantes del NOM y encadenan a los pervertidos incontinentes LGTBI. 

Es decir, estos impostados salvadores imponen el veneno y prometen el antídoto. Igualito que han hecho con el covid y las vacunas. Y lo terrible es que todavía hay mucho ciego que no acierta a ver lo paradójico del socialismo criminal, o sea, que prometa soluciones aquél cuya conducta las ha hecho necesarias. 

Y ahora, para más sarcasmo, nos piden que nos sacrifiquemos para reponer lo que ellos, sus lóbis y sus amos se han llevado. La enseñanza de todo esto es que, si bien para unos pocos nada hay peor que la mentira, más aún acompañada del abuso, para otros muchos es el placer más exquisito; ítem más si va asociada al enriquecimiento personal. Eso se debe a que la naturaleza de éstos les obliga a vivir chalaneando, intercambiándose cosas ajenas recíprocamente, con evidente y próspero provecho. 

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Es obvio que todo aquél que utiliza la mentira por sistema es deshonesto, y que tenemos un flagrante ejemplo de ello en esta plaga de políticos mentirosos que nos dirigen. Y como conviene tener una invencible e ilimitada repugnancia a la mentira, hay que negarse a toda relación con lo que es causa de lo que nos hiere, oprime o destruye. 

Con la mentira hay que ser implacables, porque es voluntaria y se propaga de un modo funesto. La mentira es la causa principal de que tantas cosas vayan mal, el origen de casi todo lo que entorpece la vida, nuestra vida. Por eso hay que encarcelarla urgentemente, ya que no ahorcarla. A ella, en abstracto; a sus usuarios, en concreto. 

La gravedad de nuestra situación actual radica en que, por culpa de estos mentirosos patológicos, que siguen infectando la convivencia, asegurando defendernos mientras nos roban y nos matan, cualquier verdad y cualquier utopía han desaparecido del horizonte. Y son esa verdad y esa utopía, también expoliadas, las que tenemos que recuperar.  

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.