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Gustavo Petro lo logró y luego de haberlo intentado fallidamente en el pasado, es ahora el presidente electo de la República de Colombia. Ahora, la nueva realidad está en una nueva expectativa. Petro tiene la responsabilidad ahora de no polarizar más al país. Tiene la responsabilidad de gobernar de la forma más óptima posible. Su discurso del amor y del no odio lo debe llevar a la práctica. No puede ni debe perseguir a sus opositores políticos e ideológicos. Tampoco puede ni debe perseguir a las Fuerzas Militares o a la Policía.
Petro debe decirle que no a Maduro y a sus secuaces, y no tiene sentido el de desligarse o romper vínculos con los Estados Unidos, que además de ser históricos, son de importancia económica, política y diplomática.
Si bien, algunos de los electores de Petro están esperando subsidios de toda clase y diferentes formas de paternalismo estatal e inclusive de socialismo, es inadmisible que esto se convierta en realidad.
La propuesta económica de Petro debe ser repensada, reformada y reinstitucionalizada, ya que es el punto más débil e incoherente del discurso del ahora presidente de Colombia.
En materia económica hay grandes vacíos en las propuestas de campaña de Petro y urge que todo eso que se planteó en un momento sea restructurada porque con lo inviable que es, perjudicaría no a los ricos, no a la «oligarquía», si no, a la clase media y baja que tendría que pagar por las decisiones equivocas suyas en parte por haber elegido esa propuesta.
Si Petro comienza con el discurso de la redistribución de la riqueza y con las grandes subidas de impuestos, es obvio e inequívoco que estas personas, las 4.000 familias más ricas del país o 5 mil o 10 mil pues empezaran con un plan de fuga de capitales y desinversión, que haría entonces que en Colombia la estadística pase de como sea que este a que el país sea de 99% de la clase pobre, restando un 1% de «nuevos enriquecidos» que eventual y evidentemente sería el nuevo grupo dirigente.
Juan Manuel Santos el aliado colombiano en el exterior más importante del Pacto Histórico, movió todas sus fichas para que Petro subiera al poder y ahora esto se verá materializado en los nombramientos que el nuevo presidente haga.
Por un lado, la situación se mantiene dentro del imaginario y la lógica de la política nacional; con nombres repetidos que vienen de Santos, de Gaviria y de Samper principalmente. Asimismo, sus propuestas de cambio son tan ambiciosas como peligrosas. La transición a las energías renovables, convirtiendo al petróleo que ahora vuelve a estar en auge, en un verdadero fósil, no es nada inteligente ni viable. Además, una nueva «reforma agraria» podría escalar en un nuevo conflicto bélico. Y, el tema del sistema de pensiones es muy delicado pues podría dejar a muchos colombianos con las manos atadas a los pies.
El desafío es importante e histórico. Petro lo llevó hasta el ápice que promete una nueva Colombia. Pero, bien el sabe que Colombia no es solo sus votantes, ni los cercanos a sus afectos o ideas, Colombia está dividida y ese es el gran reto de Petro y Francia, etc., antes que causar una fuga de capital, de cerebros y de familias e individuos.
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