
El rico y variado idioma español, uno de los más hablados en el mundo, ninguneado en el Congreso, perseguido y prohibido en unas cuantas regiones españolas es muy dado, tanto en España como en Iberoamérica, a la utilización de alias, motes o apodos.
Quizá el mundo del deporte sea en el que más se utiliza y en los países de habla hispana en el continente americano sea de uso muy común. Son muy conocidos, “Pelé” ”el pato”,”gringo”, “la saeta rubia”… y en el mundo del boxeo “mano de piedra”, el “puma de Baracoa” que se le llamaba al púgil hispano cubano Pepe Legrá, todo un fenómeno del deporte de las doce cuerdas. En nuestra tierra son muy conocidos “el marinero de los puños de oro”, “el tigre de Cestona”, “el águila de Toledo” y más actual “el lince de Parla” atribuido al gran Javier Castillejo.
La política española que no despierta, al menos actualmente, tantas pasiones como el deporte tuvo en su primera mitad del siglo una mujer, vizcaína, que sí levantaba pasiones al menos entre los fieles seguidores de la hoz y el martillo. Su nombre era Dolores Ibárruri Gómez, pero pasó a la historia como “pasionaria” pero no puedo precisar si “pasionaria” fue un alias, un mote o un apodo. Habría que preguntárselo a sus correligionarios porque yo no soy uno de ellos, obviamente.
En la política actual española milita una mujer, nacida en un pequeño pueblo coruñés, próximo a Ferrol – que casualidad, siendo ella comunista, nacer muy cerquita de la cuna de Francisco Franco – que es conocida por haber pertenecido a un gran número de partidos, todos ellos de matriz comunista y por recibir varios apodos que no voy a enumerar.
Yolanda Díaz Pérez, actual ministra de Trabajo y Economía Social y Vicepresidenta segunda del Gobierno es una ferviente seguidora del partido de la hoz y el martillo, ¡vamos! comunista y afiliada al PCE, pero sabedora de que con esas siglas no se come un rosco en la política actual ha militado en los siguientes partidos de corte regional: Esquerda Unida, Alternativa gallega de Izquierda, En Marea y En Común. En ninguno de ellos se dio a conocer salvo a nivel municipal y autonómico.
No obstante, era conocida en los ambientes políticos porque manejaba adecuadamente tanto los codazos como los puntapiés e incluso el puñal que llevaba siempre dispuesto en la faltriquera para que, con ellos, de manera alternativa o simultánea, se hiciera hueco en los puestos más representativos de cada partido. El salto a la política nacional lo dio enrolándose en ese partido – Podemos, otros le llaman “follemos” – que encarnaba la pureza de la política, la protección y amparo del más débil, el feminismo más auténtico y la lucha contra el machismo más rancio y trasnochado.
Cuando el partido nacido en las aulas de la Facultad de Políticas de la Complutense se vino abajo, nuestra actual ministra fabricó deprisa y corriendo otro partido con nombre algebraico, Sumar, que ha recogido los desechos de tienta de Podemos. Los mismos perros, pero con distinto collar.
Yolanda Díaz es sin duda una activista. Sí, sin duda, pues aparece en los medios de comunicación – especialmente en televisión – tanto o más que su jefe de gobierno. Sus declaraciones son más esperpénticas que la de su compañera y enemiga Marisú Montero, que ya es decir. Habla, habla y no dice más que necedades porque no sabe lo que dice y ni ella misma se lo cree. Hace de la mentira su costumbre. Bien es cierto que aprovecha sus comparecencias para lucir sus modelitos sacados todos ellos de tiendas de lujo y nunca de baratillos. Es lo único que puede ofrecer esta calamidad de ministra; nada más.
Lleva desde 2020 de ministra y sería de suponer que algunas de sus medidas hayan sido eficaces y solventes… Yo no las conozco. Lo que sí son por todos conocidas, son las medidas populistas e ineficaces y adecuadas solamente para los seguidores de las mariscadas y los gambones.
Nos ha vendido a bombo y platillo la reducción de la jornada laboral sin contar con los pequeños empresarios, muy importantes en la economía española, pero no nos dice que aumentará la edad de jubilación; persigue de manera contumaz e indiscriminada al autónomo y al pequeño empresario; crea en el mundo laboral la figura del trabajador “fijo discontinuo” con el único fin de enmascarar la alta taso de paro; las PYME,s. son las grandes sufridoras de sus reformas, pues rara vez cuenta con ellas; crea la figura del “permiso climático” por el cual los trabajadores están exentos de ir a trabajar si el clima les es adverso llegando a decir que estaba dispuesta a cambiar, ella misma, las condiciones climáticas; vamos que Yolanda Díaz cambiaría el clima; su último logro ha sido la subida del SMI – es obvio que todos queremos ganar más – pero la trapisonda y mentirosa de ella no dice cuánto va ser la subida realmente y que ese incremento obligará a las clases menos pudientes a tributar a su compañera de escaño, la implacable recaudadora de impuestos Marisú Montero.
Esta nefasta ministra de Trabajo, además de comparecer frecuentemente ante los medios para no decir nada y lo poco que dice atenta a la inteligencia de los españoles, no tiene rubor en desear la guillotina a los Reyes; en entrevistarse con el Papa en el Vaticano siendo ella una convencida comunista y por tanto enemiga acérrima de la religión, y le importa una higa el viajar en avión oficial dilapidando dinero público en asuntos absurdos e innecesarios.
Esta es Yolanda Díaz en tiempos abogada laboralista en Ferrol, poco pulida físicamente entonces y tosca en su vestuario. Ahora, rubia de bote, es una imitadora de Dolores Ibárruri sólo por sus ideas marxistas, pero también de las mujeres pijas, a las que aborrece, asiduas a las pasarelas de moda a las que asiste frecuentemente.
De ahí que se la conozca también por “Fashionaria”. Todo un sucedáneo, y si lo quieren, más que fashionaria, un bluf.
Una impostora de libro.
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