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Cuando falleció Francesc Macià, el músico Rossend Llates escribió sobre quién lo sustituiría que “cualquiera que eligiéramos no tendría ninguna popularidad. Entonces nos dimos cuenta de que los catalanes que seguíamos de verdad el movimiento catalán no pasábamos de ser cuatro gatos…”. A lo que el periodista Agustí Calvet Pascual Graziel añadió que “en total 2.000 catalanes -1.500 barceloneses y 500 de las comarcas”. Y esa era la realidad. A Lluís Companys nadie le hacía tanto caso como a Francesc Macià, no tenía su carisma. Necesitaba un acto “de valentía” para que el movimiento catalán lo vieran como un líder. Es por eso por lo que el 6 de octubre de 1934 decidió proclamar el Estat Català. Esa es la razón y no otra. Como afirmó el medievalista, miembro de la Lliga Regionalista y crítico contra el catalanismo, Fernando Valls Taberner al tratar el nacionalismo catalán:
“En todos los lugares donde se contagian las ideas nacionalistas, suelen producir esta un desvarío exaltado, un furor imperante, una pasión revolucionaria, responsable a veces de crímenes execrables, de agitaciones convulsivas o de conflagraciones trágicas. El nacionalismo genera fácilmente, cadi diría fatalmente, en extremismo y violencia; es decir por sí estridentes y megalómano, tiende por naturaleza abultar diferenciaciones, a profundizar en antagonismo, a cultivar rencores entre las regiones integrantes de un mismo Estado”.
Sobre lo ocurrido el 6 de octubre de 1934 comentó Gaziel que, por culpa de un arrebato de Companys, por un mal entendimiento con el gobierno centroderechista, Cataluña perdió en 10 horas toda la autonomía conseguida desde 1931. Companys, al precipitarse, perdió todo prestigio y se inhabilitó para continuar siendo presidente de la Generalitat. Los que ocurre es que sus amigos masones y anarquistas, a pesar de ser un incompetente, lo mantuvieron en el poder. También hubo la ayuda del Frente Popular. Cuando ganaron las elecciones en febrero de 1936 liberaron a Companys. Para que pudiera volver a ser presidente. El Tribunal de Garantías decretó, el 5 de marzo de 1936, inconstitucional la ley de 2 de enero de 1935. Companys regresó a Barcelona el 2 de marzo de 1936 y fue recibido con honores de estado. No se le culpabilizó de nada y volvió a ser presidente de la Generalitat. Le lanzó un órdago al gobierno republicano. Le salió bien al ser elegido el Frente Popular. Fue visto en Cataluña como el gran mártir del centralismo español. Él, el líder indiscutible del independentismo, había sido encarcelado “porque en España no nos entienden”. La jugada le salió bien. Ahora Rossend Llates y el movimiento catalán tenían un nuevo líder, a la misma altura que Francesc Macià. La realidad es que todo era fachada, pues Lluís Companys era y fue un incompetente.
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