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Manuel Gutiérrez Algaba, tras convertirse en el confinamiento lleva años perseverando en la oración y en el celo apostólico. Fruto de él nace este libro para intentar acercar a la fe al que está alejado de una manera muy humana y llevadera.
¿Por qué el confinamiento fue para usted tiempo de gracia?
Normalmente la gente entiende tiempo de gracia como tiempo de arrebatamiento de bondad y Gracia de Dios. En mi caso, el confinamiento, en especial la norma de recluir a los niños y dejar a los perros en la calle fue un mazazo de maldad clara e indisimulable; fue un extraño toque de atención a lo sobrenatural, a que lo espiritual es absolutamente real, no es un cuento de viejas.
Desde el punto de vista estrictamente lógico hasta hubiera sido más coherente y “teatral”, acorde a la narrativa, haber dejado un tiempo de paseo “con precauciones” a los niños, pero no había una extraña necesidad de causar mal profundo. Luego, conforme avanzaba el sainete, fueron cayendo “costras” de cerrazón a golpe de descubrimientos sobre el sistema satánico en el que nos encontramos, la catedrática María José Martínez Albarracín, el biólogo Eduardo Benítez. Conforme iba cayendo la venda y era visible una maldad sobrenatural, también brillaba la “santidad” de estos buenos “cristianos”, cristianos de los que luchan, cristianos como El Cid Campeador, como San Fernando, como Alfonso X el Sabio, cristianos y españoles de los antiguos, de los de siempre, porque no se puede ser español sin ser cristiano.
Es muy triste que estemos abocados a la tragedia, a los daños de la maldad, para que volvamos la mirada a Jesucristo, si bien es cierto que nunca podremos llegar a alcanzar la Gracia sin ayuda. Me dí cuenta también que el velo que tenía la mayor parte de la gente no era ni un velo de conocimientos, ni un velo de la razón, era bastante peor, era un velo de maldad, de egoísmo, de cobardía, de indolencia. Yo no quería, ni quiero, ni puedo ser así. No quiero porque me parece que es abandonarse al Mal, porque es traicionar el Sacrificio de Cristo, porque es ningunear su llamada al amor, al servicio entre hermanos, porque es ningunearlo a Él. Me parece perfecto que la gente no crea en Cristo o que sirva al Mal, es su elección, y su Dios lo permite, yo no soy nadie para corregir a Dios; pero yo tengo una obligación de hacer lo que pueda para ofrecer la verdad, con minúsculas, y la Verdad con mayúsculas.
¿Cómo le cambió la vida vivir desde la fe?
Pues realmente es una sensación agridulce. Sé que el “perfecto católico” es una persona muy feliz, que nada teme, ni nada espera, como Santa Teresa de la Jesús; pero es difícil quedarse impasible ante tanta maldad, es difícil preguntarse si uno está haciendo lo correcto, si debe hacer más, si debe hacer menos, si debe limitarse a orar. Es difícil soportar la indiferencia de otros “cristianos”, su perfecta “adaptación” al mundo, al mal, su “aparente” caridad invisible e intangible. Es chocante ir a Misa, escuchar las lecturas y las homilías y ver como nadie ha comprendido nada, ni siquiera no llevar mascarilla, ni siquiera no usar gel hidroalcohólico, mucho menos interesarse en nada por el prójimo.
También hay una parte dulce y es descubrir la caridad, y no porque yo sea rico y vaya arreglando la vida a nadie, ¡qué va! ¡Ojalá! Es una caridad muy pequeña, endeble, humilde. Es la caridad de alertar a la gente sobre los peligros de la vacuna, es la caridad de tratar de cambiar el mundo, haciendo que la gente cambie de opinión, informándole. Es una felicidad de estar haciendo algo bueno, y esto prueba de que es algo bueno y digno de ofrecer a Cristo. Otra cosa que me aportado al fe es la liturgia o, simplemente, el hecho de asistir a Misa. Son momentos de tranquilidad, de sosiego, de calidez. La esperanza en el más allá, pues también, pero eso lo tengo medio condicionado al hecho de ser justo y digno aquí y ahora y merecerlo. Creo que la esperanza sin haber hecho los deberes es una especie de egoísmo, de “porque yo lo valgo”, de “exigir” a Dios todo y no dar nada. También he descubierto que la religión católica es excelente para vivir mejor, es decir, se abordan mejor los problemas, bueno, esas cosas que pongo en el libro.
¿Por qué decidió escribir un libro titulado Catolicismo para ateos?
Es parte de mi cruz personal de “caridad de información” y de “movilización”. No me resigno a ver como mucha gente, incluso con fuertes valores algunas de ellas, no reacciona ante el estado de cosas, ni si siquiera ante la maldad, la injusticia, o lo hace de manera muy tibia, muy puntual, esporádica, irrelevante. Así que me dedico a repartir octavillas, no todas los que yo quisiera, ni siempre cuando a mi me gustaría, y a escribir libros para movilizar. Este libro es parte de esa estrategia, de ese trabajo, de esa cruz. Es un libro que quizá conecte más que los otros libros y que sirva para arrastrar a alguno a la caridad de información y al activismo. Siempre hay que “partir” de la mente del receptor del mensaje para poder comunicar algo, y, afortunadamente, el “substrato” católico es un punto de unión, de comunión, también para la comunicación. Este es un libro realmente de activismo, de reflexión personal, de descubrimiento de las propias fallas viéndolas plasmadas en la mentalidad atea, también es un repaso personal de mis propios errores, una confesión encubierta y un aprovechamiento de los mismos errores.
¿Por qué tiene ese gran deseo de hacer propaganda de las verdades de la fe?
Creo que lo único que nos puede salvar es Dios. Para algunos Dios salvará en la segunda venida y toman el calendario y calculan las semanas de Daniel y se sientan en el sofá, bueno, y rezan. Yo creo que nosotros podemos y debemos hacer algo. Y ese algo está ya en la Doctrina Católica, en las verdades de la Fe. Más que reinventar, hay que “evangelizar”, pero hacerlo de manera “laica”, puesto que no tenemos potestad, y hacerlo de manera “moderna”, es decir, usando el lenguaje, mentalidad y grado de reacción de las personas actuales. Cuanto más solida sea la Fe de la gente o más se extienda, el “koine” ético que es la religión católica, servirá tanto para aumentar la “evangelización”, como para aumentar la caridad tanto económica como personal. Nuestra única solución es expandirnos y evitar ser cada vez menos y más insignificantes.
¿Por qué piensa que para que un ateo se acerque a la fe hay que empatizar primero con él, sin agobiarle ni echarle nada en cara?
La forma ideal de acercar a la gente es “curarla”, como hacía Cristo, pero yo no soy santo y no puedo hacerlo. Así que tengo que usar métodos mundanos y pedestres como la psicología, la mercadotecnia y demás y esto incluye usar argumentos muy blandos y una actitud “de amigo”, lo mismo que quien vende una lavadora. A falta de otros carismas, uso lo que tengo.
¿Por qué habla del catolicismo con el slogan bueno, bonito y barato?
Primero porque es verdad. Segundo porque el slogan tiene el ímpetu ya de serie y es aprovechable, es conocido por todos. Tercero porque rompo con cierta “ñoñería”, cierta tibieza, de no atrevernos a imponernos en el mundo; se supone que “lo católico” debe estar constreñido a un espacio o a unas procesiones y no molestar.
¿Por qué el catolicismo es bueno?
El catolicismo es bueno porque en primera instancia es el Camino, la Verdad y la Vida. En segunda instancia, porque las “consecuencias” de ser el Camino, la Verdad, la Vida, producen una serie de “bondades”, de beneficios, a veces, ni siquiera espirituales, derivados del hecho de vivir con “naturalidad” y con cierto orden, incluso. El catolicismo es bueno porque plantea una forma de relacionarnos de manera óptima, implica un orden político muy claro y definido y una actitud política mundana. Aunque el reino de Dios no sea de este mundo, el “amaos entre vosotros como yo os he amado” genera una estructura social, política, militar, etc. que se parece al mundo “tradicional”, pero que lo supera. El catolicismo es la cura de nuestros males sociales, no solo los personales.
¿Por qué es bonito?
La mera “evocación” de Dios, cuando no inspiración o gracia divina, ha tocado a infinidad de artistas para la creación de “arte”, de belleza, de loas a Dios. Sin duda, en el arte, hay algo trascendental más allá de lo técnico, más allá de la sublimación de lo técnico, más allá de la reproducción de la realidad o de su evocación graciosa o ingeniosa. Además, gran parte del arte, de la música recrea momentos y verdades religiosas que son, en sí mismos, tesoros de gran belleza. Quizá lo mejor es que esta cultura de lo “bello” era capaz de “extenderse” hasta lo mundanal y funcional e inundaba todo de una estética humana y cristiana.
¿Por qué es barato?
Barato significa económico, de poco coste, es decir, de menor esfuerzo. Lo natural es, por definición, lo más simple, lo que no está alejado de las pulsiones naturales del hombre. Dios quiere para nosotros lo mejor, lo natural, sin embargo, nosotros mercantilizamos absolutamente todo: el agua, el aire, la tierra, las relaciones humanas, … Somos nosotros los que nos esclavizamos, y nos dejamos esclavizar, los que nos separamos del camino simple, los que generamos “plusvalías”, beneficios, que son muy caros para nosotros porque nos empobrecen, para enriquecer a otros.
¿Por qué pretende aprender y no enseñar?
Primero porque es lo que siempre pasa. Escribir es una oportunidad para reflexionar, para recordar, para ordenar, para abstraer. Así que aprender aprendo, además advierto al lector de que se va a encontrar con una especulación personal, lo cual también es lo habitual, y le invito, de manera irónica, a que haga lo mismo. Nos pasa a todos que nos creemos sabios y terminados en nuestras necesidades de saber: ni medio libro más. Nos creemos que tenemos la respuesta y la postura correcta ante todo. Así que procuro que el lector se diga así mismo que tiene que bajar sus “defensas” y molestarse en cuestionarse algunas cosas.
También es una forma, irónica, de abordar la “superioridad atea”, de aterrizar en la cabeza superior del ateo, que ya ha “llegado” a la verdad atea, de trabar contacto, de complicidad para tomarle de la mano y llevarle al terreno más molesto de la “opinión opuesta”. Es una forma de apelar al “libre pensamiento” para que se fracture y reconozca su propia rigidez.
¿Qué frutos espera del libro?
Primero un fruto divino, espero que Dios me lo tenga en cuenta en mi “haber”. Segundo, espero no defraudar las potencias y habilidades otorgadas y haber sido capaz de ponerlas en marcha para algo digno. Tercero, espero mover algunos milímetros tanto a ateos como a católicos.
¿Por qué merece la pena leerlo?
Para mejorar espiritualmente, puede ser el primer beneficio. El católico se sentirá incomodo a veces, pero comprenderá que es bueno reflexionar y ser humilde, así que será aún más católico. El ateo tendrá una perspectiva más real del catolicismo, menos “extremista”, menos “fanática”. El ateo comprenderá también la tragedia de tanto católico ateo y de la propia degradación de la religión católica y como le afecta en el día a día, como le engañan. Mis libros suelen ser originales, lo cual es bueno y malo, habrá expresiones o planteamientos “nuevos”, pero esa misma novedad siempre causará algo de desazón, de falta de asideros, de desconcierto.
Más que leer libros que nos hacen “sentir bien”, se me viene a la mente los libros de “hispanismo”, porque nos recuerdan lo grandes que somos, o que fuimos, hay que leer libros que nos hagan crecer, y no necesariamente aprender otro lote nuevo de técnicas y habilidades humanas, o una nueva “descarga” de conocimiento sobre algún período histórico. Muchas veces enriquece más leer libros de “otra mentalidad” , de otros objetivos, ideologías o saberes humanos.
Autor

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Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.
Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.
Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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Qué duda hay que en el Cielo hay más alegría por un converso que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión. Y muy loable y cristiano es tratar de atraer a Cristo a los ateos. Lo que ocurre es que los católicos no deberíamos perder la perspectiva real nunca, es decir:
Nuestro Señor Jesucristo, Bondad infinita, se lamentaba de Betsaida y Corozaín por no convertirse después de tantos milagros que allí había obrado. Como la inmensa mayoría de generaciones posteriores y anteriores en todo el mundo no han tenido la gracia de ver al Señor obrar milagros incontables como las estrellas del cielo, no tendrán un juicio tan severo como aquellas ciudades de Tierra Santa, pero la lección esencial que los católicos debemos sacar es que si el mismo Señor, Bondad Infinita, no pudo convertir a los fariseos, saduceos e incontables paisanos suyos, ¿cómo podremos nosotros, pecadores al fin y al cabo, ruines en mucho mayor grado que su amiga santa Teresa de Jesús, aspirar a convertir a los ateos? También tenemos la parábola del pobre Lázaro y del rico que se dio en llamar Opulón.
La conversión de los ateos pasa porque ellos mismos atiendan, como Saulo camino de Damasco, las santas inspiraciones del Espíritu Santo. Nosotros solo podemos sembrar, pero no esperar que la buena semilla de su fruto.