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 “Yo estoy resuelto a luchar contra todo y contra todos sin más baluarte que la confianza y el apoyo de mi pueblo.” Emiliano Zapata.

“Contra todo un pueblo no se pude ir” (atribuida al marqués de Esquilache)

Ni sé, ni me importa saber el número de personas -digo personas, y no españoles, que sería lo suyo, porque también votarían los extranjeros que viven entre nosotros, y puede que hasta los ilegales, que a demócratas no nos gana nadie- que son monárquicos o, sin serlo propiamente, prefieren la Monarquía liberal y parlamentaria a la República Nacional. Cuestión fundamental sobre la que no habrá un referéndum, como sí hizo Franco para elegir al Rey, luego devenido en “perjuro” ante Dios y ante la Historia, Bien es cierto que si lo hubiera, se apañaría la consulta igual que se hizo con el de la Ley para la Reforma Política (Ley 1/1977, de 4 de enero). ¿Se acuerdan ustedes, los más mayores, de cómo se formuló la pregunta de marras?

    Ahora bien, sé sea monárquico por convicción, costumbre o interés, o no se sea por razones suficientes, dejemos de considerar la República como un “fiasco por ser germen de división”, porque lo que realmente causa la división entre los hombres y las tierras de España son los Partidos Políticos, base de la representación en el sistema liberal, que no son otra cosa que estructuras burocratizada y corruptas que ahogan la verdadera representación real que pertenece al pueblo. Y junto a dejar de lado este razonamiento, dejar igualmente de considerar a la República como “un experimento de laboratorio”, por más que nuestra experiencia, que no es tanta como para crear norma de obligada convicción, se utilice como argumento. Por no referirme a esa simpleza argumental que es decir que las Republicas que tuvimos “casi nos llevaron a la destrucción de la Nación española”, porque a ello, a la destrucción, también nos llevó en muchas ocasiones la Monarquía. Como lo fue la que encarnó y representó Alfonso XIII, que nos llevó a la República de 1931, frente a la que no se alzó el Ejército ni la Guardia Civil, sabedores que al nuevo régimen lo había traído la dinastía la Monarquía, devenida, como bien acertó a decir José Antonio, en  una cascaron vacío, inoperante, fenecida.

    La República como forma de Estado puede ser tan práctica y útil, como la Monarquía, y desde luego más representativa que la Monarquía liberal hereditaria. Y esto lo tienen muy claro los jóvenes, de quienes es el futuro. Siendo una completa estupidez afirmar que en las Repúblicas, “casi siempre son los peores en ocupar la dirección del Estado”. Como si nuestra experiencia republicana fuera suficiente para hacer tal afirmación, o como si todos los reyes que se han venido sucediendo a lo largo de la historia de España (y refiriéndonos sólo a la dinastía Borbón) hubieran sido beneficiosos para España. Desde Felipe V “el tarado”, a Juan Carlos I “el corrupto”.

    Sin embargo, con todo lo que se diga, las cosas siguen en su mismo lugar, aunque no sea el adecuado, porque esto poco importa cuando prima el interés y la costumbre, que como bien sabemos hace ley. Además de considerar, que nuestra Monarquía, la que hoy encarna y representa Felipe VI y Leticia Ortiz (personaje que destruye el mito de la preparación monárquica desde el nacimiento) ha ahornado todo nuestro sistema que se viene sosteniendo sobre cuatro pilares: la corrupción, la inmoralidad, la mentira y el fracaso. Un fracaso que hoy evidenciamos en lo que se refiera a nuestra dependencia energética, clave en el desarrollo de las naciones.  

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    Pero como no hay manera, al menos de razonar planteándonos otra alternativa a la Jefatura del Estado, qué siga esta farsa que es la Monarquía liberal, y que sigamos todos, nos guste o no, viendo a Sus Majestades y demás familia “pasearse para romper –según dicen estos cursis felipistas- y turbar con su aureola mágica –que de esta forma llegan a expresarse- la ruda cotidianidad”, que cada vez es mayor para nosotros, que no para ellos.  

    Estoy  plenamente de acuerdo que si volviera a haber una República en España, la persona que ocupase la Jefatura del Estado no tendría que proceder de los partidos políticos, tendría que ser elegida por la mayoría de los españoles, y en caso de no haber tenido este refrendo en primera vuelta, en una segunda vuelta por mayoría simple. Este refrendo sería suficiente, y no necesitaría la ratificación de los miembros del Parlamento. Y una cosa más, entre todas las ocupaciones posibles del candidato, yo apostaría por un general.

    Me propongo no volver hablar del asunto. Aunque no prometo que lo consiga. Me cansa y me cabrea ver la estupidez congénita sobre este tema, aun admitiendo las razones de algunos para sostener lo que yo eliminaría. Puede, además, que cuando se está jubilado lo mejor sea bajar al parque más cercano a nuestro domicilio y entretenerse dando de comer a las palomas, por más simple y aburrido que ahora me parezca. O mejor aún, dejar caer la luz en el atardecer neblinoso, mientras nos entretenemos en nuestros recuerdos.

    De cualquier forma, hoy, día 25 de marzo, los católicos celebramos la Solemnidad de la Anunciación, es decir, cuando el Ángel Gabriel fue enviado Nazaret para anunciar a la Virgen María que sería la Madre de Dios, a lo que Ella respondió con su Fiat generoso. Un Fiat en el que, como dijo san Juan Pablo II, “está implicada toda la humanidad” (Rosarium Virginis. Carta Apostólica, 2002). Ante cuyo acontecimiento todo es baldío y triste. Pensemos en ello.

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D. Querido Director, estupenda la pintura que me pusiste en mi colaboración del día 23… ¡Qué bien se ve a toda la Familia Real o a la Real Familia! El Emérito, en actitud responsable y juiciosa casi parece un santo; doña Sofía, serena y tranquila como corresponde; las Infantas, quién lo diría, sin rastro ni lastre de amargura, guapas y elegantes, y él, el hijo, el rey, Felipe VI, portando un libro entre sus manos como diciéndonos que en él, en todo él, está la sabiduría de España. Qué acierto, querido Director, mostrarnos el mito, la parafernalia y la simulación… ¡Lo que hace la pintura!

Autor

Pablo Gasco de la Rocha