21/11/2024 11:45
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Han pasado casi inadvertidas estos días las lamentables palabras del P. Stefano Cecchin, recién nombrado presidente de la Pontificia Academia Mariana. Lo siento mucho, pero en los momentos en los que estamos ya no se pueden pasar por alto lo que son insultos y desprecios gravísimos a la Santísima Virgen, desde un estamento vaticano:

«Ciertas imágenes de María, como mujer esclavizada y sumisa ya no son comprensibles hoy ni pueden ser recibidas. Y a la inversa, en el pasado siempre hemos hecho hincapié en la mariología de las glorias, con una Virgen vestida de oro, de luz, de estrellas. Para llegar al Cielo, María era, en cambio, una niña, una mujer que sufría por su hijo, que lloraba, que reía. Debemos recuperar la imagen de una María caminando con nosotros», ha dicho Cecchin.

Es decir, prosigue la reinvención de la Virgen como una heroína feminista que por supuesto no es esclava de Dios ni de nadie ni se sacrifica ni por su Hijo ni por los hombres (perdón ni por los hombres ni por las mujeres). Eso ya no hay que decirlo porque según Cecchin el mundo no puede recibir esos mensajes tan «carcas». Si estamos en la era feminista, por supuesto la Iglesia y la Virgen se han de adaptar a ella, parece querer decir el presidente de la Academia Mariana Pontificia.

Una Virgen «empoderada» pero a la manera feminista, no a la tradicional, por supuesto. Pues como nos dice Cecchin hay que acabar con la idea de que la Virgen es Reina de Cielos y Tierra, coronada de Gloria y Estrellas en el Cielo. Y no parece que según Cecchin, María sea ya tampoco nuestra Madre. Todo eso es «mariología de las glorias» como afirma despectivamente Cecchin. María es simplemente una chica del pueblo, una joven normal sin ningún don especial. Una idea que ya ha parecido transmitir el Papa Francisco en otras ocasiones. Una Virgen Sinodal que «camina» con nosotros (¿en dirección hacia donde?). ¿Se acuerdan que hace unos pocos años el entonces arzobispo de Madrid, el cardenal Osoro, dijo que hoy la Virgen participaría en las manifestaciones feministas del 8 de marzo?. Pues en esas seguimos, por lo visto.

¿Cuánto tardaremos en oír desde el Vaticano que lo mismo da si María fue o no Virgen, o si su Concepción fue inmaculada o no?. Todo eso parece «mariología de las glorias» y es de temer que esos dogmas pronto sean desechados también, no solemnemente por supuesto, pero sí en el discurso habitual.

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Ciertamente de vez en cuando se oyen insultos repugnantes y soeces o de tipo sexual contra la Santísima Virgen por parte de feministas radicales o enemigos declarados de la religión. El que esto escribe escuchó algunos por parte de contra manifestantes en marchas contra el aborto, por ejemplo. Debemos rezar por supuesto, para que esos desgraciados reciban la gracia de la conversión por parte del Señor y entiendan que la Santísima Virgen es su Madre.

Pero me temo que las palabras contra la Virgen que realmente son graves, las que más duelen al Señor y traen consecuencias dolorosas sobre el mundo, son las que llegan con el lenguaje melifluo y aparentemente respetuoso, de los documentos de algunos prelados de la Iglesia. O de sus declaraciones públicas, que prescinden de toda la Doctrina de los Padres de la Iglesia y del testimonio de los videntes de las apariciones reconocidas por la Iglesia.

Cuando desde la Iglesia se le quitan a la Virgen todas las excelsas atribuciones que el Señor le otorgó y su rango de Reina de Cielos y Tierra, Reina de los Santos, de los Ángeles y de todo lo creado y se niega o se desprecia su maternidad sobre los hombres, para reducir a la Virgen a una simple joven y mujer normal que no merece ningún culto especial. Con todo esto, ¿nos extrañamos de como están las cosas en el mundo?

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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Hakenkreuz

Fue el Arcángel San Gabriel el que pronunció aquellas imperecederas palabras a la Excelsa, Inmaculada y Eternamente Virginal María Santísima, «Alégrate María, porque has hallado Gracia ante Dios. Concebirás a un Hijo al que pondrás por nombre Enmanuel» y «La fuerza del Altísimo te cubrirá».
Fue santa Isabel la que maravillándose al ser visitada por María Santísima, su Santísima Prima, cómo a ella tanto bien que viniese la Madre de su Señor a visitarla, la que sintió saltar de gozo la criatura que llevaba en sus entrañas (san Juan Bautista) cuando oyó el saludo de María y la que la calificó como «Bendita Tú eres entre todas las mujeres y Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús», que rezamos todos los católicos con todo el amor hacia Ella del que podemos dar. Fue la Virgen María Santísima la que entonó el Magníficat.
Fue la Virgen María Santísima la que oyó las dolorosas profecías de Simeón, la que tuvo que huir a Egipto para salvar la vida de su Santísimo Hijo, que es Dios y Hombre verdadero, la que padeció el dolor de la pérdida de su Santísimo Hijo durante tres días y la que lo encontró enseñando a los doctores de la Ley en el Templo de Jerusalén, «la casa de Mi Padre».
Fue la Virgen María Santísima la que padeció plenamente, con una espada atravesándole el alma, el cruento calvario redentor y salvador de su Santísimo Hijo del mismo modo a como Él ofreció al Padre en obediencia y amor su Sacrificio por nuestros pecados, con esa obediencia, humildad y amor, desde las angustias mortales del huerto de los olivos, hasta el luto del amanecer del Domingo de Resurrección, cuando fue la primera en gozar la alegría incontenible de la Gloriosa Resurrección de su Hijo y en verle resucitado triunfante sobre la muerte, el demonio y el pecado, en la intimidad y soledad de su hogar, de donde antes habían salido las otras mujeres hacia el Santo Sepulcro, según revelan no pocos santos en la historia.
Fue la Virgen María Santísima la que abrasada en lágrimas de dolor, fue cuidadosamente recogiendo la Preciosísima y Sacratísima Sangre de su Santísimo Hijo de los lugares de su calvario, para que no fuera pisoteada, la que hizo un acopio de fuerzas inconcebible reuniendo uno por uno a los apóstoles de su Santísimo Hijo, y la que siempre con humildad y obediencia intachable, ocupó el lugar preeminente en Pentecostés, amada en extremo por todos los apóstoles y discípulos del Señor, encomendada al cuidado del apóstol amado San Juan y regalo de Dios para toda la humanidad presente y pasada.
La Virgen María Santísima es la criatura perfecta de Dios, ajena totalmente al pecado, Madre Excelsa de Dios Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, Hija predilecta de Dios Padre Celestial por su humildad, amor a Dios y obediencia, esposa Eternamente Virginal del Espíritu Santo Paráclito, Espíritu de la Verdad, encomendada en santo matrimonio al castísimo y justo San José, que, advertido por el Ángel del Señor sobre la Criatura de la que estaba felizmente concebida, tomó la decisión de respetar su Santísima pureza.
La Santísima Virgen María murió, en efecto, en la propia Pasión del Señor, sufriendo los mismos ultrajes y dolores de alma que su Santísimo Hijo, fue reconocida por los Padres de la Iglesia Theotokos, Madre de Dios, ante la herejía arriana. Fue reconocida muy tarde Inmaculada Concepción en pleno siglo XIX y se reconoció también muy tarde su admirable asunción al Cielo en cuerpo y alma.

Si Nuestro Señor Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, cuya santísima humanidad por encarnación (kenosis) viene de María Santísima, es decir, su Cuerpo y su Sangre Preciosísimos, es el nuevo Adán, que redime y salva a la humanidad que a Él y solo a Él se convierte de corazón correspondiendo al amor de Dios trinitario, María Santísima es la nueva Eva que nos trae la Vida frente al poder de la muerte y el pecado. Si por Adán entró el pecado y la muerte en el mundo, junto con Eva, seducidos ambos por el demonio, emperador del pecado, de la perdición y de la muerte, por Jesucristo Nuestro Señor y por la Virgen María Santísima corredentora, abogada y medianera viene la salvación y la redención de nuestros pecados, se abren las puertas del Cielo y la reconciliación plena con Dios del hombre, algo que ningún otro hombre, por muy santo que fuera, podía obrar, pues todos somos rehenes de la ofensa extrema del pecado. Solo Dios mismo hecho Hombre podía obrar la salvación y redención. Y como Eva trajo la muerte por el pecado, María nos trajo la Vida en su Santísimo Hijo, que es Camino, Verdad y Vida. María Santísima es Purísima, no conoció el pecado por don de Dios, murió de amor y dolor ya, con una espada atravesándole el alma, en la Pasión junto con su Hijo, luego no pudo subir al Cielo en cuerpo y alma desde sepulcro alguno, pues ella tuvo que ser arrebatada en vida cuando terminaron sus días de peregrinación en el mundo. María Santísima no conoció el pecado por la Gracia Excelsa que Dios puso en ella, por tanto, la muerte no tuvo más poder sobre ella que sobre su Santísimo Hijo en la Pasión. De haber muerto, siendo la muerte el último enemigo en ser vencido por su Santísimo Hijo, habría muerto dos veces y habría compartido el pecado con el resto de la humanidad, algo contrario a las Escrituras. Su Hijo, Dios infinitamente bondadoso y misericordioso, ajeno a toda concupiscencia y pecado, no murió por pecado propio alguno como afirman los protestantes luteranos y calvinistas, sino por los del mundo entero, fue Víctima Santísima Propiciatoria, el Inocente de los inocentes que por amor a Dios infinito y por obediencia, murió para redimirnos. Y, como el Santísimo Hijo de María ya murió por los pecados de toda la humanidad desde Adán hasta el Día del Juicio Final, María Santísima fue, como afirma el apóstol que mejor la conoció, San Juan, preservada del ataque del Dragón infernal que se volvió contra Ella desesperado para matarla porque el tiempo se le acaba, se le otorgó las alas para volar fuera del alcance del demonio y, por tanto, subió al Cielo en cuerpo y alma, pero viva, sin gustar la muerte física debida al pecado. Hay varios ejemplos en las Sagradas Escrituras de personajes arrebatados al Cielo sin pasar por el trance de la muerte. Incluso el Nuestro mismo Señor Jesucristo habla de que algunos no gustarán la muerte hasta que vuelva en su gloria al fin de los tiempos.
El dogma de la Asunción de la Virgen María Santísima al Cielo viva, sin padecer la muerte corporal, es el dogma que reconocería la Pureza y la Santidad Excelsa que Dios puso sobre ella (don de Dios en exclusiva, como toda santidad), preservándola de todo pecado, para el pronto triunfo definitivo de su Inmaculado Corazón como etapa previa al triunfo del Sacratísimo Corazón de Jesús en el mundo con su Segunda Venida. Esto es lo que deben abordar papas, cardenales, obispos y teólogos, por amor a Dios por encima de todos y todo.

Amparo

Supongo que este individuo pertenece a la Orden Seráfica. Qué bajo hemos caído! De la prestigiosa Academia Mariana del Padre Carlo Balic a ésto. Del Beato Juan Duns Escoto a ésto. Y del Papa Juan Pablo II, quien desbordaba de gozo con el Ministro General de los Menores al beatificar al Doctor Mariano en 1993, a lo que ahora hay. Tristes tiempos. Y sólo hace treinta años! Cómo ha sido posible?

Hakenkreuz

Si la Santísima Virgen María hubiese experimentado la muerte corporal, su Hijo Santísimo, Jesucristo Nuestro Señor, tendría que haberla resucitado para llevarla al Cielo, como el Padre resucitó al Hijo de su Santo Sepulcro el Domingo de Resurrección, con lo cual habría una resurrección intermedia entre la Gloriosa Resurrección del Señor y la de toda la humanidad, que acaecerá el Día del Juicio Final, algo no contemplado en el Nuevo Testamento. Es impensable que la corrupción del pecado consecuente con la muerte tocase también a la Santísima Madre de Dios Nuestro Señor. Si la corrupción no puede heredar la vida eterna, ¿qué corrupción puede atribuirse a la Bienaventurada entre todas las mujeres, Reina de Cielos y Tierra?. Y la Santísima Virgen María, asunta al Cielo en cuerpo y alma, se ha mostrado físicamente íntegra e impecable en su gloria en varias ocasiones a personas de corazón puro y humilde, muchos niños y niñas: La Sallete, Lourdes, Fátima, etc. Bernardette, por ejemplo, afirmó extasiada que su belleza era incomparable, que ninguna imagen hecha por artista alguno podía captar su belleza maternal.

El amigo del Señor, Lázaro de Betania, la hija de Jairo y el hijo de la viuda de Naím son ejemplos, entre otros muchos, de la divinidad de Jesucristo Nuestro Señor, que tiene poder para recuperar la vida, porque al ser Todopoderoso tiene poder incluso sobre la muerte, y recuperó la vida de aquellos a los que se atribuye resurrección en las traducciones de los Santos Evangelios. Pero esos ejemplos no fueron casos de resurrección tal como la esperamos para el Último Día, sino de restauración en la vida terrenal, de lo contrario Jesucristo no sería primicia. Es de entender que Lázaro, la hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naím y tantísimos otros, vivieron de modo natural, como la totalidad de la humanidad restante, el resto de sus días después de habérsele devuelto la vida por la infinita bondad del Señor.

Como satanás instiga odio contra la Santísima Virgen María, es obligado el rezo del Santo Rosario diario para desagraviarla a ella y a su Santísimo Hijo, a su Inmaculado Corazón y al Sacratísimo Corazón de Jesús, y la comunión reparadora de los cinco primeros sábados (aparte de rezar el Santo Rosario, confesar, meditar los veinte misterios del Santo Rosario, acudir a misa y comulgar con fervor y reverencia), pidiendo que adelante el triunfo de su Inmaculado Corazón, como nos prometió en Fátima que ocurriría finalmente. Ya san Luís María Grignon de Monfort aseguró en su Tratado sobre la verdadera devoción a la Santísima Virgen María, que no hay devoción más amada por el Señor que la que se le tributa por medio de su Santísima Madre.

Y respecto a los dolorosísimos ataques que contra ella se lanzan incluso desde el interior de la Iglesia, hay que recurrir a las epístolas católicas de San Juan, en las que nos previene de los anticristos, que surgieron entre nosotros (herejes y apóstatas los ha habido desde el primer momento). El Señor afirmó a Santa Faustina Kowalska que el pecado que más hería su Sacratísimo Corazón era el de la desconfianza, especialmente el de sus almas elegidas. Desgraciadamente, la desconfianza de Dios es, desde Eva y Adán, la peor y más mortal enfermedad del alma, la que más almas aleja de Dios y lleva a la eterna perdición del infierno. Por eso el Señor también pide encarecidamente confianza plena en Él y el rezo de la Coronilla de la Divina Misericordia para la salvación de las almas a las tres de la tarde, hora de la Divina Misericordia, que antes que Juez Justo viene como Rey de Misericordia, para que la humanidad no deje de acogerse a su Infinita Misericordia acudiendo sin temor al santísimo sacramento de la penitencia, sean cuales sean sus pecados, porque Dios no desprecia nunca un corazón arrepentido y contrito y está dispuesto a perdonar a cualquiera que ponga su confianza en Él sin reservas ni autojustificaciones. Nos urge a no desaprovechar los tesoros de su Misericordia y a no abusar de ella, pues o recurrimos a ella o compareceremos ante su terrible Justicia, ante la cual todos los ángeles del Cielo tiemblan. No es tiempo de ser negligente.

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