04/05/2024 23:34
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José María Ribas Alba es doctor en Derecho. Profesor titular de Derecho Romano en la Universidad de Sevilla. Posee una dilatada trayectoria investigadora. Ha publicado decenas de artículos en revistas especializadas –españolas y extranjeras– y de divulgación. Es autor de una veintena de libros. Cabría destacar: Persona. Desde el Derecho Romano a la Teología cristiana (2ª ed. 2012) o Constitucionalismo romano. Los límites jurídicos del poder en la antigua Roma (2019). Entre los publicados en la Editorial Almuzara pueden citarse Proceso a Jesús (2013) y Prehistoria del Derecho (2015).

Ha sido ponente en el Curso de Historia de España organizado por la Asociación Enraizados en Cristo y en la Sociedad, presentando el primer tema sobre la Reconquista.

¿Cómo definiría la Reconquista?

Es la empresa de recuperación para la Cristiandad de una tierra asolada por la invasión violenta de la Hispania visigoda. En términos medievales sus protagonistas asumieron que se trataba de una guerra justa, de una Cruzada; así lo recogen las fuentes disponibles. Lo fue realmente, porque el Islam no ocultaba ni oculta su hostilidad hacia la Iglesia y la fe cristiana.

¿Qué opina de los que presentan la España musulmana, en especial la época del Califato de Córdoba como una “España igual de auténtica” que la cristiana?

Los grupos musulmanes (árabes, sirios, bereberes y otros) que invadieron Hispania-España no pretendieron en ningún momento identificarse con el concepto de España, ni siquiera consiguieron una verdadera concordia entre ellos. Su finalidad no fue otra que la de obtener botín y tierras donde poder asentarse. Con el paso del tiempo la invasión se estabilizó, pero la finalidad bélica, la conquista, siempre fue el factor determinante. No hubo una continuidad cultural de ningún tipo, como sí la había habido entre la Hispania romana y la visigoda, momento este último en el que se puede hablar con absoluta certeza de España como entidad política y cultural. No hubo ni pudo haber en la sociedad islámica una Laus Hispaniae (Alabanza de España) al estilo de la que escribió San Isidoro. Los invasores sencillamente no se sentían españoles, ni lo eran ni pretendían serlo.

¿Incluso algunos niegan la existencia de la Reconquista como concepto y hablan de una España musulmana idílica, Al-Ándalus, donde convivían las tres culturas… ¿Qué opina al respecto?

Recomendaría la lectura de libros como La quimera de al-Andalus de Serafín Fanjul, por citar sólo una obra en la que se explica con especial claridad el carácter mitológico de las tres culturas. Los cristianos y los judíos siempre fueron en la zona islamizada ciudadanos de segunda clase, sometidos a varias formas de discriminación, incluso de humillación. La biografía del judío Maimónides es muy significativa a este respecto. La persecución violenta, el exilio, la esclavización y el martirio siempre fueron una amenaza, que en algunos casos se convertía en triste y repetida realidad. Como muestra el episodio de los llamados mártires de Córdoba, a mediados del siglo IX. Pero hubo muchos otros casos. La negación de la Reconquista no tiene nada que ver con los datos que suministran las fuentes históricas. Es más bien una opción ideológica que sirve para intentar demostrar las bondades del multiculturalismo. Esto de reescribir la historia ya no debería engañar a nadie, pero sigue pasando.

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¿Por qué se niega la condición cristiana y europea de la esencia de España?

Quienes la niegan son sectores, ahora desgraciadamente predominantes en el mundo cultural en sentido amplio (Universidad, medios de comunicación, editoriales, etc.) que han perdido la vinculación con nuestro pasado. Podríamos decir que son extraños en su propia casa. La descristianización, en el caso de España, es especialmente dolorosa, porque España se construyó como una sociedad cristiana, como la porción amenazada de la Cristiandad, que tuvo que defender sus valores cristianos como una forma de defenderse a sí misma, de construirse como nación. España no quiso tener nada que ver con el modelo musulmán y así, de una manera evidente, se salvó a sí misma y salvó a Europa de la barbarie.

¿En la Edad Media, además, se tenía muy presente en los reinos cristianos la idea de recuperar la unidad de España, perdida durante la invasión musulmana, ¿no es así?

Efectivamente. En los anales se repite la idea de la pérdida de España, concepto que aparece por vez primera en la Crónica Mozárabe, del 754. Sin embargo, es también muy significativo, que se añada que esa pérdida ocurrió, pero no fue completa, sed non tota. Puede leerse en este sentido, por ejemplo, la Cronica Albeldense, de finales del siglo IX. Había quedado una franja en el norte, donde se agolpaba una población muy numerosa, la que huyó de los estragos de la invasión. Todo esto es importante porque demuestra que los protagonistas de la Reconquista sabían perfectamente que estaban llevando a cabo una tarea de legítima recuperación. Gesta que empezó muy pronto, en Covadonga, en torno al año 720. Y respecto a una entidad, España, que no se había perdido del todo. Incluso la propia fragmentación de los reinos peninsulares se veía como una consecuencia indeseada de la catástrofe que empezó en el 711. Por encima de esta fragmentación las fuentes dan fe en numerosas ocasiones de una unidad espiritual y un ideal político de unificación, el regnum Hispaniae (por ejemplo en la Historia Compostelana), gobernado por una pluralidad de príncipes, desde León a Cataluña, a la espera de una unidad que era entendida como un ideal, la que llegó con los Reyes Católicos –con la excepción anómala de Portugal–.

¿Por qué hoy en día algunos niegan la existencia de la nación española en la Edad Media, cuando hay una multitud de fuentes que afirman esta existencia?

Me parece que estamos ante un fenómeno semejante al del mito de las tres culturas. Porque en este mundo ajeno a lo espiritual, a las exigencias de la moral natural, la historia de España molesta. Toda la construcción de la leyenda negra pudo tener en sus inicios una intencionalidad puramente política, pero luego se transformó en un ataque a la misión de España en la historia, una nación que durante siglos se tomó en serio la doctrina de Cristo y su Iglesia, a costa incluso de su progreso material. Es menester recordar que España constituye una comunidad política desde Roma (la diócesis de España fue creada por el emperador Diocleciano en torno al 298 d.C.), se consolidó como reino en época visigoda, un reino en sus inicios aliado del Imperio romano, y resistió heroicamente la acometida «oriental» hasta el punto de que salió fortalecida de la empresa y reunió fuerzas para continuar su evangelización en América, llevando no sólo la Fe sino también la civilización.

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¿Cuál fue el papel de la Iglesia y los monasterios en la cultura hispánica medieval?

Un papel decisivo, como lo era en toda la Cristiandad. La Iglesia y en particular la reserva espiritual de los monasterios preservó y acrecentó la cultura, las artes y las ciencias. Es falsa la idea de una España medieval cristiana ignorante y semi-bárbara, que por desgracia se abre camino en las películas, series e incluso en el mundo de la educación. Un solo ejemplo: el Comentario al Apocalipsis en doce libros del Beato de Liébana, escrito entre los años 776 y 786, es obra de un monje muy culto y que dispuso, además, de una rica biblioteca, síntoma de que incluso en este período especialmente difícil se mantuvo la vida cultural en la sociedad cristiana. El Camino de Santiago fue un claro factor de unificación cultural y religiosa.

¿Cuáles fueron los principales monarcas y figuras históricas de la España medieval?

Imposible contestar a la cuestión en el formato de una conversación como ésta. La historia de los reinos de León, de Castilla, de Navarra, de Portugal, de la Corona de Aragón están repletos de monarcas y personajes que, con todas sus debilidades y flaquezas, procuraron salvaguardar eficazmente el modo de vida occidental, es decir, cristiano. Si me permite, quisiera mencionar a San Fernando y a Alfonso X el Sabio, porque en ellos se manifiesta de una manera muy clara esta unión entre los ideales cristianos en el ámbito de la política y de la cultura: Las Partidas y las Cantigas de Santa María son dos obras muy representativas de este esplendor medieval.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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José Luis Fernández

La Reconquista empezó porque en la nobleza visigoda existía la aspiración de recuperar el Reino Visigodo que abarcaba toda la Península ibérica (incluida la Lusitania romana). Si no hubiera existido esa motivación la jerarquía de la Iglesia Católica estaba dispuesta a «vivir» bajo el dominio de los sarracenos, como parece indicar la colaboración del Arzobispo de Toledo, Don Oppas, con los invasores para conseguir la sumisión de Don Pelayo antes de la batalla de Covadonga.

Daniel Antonio Jaimen Navarrete

La guerra civil más o menos larvada y crónica entre facciones visigodas se vivía como un conflicto entre arrianos por una parte y, por otra, trinitarios o católicos, viendo los primeros en la tawhid musulmana y en la doctrina islámica un rechazo de la cristología católica.

Daniel Antonio Jaimen Navarrete

La reconquista se hizo bajo el anhelo de recuperar lo legítimamente propio y, por supuesto, bajo un ideal que supera el mero ideal secular. Ahora bien, de ahí no se sigue que España, como reino, tenga que estar eterna e indefectiblemente subscrita a la fe católica. No hay identidad sin ideal compartido como tampoco hay empresa colectiva o proeza nacional sin un ideal común. Ahora bien, la Iglesia ha muerto. Decir que Dios ha muerto es una blasfemia o una provocación filosófica en forma metafórica. Decir lo mismo de la iglesia, no lo es.

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