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Son osados y están confiados. Allá ellos porque puede que llegue antes de lo que esperan San Martín y tengan que pagar la culpa que les corresponde. Y ojo, que ya hay muchos enconos y sostenemos demasiados agravios.
Osados, confiados y, sobre todo y ante todo, ralea de la peor estofa. La celebración del 40 aniversario del 23-F (en versión fallida) por parte del Congreso, pone a debate que se necesita seguir manteniendo los dos mitos que hoy por hoy siguen sosteniendo el régimen del 78: el antifranquismo como constructo necesario para dar cabida a lo más abyecto de la nación, y el 23-F para criminalizar toda reacción en defensa de la unidad de España. Así pues, esta celebración les es necesaria, mucho más si la adornan con palabras altisonantes, aunque sea para mayor escarnio a la sociedad española de la que se sirven, que es lo que ha hecho la presidenta del Congreso, María Isabel Batet Lamaña, en cuya tarjeta de invitación dice que es para “mostrar la fortaleza de las instituciones democráticas”, pese a que están absolutamente desprestigiadas, y “manifestar la vigencia de la Constitución”, que desde el Gobierno se quieren cargar.
Ahora bien, si estas dos razones para la celebración son indigeribles, lo es mucho más la tercera en discordia, según lo cual es para “recordar como la sociedad española reaccionó en ese momento y como sigue defendiendo la democracia”. Se están riendo de los españoles y ya ni lo disimulan. Habrá que volverles a calificar como lo que son, ralea de baja estofa.
Engañan, porque ni la presidenta que les convoca ni nadie de los que hoy se reúnan en el Congreso se creen semejantes razones… ¿Qué es entonces lo que se oculta con tan solemnes razones? Lo que se oculta no es otra cosa que una advertencia sibilina. Avisar al Ejército por si tuviera a bien actuar en lo que pueda pasar en Cataluña. Que pasará.
Mejor harían en ser prudentes, sobre todo por lo que está pasando y puede pasar, agravado por el panorama que dejará la pandemia. Mejor harían recordar que en más hogares de los que sospechan se gritó aquella tarde-noche del 23 de febrero de 1981: “Tejero, ¡mátalos!”, aunque sólo fuera por el recuerdo de los 278 asesinatos cometidos por ETA entre el 21 de noviembre de 1975 y el 22 de febrero de 1981, mayormente por causa y efecto de la cobardía de los políticos del Congreso y el Senado. O recordar que la manifestación del día 27 estaba ocupada en mayor medida por políticos, sindicalistas y terroristas. ¿Saben realmente lo que votaría una gran parte de la sociedad española si hoy hubiera un referéndum sobre Sí o No a la Constitución?
Estas crecidos porque ni desde las instituciones del Estado ni desde la sociedad se les para definitivamente los pies. Estamos en la generación chusma, y alguna culpa tendremos todos. De momento los padres de la mayoría de los que ocupan asiento en el Congreso y el Senado.
Y una última cosa, ¿por qué no se desclasifican todos los “papeles” del 23-F?
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