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Ahora que tanto se está hablando de la Transición y de la Constitución pienso que no está de más recordar (por aquello de la Memoria Histórica) algo que sucedió y que está en las Hemerotecas. Lo vengo diciendo y lo mantengo: la Transición tuvo dos caras y las dos están ahí, gusten o no gusten. Intentar silenciar o cambiar los hechos acaecidos es una tontería, porque antes o después se imponen y reaparecen. Otra cosa es la interpretación que se haga de lo sucedido, pues ahí sí caben opiniones diversas. Hoy quiero recordar algo que sucedió y que nadie puede borrar. Me refiero a los Juramentos que el Rey Juan Carlos tuvo que hacer para asumir la Corona y llegar a la Jefatura del Estado. Fueron dos y los dos muy importantes. El primero fue el 22 de julio de 1969, cuando Franco decidió nombrarle su sucesor a título de Rey. En aquella ocasión y ante las Cortes Españolas (ojo, todavía las Cortes franquistas) el Generalísimo y Caudillo de España pronunció un importante discurso razonando el por qué designaba al Príncipe Juan Carlos su sucesor. Aquel día Franco dijo, entre otras cosas: «Ha de quedar claro y bien entendido, ante los españoles de hoy y ante las generaciones futuras, que esta Monarquía es la que con el ascenso clamoroso de la Nación fue instaurada con la Ley de Sucesión de 7 de julio de 1947, perfeccionada por la Ley Orgánica del Estado de 10 de enero de 1967; Monarquía del Movimiento Nacional, continuadora perenne de sus principios e instituciones y de la gloriosa tradición española. Por ello, para cumplir las previsiones sucesorias, se instaurará, en su día, la Corona en la persona que hoy proponemos como sucesor, mediante la aprobación de la Ley a que va a dar lectura el señor Presidente de las Cortes…».   Fue el discurso del «atado y bien atado» que tantas expectativas despertó entonces. Quedó claro que la Monarquía de Franco no era la Monarquía que Don Juan, el heredero legítimo de Alfonso XIII, patrocinaba desde Estoril. Frente a la Monarquía liberal, parlamentaria y constitucional de Don Juan Franco se inclinó por una Monarquía tradicional, católica y representativa.  

Terminados los discursos y la lectura de la Ley llegó la hora del juramento de aceptación del Príncipe Juan Carlos y las cosas fueron así: 

Presidente de las Cortes: «EN NOMBRE DE DIOS Y SOBRE LOS SANTOS EVANGELIOS, ¿JURAIS LEALTAD A SU EXCELENCIA EL JEFE DEL ESTADO Y FIDELIDAD A LOS PRINCIPIOS DEL MOVIMIENTO NACIONAL?»

 Príncipe Don Juan Carlos: «SI, JURO LEALTAD A SU EXCELENCIA EL JEFE DEL ESTADO Y FIDELIDAD A LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL MOVIMIENTO NACIONAL». 

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Presidente de las Cortes: «SI ASI LO HICIEREIS, QUE DIOS OS LO PREMIE, Y SI NO, OS LO DEMANDE». 

 

Después tomó la palabra el Príncipe y leyó un discurso para la Historia, que entre otras cosas decía: 

«Mi general, señores Ministros, señores procuradores: plenamente consciente de la responsabilidad que asumo, acabo de jurar, como sucesor a título de Rey, lealtad a Su Excelencia el Jefe del Estado y fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales del Reino. 

QUIERO EXPRESAR, EN PRIMER LUGAR, QUE RECIBO DE SU EXCELENCIA EL JEFE DEL ESTADO Y GENERALISIMO FRANCO, LA LEGITIMIDAD POLITICA SURGIDA EL 18 DE JULIO DE 1936, EN MEDIO DE TANTOS SACRIFICIOS, DE TANTOS SUFRIMIENTOS, TRISTES PERO NECESARIOS, PARA QUE NUESTRA PATRIA ENCAUZASE DE NUEVO SU DESTINO… 

Mi general: desde que comencé el aprendizaje de servicio a la Patria me he comprometido a hacer del cumplimiento del deber una exigencia imperativa de conciencia. A pesar de los grandes sacrificios que esta tarea pueda proporcionarme, estoy seguro que MI PULSO NO TEMBLARÁ para hacer cuanto fuere preciso en defensa de los Principios y Leyes que acabo de jurar».

Con lo cual quedaba claro que el Príncipe Don Juan Carlos se inclinaba y aceptaba la única Monarquía posible: ¡la de Franco! ¡Qué barbaridad!, leído todo esto 40 años más tarde. Pero, ahí están los hechos. Eso fue lo que JURO el Príncipe Juan Carlos y eso fue lo que provocó el mayor aplauso que se recuerda en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo. Porque aquellos procuradores (que no diputados) se salieron convencidos de que el futuro Rey sería el Rey de Franco, aunque Franco se muriese. Claro que aquella tarde, en la Tribuna de Prensa, estaba Lucio Anneo Séneca para decir una sola frase: «ESTA CLARO, EL PODER A CUALQUIER PRECIO JAMÁS ES CARO». 

Esto sucedió en 1969. Seis años más tarde, ya muerto Franco, el Príncipe volvió a jurar para poder ser Rey y tampoco dudó. Cuando el Presidente de las Cortes (Alejandro Rodríguez de Valcárcel) y ante el Pleno de las Cortes le puso los evangelios delante y le dijo: «Señor, ¿juráis por Dios y sobre los Santos Evangelios cumplir las leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los Principios que informan el Movimiento Nacional?… Don Juan Carlos respondió: «JURO POR DIOS Y SOBRE LOS SANTOS EVANGELIOS CUMPLIR Y HACER CUMPLIR LAS LEYES FUNDAMENTALES DEL REINO Y GUARDAR LEALTAD A LOS PRINCIPIOS QUE INFORMAN EL MOVIMIENTO NACIONAL».  

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A lo que el Presidente respondió con la fórmula convencional: » Si así lo hiciérais que Dios os lo premie y si no que os lo demande». Y añadió: » En nombre de las Cortes Españolas y del Consejo del Reino manifestamos a la Nación española que queda proclamado Rey de España Don Juan Carlos de Borbón y Borbón, que reinará con el nombre de Juan Carlos I. Señores Procuradores, Señores consejeros, DESDE LA EMOCION EN EL RECUERDO A FRANCO… ¡Viva el Rey¡ ¡¡¡Viva España¡¡¡». Sin comentarios. La Historia es la Historia y los hechos no admiten silencios ni manipulaciones. 

Por la transcripción, Julio MERINO

 

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.