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En 1798, cuando se celebra la fiesta que aquí vamos a contar (gracias al relato que dejó escrito el embajador de Suecia en España), María del Pilar Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo tenía 36 años y estaba viuda. Era el día 30 de mayo, festividad de San Fernando y la Nobleza quería celebrar a lo grande el Santo del Príncipe de Asturias. De ahí que allí, en el Palacio Ducal, estuviera la flor y nata de la Corte.

Desde las baronesas de Rinini, de Castuera, de Lobatón, de Talavera, de Calatayud, de Monteagudo, de Missen, etc.

Desde las marquesas de Santa Cruz, de San Idelfonso, de Carmona, de Nova Carteía, de Vitigudino, de Espinosa de los Monteros, de Cullera, de Tarifa, de Mantua, de Lión, de Cartago, de Villagarcía de Arosa, de Santillana del Mar, de Turín, de Burdeos, etc.

Desde las condesas de Elda, de Chinchón, de Haro, de las Rías Bajas, de Cádiz, de la Albufera, de Monte Perdido, de Braganza, de Tomelloso, de Andújar, de las Navas de Tolosa, de Guadalete, de Segovia, de Munda, de Lérida, de Estrada y otras.

Desde las duquesas de Osuna, de Mota del Cuervo, de Espejo, de Medina Sidonia, de Badajoz, de Florencia, de Lima, de Río de la Plata, de Cabra, de los Monteros, del Algarbe, de Coimbra, de la Alcarria, de Ronda, de San Fernando, de Canterbury, de Bailén y otras que no recuerdo.

Naturalmente todas acompañadas por sus maridos o por algún miembro de la familia.

También asistieron algunos embajadores, entre ellos, el de Francia, el de Inglaterra, el de Prusia, el de Holanda, el de Japón y el de Suecia… y algunos generales, cual Riquelme, Morla, Castaños, Palafox, San Carlos, Blake y Solano.

Y para que no faltase una representación de la Casa Real allí estaban la infanta María Teresa, hermana del Rey Carlos IV, y el infante Luis María de Borbón y Villabriga, conde de Chinchón, nieto de Felipe V y primo del Rey.

 El programa de la Fiesta (que acabó siendo una «orgía», como se verá enseguida) lo prepararon, muy en secreto y con un mes de anticipación, Cayetana y su «amigo» Goya (que además se encargó de decorar el Palacio y hacer los decorados de la función teatral).

Y constaba de cuatro sorpresas:

Una, el «menú» de la cena. Cayetana ideó que esa noche sólo hubiera jamón y mariscos de Galicia (todo lo imaginable de las costas y los mares gallegos) con una sorpresa dentro de la sorpresa: todo el marisco se condimentaría a las finas hierbas, pero ¡ojo!, no las hierbas clásicas sino las que nacían salvajes en los alrededores del Castillo de Piedrahita, unas hierbas aromáticas que al decir de sus campesinos (y ella lo había experimentado) resultaban afrodisiacas en grado «hasta peligroso» y que encendían el apetito sexual masculino y femenino. Sus capataces las daban a comer tal cual las recogían a los animales en celo (las llamaban «Las milagrosas»).

Palacio de Piedrahita de e la casa de ALBA

La segunda era una representación teatral, que le encargaron, también en secreto, al gran Isidoro Maiquez, la máxima estrella de aquellos años, quien aconsejado y asesorado por Goya montó un «cuadro» titulado «La danza de los Demonios» (recogido de la obra «Los demonios del Hechizado», que él mismo había representado en el Teatro Príncipe).

Isidoro Maiquez

La tercera, era un Concurso de belleza, pero no para elegir a la más bella de las presentes, sino para elegir los «Pechos mejor formados y más bellos», eso sí, ello se haría en el mayor de los anonimatos (o sea con máscara). Sólo la ganadora y sus Damas de Honor tendrían que mostrar su cara e identificarse. Para lo cual, y sin explicaciones, la Duquesa les había pedido a sus invitadas que esa noche fuesen con vestidos muy escotados.

Y la cuarta sorpresa era todavía más escandalosa y libertina. ¡Lo nunca visto!.

(Y es que Cayetana ya tenía noticias de la «enfermedad» del Príncipe Fernando). O sea, un Concurso-campeonato de Penes, en el que tenían que participar por obligación todos los hombres presentes.

Cayetana y Goya se lo pasaron en grande mientras imaginaban y realizaban el Programa.

Goya

Y así llegó la gran Fiesta. Aquella noche sólo el ver llegar los carruajes con sus caballos fue en sí un espectáculo para la pobre gente que se había colocado a las puertas del Palacio. Fueron unos doscientos carruajes.

La cena comenzó a las nueve de la noche y efectivamente los invitados quedaron sorprendidos por la Decoración del gran comedor (y hasta aplaudieron a Goya) y por el «menú» extremeño (jamones)-gallego (mariscos). Lo que no supieron nadie ni les alertó fue lo de las hierbas «milagrosas», que luego harían su efecto.

Cuando terminó la cena los invitados pasaron al Teatro del Palacio (todos los Palacios de los Grandes de España tenían su propio teatro) y se fueron acomodando sin etiqueta alguna. Eso sí, «se hablaba por los codos» y se comentaba el «menú», y las «milagrosas» ya comenzaban a notarse.

En un momento dado sonaron unas campanillas y se anunció que comenzaba la función teatral. Un ejército de servidores apagaron las luces y los músicos iniciaron los compases de la zarzuela «Las segadoras de Vallecas» (de Don Ramón de la Cruz y el maestro Rodríguez Hita), que ya llevaban 30 años de éxito y que los madrileños se sabían y cantaban de memoria. (Mucho después llegarían La verbena de la Paloma, La Revoltosa, Gigantes y Cabezudos y tantas más que hicieron olvidar a las de finales del siglo XVII).

Palacio de Liria de Madrid

Y se levantó el telón… y un ¡oh! De sorpresa y entusiasmo saltó en la sala. Los decorados de Goya eran una explosión de negros, rojos y amarillos. ¡Un aquelarre de Demonios, titiriteros y animales exóticos y fieros!… que hasta provocó algunos aplausos, que fueron cortados en seco por la aparición en escena, muy rápidos y como si fueran saltimbanquis, de un grupo de Demonios, con disfraces muy dispares (también diseñados por Goya), y dando saltos acrobáticos y volatineros.

El último en salir fue Isidoro Maiquez, disfrazado de Lucifer y portando un muñeco tamaño natural que imitaba al odiado Príncipe de

la Paz, y que depositó en el suelo, en un primer plano del escenario. Los demonios, sin dejar de hacer piruetas y como en una danza macabra, se van acercando al muñeco y presentando sus «credenciales». El primero Lucifer.

LUCIFER.- Ja, ja, ja… ¡Bastardo!… Yo soy Lucifer, el Emperador de toda la Atmósfera tenebrosa, mozo y guapetón. (Y se retira).

BELCEBUT.- Y yo soy Belcebut, el amigo de la parranda y gran general de las Profundidades Hediondas.

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ARTAROTH.- ¡¡Corrupto!!… Yo soy Artaroth, Gran Duque del Hoyo sin fin, tercero en saber y Gobierno.

SATANACHIA.- ¡Cabrón!… Y yo soy Satanachia el Sordo, el de patas de avestruz, el dueño de las mujeres y las zorras.

LUCÍFOGO.- ¡¡Traidor!!… Y yo soy Lucífogo, Gran Maestro del oro y la plata, el que todo lo compra y todo lo vende. El Artífice del engaño y Rey de las cloacas.

MARBÁS.- Yo soy Marbás, el Maestro de 86 RELATOS ERÓTICOS los Maestros, el león furioso, coordinador general de traiciones y puñaladas.

BUER.- ¡¡Adúltero!!… Y yo soy Buer, el abominable ministro de la Impotencia y la Gilipollez.

SARGATANÁS.- Yo soy Sargatanás, la Diabla, primera batuta de la gran charanga y Marica oficial del Abismo.

NEBIRÓS.- Ja, ja, ja,… ¡¡Ladrón!!… y yo soy Nebirós, mariscal de Campo de todos los cornudos y de todas las Zorras que en el mundo han sido.

Al terminar la rueda demoníaca avanza Lucifer y con él todos los demás, levantan el muñeco-Godoy y le mantean en medio de un gran alboroto, gritos y cánticos:

¡ABAJO EL «CHORICERO!

(así llamaban los madrileños a Godoy)

¡ABAJO EL «CHORICERO!

¡ABAJO EL «CHORICERO!

¡¡ABAJO GODOY!!

¡Satanás, Satanás, Satanás!

¡No lo pienses más!

¡Satanás, Satanás, Satanás!

¡No lo pienses más!

¡y llévatelo ya al más allá!

¡¡MUERA GODOY!!

Y cae el telón, entre los aplausos y voces que repiten el estribillo. Los servidores vuelven a hacer la luz.

Al terminar la representación y calmados los ánimos, la anfitriona, la Señora Duquesa de Alba, le pidió a los caballeros que se ausentasen de la sala y esperaran en el bar de Palacio tomando copas.

Ella se quedó con las Señoras y les fue explicando las «bases» del concurso y les insistió en que todas tenían que pasar por delante del Jurado con máscara (para lo cual había dispuesto un modelo distinto para cada una de ellas). Todo cubierto menos los pechos. Es más –les sugirió- si alguien quiere intercambiar los vestidos puede hacerlo, para ser menos identificables. Ella mismo cambió el suyo. El Jurado lo componían los Demonios con sus máscaras correspondientes y actuaría de presentador-moderador D. Francisco de Goya.

Pero, llegados a este punto me permito reproducir las palabras del embajador sueco,

M. Bernadotte, en su «Diario íntimo de mi estancia en España»:

«Hoy, 30 de mayo de 1798, he asistido a una Fiesta increíble en el Palacio de los Duques de Alba… y confieso que asistí porque la actual Duquesa me lo pidió en persona. ¡Y a la más Grande de las Grandes de España, y la más guapa, no se le puede negar nada!. (¡Me dan miedo esas Fiestas!).

La cena fue espléndida y abundante, a base de jamón, para mí el mejor del mundo, y marisco «nacional», extraído de las costas y los mares de Galicia.

Luego hubo una representación teatral muy sibilina, pues remedando la cuestión de los Demonios del Reinado de Carlos II, el último de los Austrias españoles, los actores lo actualizaron poniendo al odiado Príncipe de la Paz, don Manuel Godoy, como objeto de sus críticas. Estuvo muy bien y los presentes aplaudieron a rabiar. Lo que demuestra que la Nobleza no quiere al Valido y amante de la Reina María Luisa, como es público y notorio.

Sin embargo, fue después del teatro cuando llegó lo más sorprendente de la Fiesta (se me olvidaba decir que la fiesta se había

organizado para esa noche por ser la festividad de San Fernando y por tanto la onomástica del Príncipe de Asturias). Porque se celebró un Concurso totalmente nuevo para mí. Se trataba de elegir los pechos más bellos de las Señoras presentes sin saber a quién pertenecían.

Pero, para que los hombres tuviésemos más conocimientos en la materia la Señora Duquesa nos hizo llegar algo que todavía me sorprendió más: un «Tratado romano de Estética y Belleza», en el que se mostraban y se describían los distintos modelos de pechos femeninos. Por su interés reproduzco algunos títulos de los modelos (¡Ah, sin que se me olvide que como autor del texto figuraba el gran filósofo español-romano Lucio Anneo Séneca!):

Pechos Unidos

• Pechos Acueductos

• Pechos Tíber

• Pechos Ostia

• Pechos «Mare Nostrum»

• Pechos Iceberg

• Pechos Olimpo

• Pechos Vesubio

• Pechos Alpes

• Pechos Séneca

• Pechos Jordán

• Pechos Atlántida

• Pechos Limón

• Pechos Pera

• Pechos Plátano

• Pechos Astifinos

• Pechos Bizcos

• Pechos Corniabiertos

• Pechos Astinegros

• Pechos Melón

• Pechos Calabaza

• Pechos Ballena

• Pechos Eróticos

• Pechos Abandono

Y así hasta 50 modelos, con sus ilustraciones correspondientes y sus descripciones.

Con esta documentación en las manos comenzó el desfile de los pechos de las Señoras presentes, quienes por decisión de la Duquesa iban todas con el rostro cubierto por una máscara. ¡No había visto nunca un desfile semejante!. Al final el Jurado eligió los tres que más les gustaron, pero como había que proclamar una «campeona», en ese momento a los Señores presentes se nos dio la posibilidad de votar nosotros también… y eso antes de que las elegidas se quitasen la máscara y mostrasen su persona. También yo di mi voto.

Resultaron ganadoras y se descubrieron entre aplausos:

– Primera y Reina de los pechos más bonitos y más proporcionados la Duquesa de Osuna. Por sus sorprendentes pechos «Pepino» (*) (lo cual no me sorprendió porque era la que yo había votado y, sin duda, una mujer muy guapa en su conjunto).

La ganadora Duquesa de Osuna

Pechos Pepino: Son como una montaña volcán con su cráter correspondiente, aunque en lugar de salir fuego, piedras y lava sale una protuberancia, dura y redonda muy parecida a un pepino. Imagínense que esa montaña y esa protuberancia en forma de pepino aparecen en el pecho de una mujer… pues no se rompan la cabeza, porque así eran o tenían los pechos las mujeres que las tropas romanas encontraron en Capadocia y junto al Mar Negro. Son pechos, ciertamente, sorprendentes porque por su situación geográfica están más arriba del Ecuador del tórax y aunque unidos en la base están muy separados en la cúspide, o sea los pezones.

 

– Segunda, y Dama de Honor, quedó la condesa de Elda. Por sus perfectos pechos «Síbaris» (*) (una rubia despampanante, que más parecía sueca que española).

Pechos «Síbaris»: La frase tan conocida de «!Vives como un sibarita!» tiene su origen en la ciudad-estado de Síbaris, una colonia griega que llegó a dominar todo el sur de Italia. Según la Historia Síbaris era la cumbre del buen vivir, del buen comer, del buen amar. Pero, la reina de aquella sucesión de lujos era el cuidado del cuerpo femenino, sobre todo los pechos de las «matronas» más señoriales. Para mantener en forma y llamativos los pechos utilizaban una crema a base de carne de langosta, ostras de Rodas y percebes del Egeo. De ahí que a los pechos bien cuidados se les conozca como «Pechos Síbaris».

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– Y tercera, segunda Dama de honor, quedó la condesa de Jaruco. Por sus redondos pechos «Naranja»* (una cubana menudita, pero preciosa, que había nacido en la Habana, de padre español y madre criolla). La Jaruco daría mucho que hablar en los años siguientes.

Pechos naranja: La primera vez que se habla de este modelo de pechos es el año 202 antes de Cristo. Fue Escipión el Africano, el conquistador de Cartago, en una carta a un amigo de Roma: «lo que más ha sorprendido a mi ejército del mundo cartaginés han sido los pechos de sus mujeres. ¡Increíbles!. Redondos, llenos, duros y de un color rosáceo que parecen naranjas. No me extraña que entre los soldados se hable ya de tetas naranja».

¡Ah, qué gran enfado se cogió la anfitriona, nuestra Duquesa de Alba, por no haber sido seleccionada!. Tal vez porque a la mujer más guapa de España, la del cuerpo perfecto, no le acompañaban los pechos; algo tenía que fallarle.

Y cuando ya era muy de madrugada y los ánimos y el ambiente estaba de un erotismo «salido» (palabra y significado muy español) comenzó el Campeonato de Penes. Si bien aquí, tengo que decir que el Campeonato no cayó bien entre la mayoría de los caballeros presentes (y yo me incluyo) y nos opusimos frontalmente a semejante «desafío», por ello sólo subieron a dejarse medir el órgano viril algunos atrevidos, y eso porque también se cubrieron con máscaras. Sólo puedo decir que los «ganadores» dieron un tamaño de 27, 25 y 24 centímetros (¡bárbaros!) y que el Jurado estuvo compuesto exclusivamente por mujeres.

Por cierto que la anfitriona se me acercó y me dijo al oído socarronamente:

– Embajador, pues eso no es nada comparado con lo del Príncipe de Asturias. Dicen que casi le llega a las rodillas (y se retiró riendo como un ángel-demonio).

Las «maja» vestida

Así terminó la Fiesta. Ojo, la fiesta, que no la noche. Porque algo pasó aquella noche (claro, el embajador no sabía nada de las «milagrosas», las hierbas salvajes afrodisiacas que habían saboreado con el marisco) que nos despertó a todos un ansia incontenible de hacer el amor y las más de cien habitaciones del Palacio ducal y otras dependencias del mismo se ocuparon en cuestión de minutos. A mí también. Y además recuerdo muy bien –ahora pasados los años- que me tocó en suerte una habitación en la que había colgado un espléndido retrato del gran Duque de Alba firmado por Tiziano. ¡Y lo recuerdo porque la mirada inquisitorial de Don Fernando Álvarez de Toledo, el que se comía a los niños según la leyenda flamenca con sus Tercios de Flandes, casi me obliga a abandonar el campo de batalla y mi guerra particular con aquella medio sueca, la de los pechos «Síbaris», que era la condesa de Elda, María Fernanda Fernández de Córdoba y Ladrón de Guevara».

Desgraciadamente, aquella mujer vital, la más Grande de España y la más guapa, cayó enferma un año después, para no volver a levantarse ya que no resistió a la enfermedad mortal.

Y por curiosidad les reproduzco los títulos  de nobleza de la casa de Alba: CON GRANDEZA DE ESPAÑA -Duquesa de Alba de Tormes (1955) -Duquesa de Berwick (1955) -Duquesa de Híjar (1957)* (Cedido a su hijo Alfonso Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart) -Duquesa de Arjona (1955)* (Cedido a su hijo Cayetano Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart) -Duquesa de Liria y Jérica (1955) -Conde-Duquesa de Olivares (1955) -Marquesa del Carpio (1955) -Condesa de Lemos (1955) -Condesa de Lerín (1955) -Condestable de Navarra (1955) -Condesa de Monterrey (1955) -Condesa de Osorno (1445) -Condesa de Miranda del Castañar (1955) -Condesa de Palma del Río (1957)* (Cedido a su hijo Alfonso Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart) -Condesa de Aranda (1957)* (Cedido a su hijo Alfonso Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart). SIN GRANDEZA DE ESPAÑA -Marquesa de Coria (1955) -Marquesa de Eliche (1955) -Marquesa de La Mota (1955)-Marquesa de San Leonardo (1955) -Marquesa de Sarria (1955) -Marquesa de Villanueva del Río (1955 -Marquesa de Villanueva del Fresno (1955 -Marquesa de Tarazona (1955) -Marquesa de Barcarrota (1955) -Marquesa de La Algaba (1955) -Marquesa de Osera (1955) -Marquesa de Moya (1955) -Marquesa de Almenara (1957)* (Cedido a su hijo Alfonso Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart) -Marquesa de Mirallo (1986) -Marquesa de Valdunquillo (1986) -Marquesa de Castañeda (1995) -Marquesa de Orani (1991)* (Cedido a su hijo Alfonso Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart) -Condesa de Andrade (1955) -Condesa de Ayala (1955) -Condesa de Fuentes de Valdepero (1955) -Condesa de Fuentidueña (1955) -Condesa de Gelves (1955) -Condesa de Villalba (1955) -Condesa de San Esteban de Gormaz (1955) -Condesa de Casarrubios del Monte (1955) -Condesa de Galve (1955) -Condesa de Santa Cruz de la Sierra (1955) -Condesa de Ribadeo (1957)* (Cedido a su hijo Alfonso Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart) -Condesa de Módica -Condesa de Guimerá (2007)* (Cedido a su hijo Alfonso Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart) -Vizcondesa de la Calzada (1955).

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.