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Cuando se persigue algo con indesmayable tesón, se acaba por alcanzar el éxito (lo podría haber dicho -K’ung-fu-tzu «Maestro Kong», pero se me ha ocurrido a mí, y no creo que sea una originalidad).

Gracias a ese tozudo e indesmayable tesón de los presidentes de los distintos gobiernos habidos en España desde el «feliz advenimiento de la Democracia», hoy, el señor Sánchez -doncel de este reino-, ha recogido de las manos de la más alta autoridad europea el tan perseguido carné de «Pobre de Pedir», concedido a España y al total de los españoles.

Los discursos triunfalista de socialistas y comunistas del neosoviet Podemos, intentarán hacernos creer que ellos son los artífices del «logro», cuando simplemente son los últimos en llegar y, aunque su participación ha sido muy notoria, por haber puesto la guinda, no deja de ser una continuación de lo que empezó Adolfo Suárez y continuaron Felipe González, José María Aznar, Rodríguez Zapatero, Rubalcaba y Mariano Rajoy.

Los bancos están para vender dinero a la gente cuando existe la necesidad de corregir o impulsar la economía personal, comercial o industrial. Eso no extraña a nadie. Lo que duele es que el presidente del Gobierno de España nos siente a la puerta de la «rica Europa» con la mano extendida para que esos ricachones nos den: «una limosnita, por caridad».

Y no es de los españoles currantes, honrados y disciplinados -los que cada día con mayor sacrificio, se nos los obliga con nuevas normas a contribuir más para mantener la economía de este país; los que más se nos obliga a soportar su enorme gasto- la culpa de haber llegado al fondo de la indignidad de tener que rogar, no sólo por un préstamo con obligación de devolver -esa obligación, préstamo o hipoteca la tenemos casi todos-, sino por tener que rogar mil y una veces porque nos de la limosna, quien de ninguna de las maneras nos la quería darla.

Bueno; el virtual dinero ya está aquí, a pesar de los palos en las ruedas que constantemente han estado poniendo los fachas. Esa será, ya lo oiréis, el discurso de los rojos de variada intensidad -del rojo pálido, casi rosa braga, al intenso carmesí- sacando «pecho pollo», como si hubieran rescatado la vida de nuestro particular «Lázaro».

Los grandes inversores dicen que a veces el dinero es capaz, como una varita mágica en la mano de un mago, de lograr maravillosos prodigios. Otras veces aseguran que es como una escoba -un palo con unas peluches en la punta- que apenas vale para arrastrar la suciedad de un lado para otro. Si alguien se tomara la molestia de preguntar a uno de esos grandes inversores, seguro que diría, después de pasear la mirada sobre las cabezas de quienes se sientan en la bancada azul del Congreso de los Diputados, que no veía ningún mago. Y se equivocaría grandemente, como se equivocan las personas más inteligentes, que no son capaces de reparar en lo sencillo, o de lo que por frecuente, llega a parecer natural.

La llegada de todos esos millones de euros tendrán la «virtud», de sacar al escenario la gran cantidad de «Juanes Tamariz» de pacotilla que existen en la nueva política española, y en el amplio número de sus familiares de cercanías.

Ya iremos viendo, no desaparecer, como hacen los magos profesionales, sino aparecer Palacios en ciudades importantes y no «chaletes» en cercanas  serranías, como los de alguno de estos aprendices de magos… O, tal vez sean estos aprendices de magos los que de tanto practicar alcancen el doctorado, y se hagan aparecer para su personal disfrute, los palacios. Es posible; mientras que siga creciendo el número de parados; sea vean recortados el salario de los funcionarios y las pensiones; y se retoquen al alza los infinitos impuestos en activo, sazonados con algún otro de nueva creación.

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¿Los salarios y canonjías de los políticos?… ¡Ni tocarlos! No más de tres años les doy, para volver a las andadas.

Autor

Eloy R. Mirayo
Mi currículum es corto e intranscendente. El académico empezó a mis 7 años y terminó a mis 11 años y 4 meses.
El político empezó en Fuerza Nueva: subjefe de los distritos de C. Lineal-San Blas; siguió en Falange Española y terminó en  las extintas Juntas Españolas, donde llegué a ser presidente de Madrid.