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Y así están lavando el Eteocles Sánchez desde la Moncloa y los comunistas el de los españoles

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Victor Klemperer, filólogo alemán

 

Este fin de semana me lo he pasado leyendo una obra que me ha impresionado como hacía tiempo no me impresionaba ninguna. He leído el ensayo largo del alemán Victor Klemperer: “LTI. La lengua del Tercer Reich” y me he quedado hasta nervioso, porque justo lo que este filólogo demuestra de cómo hizo Hitler para lavar el cerebro de los alemanes y llevarlos como corderitos al nazismo es “mutatis mutandis” lo que está sucediendo en España, desde que se hicieron con el Poder los socialistas, los comunistas, los independentistas y los bilduetarras.

Me parece indispensable que los españoles preocupados por lo que aquí está sucediendo lean este ensayo y se darán cuenta que esas “tonterías” de la Ministro Montero tienen su sentido y que “ellos” sí saben a dónde van y lo que quieren.

Por ello, creo que es mejor que les adelante alguno de los párrafos más llamativos de la obra y otro día, para que vean lo que aquí está pasando les reproduciré el “diccionario” de la LGBTI+, que se está imponiendo no solo en la clase política, sino en la calle y hasta en los colegios.

Pero por hoy me conformo con que lean estos párrafos de Victor Klemperer:

 

Raza y pueblo

Con Hitler en el poder, conceptos tales como conciencia, arrepentimiento y moral estaban fuera de lugar, no se sabía lo que significaban. Lo valioso era el pueblo, el país y la raza. La conciencia, el arrepentimiento y la moral de todo un ejército y de todo un pueblo acabaron neutralizados y sometidos a los intereses nazis.

La lengua del Tercer Reich se centraba por completo en despojar al individuo de su esencia individual, «en narcotizar su personalidad, en convertirlo en pieza sin ideas ni voluntad de una manada dirigida y azuzada en una dirección determinada, en mero átomo de un bloque de piedra en movimiento» (p. 42).

El modo de hablar nazi, tan pobre y empobrecedor, se apoderó de todos los ámbitos, públicos y privados. Se adueñó de la política, de la jurisprudencia, de la economía, del arte, de la ciencia, de la escuela, del deporte, de la familia, de los jardines de infancia y por supuesto, y con particular ahínco, del ejército (p. 37). La lengua, fuera hablada o escrita, debía ser apelación, arenga e incitación (p. 41).

Klemperer defiende que «en la idea de la raza, reducida y centrada en el antisemitismo y activada mediante este, se basa la peculiaridad del nacionalsocialismo respecto a otros fascismos. De él extrae todo su veneno» (pp. 200-201). A ello une Klemperer «la característica alemana básica de la desmesura, de llevar las consecuencias lógicas hasta el extremo, de intentar asir lo ilimitado», lo que «proporcionaban un exuberante caldo de cultivo para la idea de la raza» (p. 201).

El filólogo Klemperer va más lejos: «Todo cuanto constituye el nazismo ya está contenido en germen en el romanticismo: el destronamiento de la razón, la animalización del ser humano, la glorificación de la idea del poder, de la fiera, de la bestia rubia…» (p. 208), una tesis por la que ha sido ampliamente criticado.

Coventrizar

El nacionalsocialismo tenía una forma muy fácil de legalizar la invasión y el robo: por medio del cambio de palabras. Antes de la Segunda Guerra Mundial, en 1938, se apoderaron de Austria, que sería la Marca Oriental (Ostmark). Así se incluía Austria en la Gran Alemana. Después invadieron Holanda, que se llamaría la Marca Occidental (Westmark). Todas las ciudades polacas fueron germanizadas. Por ejemplo, Lodz perdía su nombre y recibía el de Litzmannstadt, por su conquistador en la Primera Guerra Mundial.

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Pero el nazi también era «creativo» cuando no podía invadir o robar.

La ciudad inglesa de Coventry fue casi totalmente destruida por los aviones de la Luftwaffe el 14 de noviembre de 1940. Goebbels se inventó el término coventrizar para referirse a partir de entonces a esos bombardeos masivos. Conventrizar era «borrar del mapa». Varsovia fue «coventrizada». Casi todas las ciudades polacas, con excepción de Cracovia, fueron «coventrizadas». Crimen y castigo. También en los últimos dos años de la guerra casi toda Alemania y gran parte de Austria fueron «coventrizadas» por los aliados, incluida la perla barroca de Dresde, la ciudad de Klemperer.

A modo de resumen

Hay un peligro enorme en no saber lo que significan las cosas. Hay un peligro claro de destrucción si se utilizan términos que no significan lo que tienen que significar. Piénsese en lo que ocurre hoy día en la economía. «Crisis económica» implica cosas contrapuestas para un keynesiano y para un seguidor de la escuela austriaca de economía. Lo mismo la palabra «dinero». Hasta incluso la palabra «banco», por lo que debería ser para uno (el keynesiano) y lo que debería ser para otro (el seguidor de la escuela austriaca de economía).

En el caso que nos ocupa, por lo menos desde 1933 hasta 1945 aunque sus efectos perviven, el redentor era Hitler, los nazis eran héroes y el Tercer Reich era eterno. Europa era Alemania y los territorios que conquistara, «espacio», no espíritu, no lo mejor de la tradición de Jerusalén, Atenas y Roma. Más: solo los arios merecían sobrevivir y regir, los demás eran pueblos inferiores, especialmente los «cerdos judíos», perversos sin saberse por qué, siniestros porque «se oyen y se leen tantas cosas sobre ellos» (p. 261). Se prefería el fanatismo a la reflexión y a la argumentación. El ser humano era «material humano», «carne de cañón», «piezas». Se podía y de debía «liquidar» y se buscaba afanosamente la «solución final» (el Holocausto). Había que actuar y funcionar «ciegamente», como máquinas, anclados, cimentados, o puestos en marcha, lanzados y estimulados. A la vez, sincronizados, coordinados, uniformados, homogeneizados y arianizados. 

Afirma Klemperer: «Desnazificación. No creo ni deseo que esta honrosa palabra tenga una vida duradera; desaparecerá y solo llevará una vida histórica, tan pronto como haya cumplido su deber actual” (p. 11).

Cabe plantearse si la desnazificación no ha de ser acitate permanente, un símbolo que estimule la aclaración del lenguaje y la búsqueda de la verdad. Da que pensar, sin que ello quite ni un ápice de valor a LTI. La Lengua del Tercer Reich, que Victor Klempler ingresó en 1945 en el Partido Comunista de la República Democrática de Alemania (después el temido SED). Desde que terminó la guerra hasta su muerte (1960), como escribe Elke Fröhlich en la versión alemana de LTI. La Lengua del Tercer Reich, «Klemperer parece que perdió toda su sensibilidad para la lengua», hasta practicar como tantos otros la propaganda comunista e incluso la «alabanza a Stalin» (Elke Fröhlich, epílogo a Victor Klemperer: LTI. Notizbuch eines Philologen. Reclam Verlag, Leipzig, 1975, p. 412).

Apéndice

A los más aficionados al estudio de los diccionarios históricos de la lengua quizá les guste saber que en LTI Klemperer se detiene a fondo en otros términos nazis especialmente característicos. Cito algunos: «guerra relámpago» (Blitzkrieg, p. 12); «fulminante» (schlagartig, p. 12); «clan, parentela, familia en sentido lato» (Sippe, p. 13); «guerrero»(kämpferisch, p. 16); total (Total; guerra total, Estado total, p. 54); campo de concentración (KZ, Konzentrakionslager, p. 267);  «presentarse» –a la policía, a la Gestapo– (sich melden, p. 267); «expedición de castigo» (Strafexpedition, p. 69); «ceremonia de Estado» (Staatsakt, p. 70); «mostrar celo» (eifern, p. 91); «entusiasta» (Schwärmer, p. 91), «tempestad» o «asalto» –según el contexto– (Sturm, p. 105), etc.

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Después de leer al profesor Víctor Klemperer ya no dudo  en afirmar que algo muy parecido de lo que hicieron los nazis con el pueblo alemán es lo que están haciendo los comunistas con los españoles de hoy. Y pongo de entrada, solo una palabra: eso de “ultraderecha”. ¿Qué hacen los comunistas para desprestigiar una palabra y que el pueblo la rechace? Lo saben muy bien, hay que desprestigiar lo bueno que hubiera hecho el enemigo y resaltar lo malo. Por ejemplo, Franco no hizo en España pantanos, ni industria, ni acabó con el paro, ni hizo la Seguridad Social, ni tantas cosas más hasta llevar a España a la novena Potencia Mundial, Franco solo hizo fusilar a los comunistas que cogía, a los de la ETA y a todo aquel que le criticara. Entonces, si te llaman “ultraderechista” es que tú eres un asesino. Es solo un ejemplo.

Porque eso es lo que veremos en el capítulo de mañana, en el que hablaremos del diccionario LGTBI+ y como anticipo les reproduzco algunas de las palabras que recomienda:

Asexual: persona que experimenta atracción sexual en menor medida de lo que se considera estándar. Contrariamente a lo que muchos creen, aunque el sexo no es prioritario en sus vidas, las personas asexuales pueden tener relaciones afectivas en determinadas circunstancias. No implica creer que el sexo es algo malo ni se trata de un trastorno.

Androginia: una persona andrógina es la que expresa su género mezclando características de los que se consideran géneros binarios (masculino y femenino). La modelo y actriz Ruby Rose ha sido definida en varias ocasiones como tal.

Armario (salir del armario/estar dentro del armario): término utilizado para indicar que una persona mantiene oculta su orientación sexual o identidad de género. Cuando lo comunica se dice que “ha salido del armario”.

Bifobia: nombre con el que se define a las creencias, acciones, sentimientos y comportamientos que niegan, rechazan, agreden y discriminan a las personas bisexuales. Decir que “la bisexualidad es una fase” o que “las personas bisexuales son más viciosas” es bifobia. La bifobia no se da únicamente desde las personas heterosexuales, también se da dentro del colectivo.

Capitalismo rosa/ Capitalismo gay: se designa así, desde una perspectiva crítica, la incorporación de los discursos LGBTI y de la diversidad sexual a la economía del capitalismo.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.