21/11/2024 16:33
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«La nación más fuerte del mundo es sin duda España, los españoles llevan siglos intentando destruir a su propia nación, y nunca lo han conseguido. El día que dejen de intentarlo volverán a ser la vanguardia del mundo». Otto Von Bismarck. 

España es «diferente», «Spain is different!» tal como decía el eslogan de los años 60 del siglo pasado, con la intención de promocionar la «marca España» en aquellos tiempos de aislamiento internacional. Sí, para empezar se ha llegado a tal situación que una multitud de españoles hasta reniega del vocablo «España» y utiliza también multitud de eufemismos, con tal de evitar llamar a nuestra nación por su nombre, el más estúpido a la vez que común es el eufemismo de «estepaís» que se repite hasta el hartazgo, hasta aburrir, sea por boca de los políticos profesionales (especialmente los «nacionalistas» de las diversas taifas hispánicas) por boca de sindicalistas, por boca de tertulianos, aduladores, trovadores de toda clase y condición, y hasta por boca del común de los españoles. 

España, la patria común de todos los españoles, es una Nación que existe hace muchos siglos (aunque algunos historiadores no se pongan de acuerdo respecto de cuándo comienza la andadura de España como Nación) y sin embargo son también legión los que influidos por los «nacionalistas» y separatistas de las diversas taifas, y las gentes que se hacen llamar de izquierdas no paran de cuestionar todo lo que a nuestra nación haga referencia, sea su bandera, sea su himno, sea su lengua, la lengua común de todos los españoles, sean sus señas de identidad, sea su Historia (Historia de la que si de otra nación se tratara es seguro que se sentirían orgullosos, la ensalzarían y se jactarían, sin lugar a dudas.); e incluso son también legión los que van más allá y consideran que España y los españoles debemos avergonzarnos, pedir perdón, y una enorme cantidad de cuestiones más por todo lo que hicieron –o dejaron de hacer- nuestros antepasados, pues al parecer de todos los que abominan de España y cuanto sea calificable de español, no hay nada que celebrar ni de lo que sentirse orgullosos, pues nuestros antepasados más o menos cercanos, fueron poco menos que lo más malvado que ha parido madre, una raza maldita, los culpables de todo lo malo de este mundo, pretérito, presente y tal vez por venir, y por supuesto los españoles no hemos hecho otra cosa que causar sufrimientos terribles, tragedias, genocidios a otros pueblos del orbe. 

A algunos poco les falta para decir que mejor sería inmolarse, que seguro que el resto de los habitantes del planeta nos lo agradecería… por supuesto, además consideran que tenemos contraída una «deuda histórica» de la que a su parecer debemos hacernos responsables los españoles actuales. 

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Inmersos en esa vorágine, en ese torbellino autodestructivo, si algo ha caído en desgracia es hablar de España como Patria, y ya el remate del tomate es tener la osadía de hablar de España Una, Grande y Libre; pues los que reniegan de España consideran que hablar de esa «triada» es propio de nostálgicos del régimen franquista, y quien tenga la osadía de usar alguna, o las tres palabras será corrido a gorrazos y linchado públicamente, o condenado al ostracismo, al suicidio civil. Claro que si se usan por parte de los caciques y oligarcas de las diversas taifas entonces sí está permitido y es signo de progreso. Llama la atención que muchos de ellos hablen de «Barcelona en común», o «Madrid en común», pongo por caso, pero nunca hablan de «ESPAÑA EN COMÚN». 

Pues, permítaseme reivindicar la triada «España Una, Grande y Libre», sin complejos, sin rodeos y sin circunloquios. 

¿Qué tiene de malo afirmar que España es una realidad histórica; una entidad, verdadera, cierta, incuestionable; por qué hay que negar lo evidente? 

Somos muchos los españoles que no tememos complejos, no pedimos perdón ni nos avergonzamos de decir alto y claro que para que España salga de su actual situación de postración, tiene que ser liberada de quienes pretenden destruirla; somos muchos los que pensamos que esta tarea pasa por desbaratar el llamado «estado de las autonomías» y re-centralizar todas las competencias que fueron transferidas en las últimas décadas a los gobiernos regionales, especialmente lo que concierne a la enseñanza, la sanidad y la justicia.  

Recuperar la Unidad de España pasa necesariamente por recuperar el Estado Unitario, recuperar la Unidad de Mercado, crear una sola oficina de contratos y compras de bienes y servicios (eliminando las 17 de las 17 taifas regionales y limitando la capacidad de contratación y compra de los ayuntamientos y siempre bajo la supervisión de la oficina central) pues ese es el único camino que conduce a hincarle el diente al principal problema que ocupa y preocupa a los españoles: la corrupción, que no solo es material, o política, también ha derivado en corrupción moral y eso es lo más preocupante sin lugar a dudas. La recuperación de la Unidad de España exige también regenerar la Justicia, lo cual pasa porque se implante, también, una estricta separación de poderes y que todos los españoles, independientemente de su nacimiento, vecindad, sexo, u otra circunstancia personal volvamos a ser iguales en derechos y obligaciones, iguales ante la ley.  

¿Qué tiene de malo afirmar que España es una realidad plural debido a los individuos, a las clases sociales, y a los grupos que la integran, y que todos esos ingredientes son enriquecedores? ¿Qué tiene de malo afirmar que los españoles somos tal cual somos, con nuestros defectos y nuestras virtudes, con nuestras riquezas y nuestras carencias, con todo lo que hemos sido capaces de lograr y con todo lo que aún deberíamos intentar conseguir? 

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Hablar de volver a hacer Grande a España no tiene por qué ser interpretado con un planteamiento nostálgico de «imperio» o intenciones expansionistas, o cosas del pasado, sino de elevación de la autoestima y la autoeficacia, y del logro de la excelencia moral y en todos los ámbitos de la vida. 

Los partidos socialdemócratas y comunistas, con la complicidad entusiasta de la derecha boba, el Partido Popular, después de años de reabrir heridas, aprovechando la ignorancia de muchos de nuestros ciudadanos, y sembrar odio en nombre de una sectaria Memoria Histórica, adoctrinando en los centros de estudio y remachando en las televisores, han logrado que incluso los más jóvenes asocien la unidad y la grandeza de España a las tinieblas de un pasado carca, rancio, autoritario, opresor y fascista. Y, «casualmente» una gran parte de esos ideólogos resentidos, antifranquistas sobrevenidos, que se identifican, más de 70 años después, con los perdedores de la Guerra Civil, son descendientes, hijos y nietos de significados dirigentes del franquismo.  

Hablar de conseguir una España Libre es hablar de liberar a España de la situación de sojuzgamiento, de servidumbres indeseables a las que está sometida España, y lo estamos todos los españoles; es hablar de que los españoles cojamos las riendas de nuestros destinos, de nuestras vidas, sin tutelas de clase alguna, como personas adultas, que optan, deciden, actúan y se hacen responsables de sus actos. 

Y antes de finalizar mi artículo, permítaseme recordar que para que España sea una Nación Libre es imprescindible acabar con las múltiples formas de clientelismo, parasitismo, y etc. existentes en todos los ámbitos del régimen oligárquico caciquil, y darle prioridad a la capacidad y el mérito, frente a la mediocridad reinante; y por supuesto, acabar con los aforamientos y con las jugosas subvenciones que reciben los partidos, sindicatos y «ongs» diversas procedentes del erario público, del dinero que sale de los bolsillos de los contribuyentes. 

¿Acaso lo deseable es que los españoles estemos desunidos, pequeños y sometidos? 

Autor

Carlos Aurelio Caldito