12/09/2024 15:02

En un pequeño rincón del Véneto, en la hermosa localidad de Possagno, se halla la casa-museo del gran escultor Antonio Canova (1757-1822). A la entrada del pueblo, su modesta fachada la hace pasar casi desapercibida y, desde luego, a simple vista no permite imaginar lo que en su interior alberga.

Franqueada la entrada, a la izquierda, el antiguo paso de carruajes, amplio, cubierto, con piso empedrado y paredes vestidas con relieves-murales del escultor, se abre a un espacio ajardinado, dando acceso, a la derecha, a la colección de yesos o gipsoteca. Ésta, restaurada en profundidad tras los graves desperfectos sufridos por un bombardeo en la Primera Guerra Mundial, reúne actualmente el mayor conjunto de piezas en yeso de Canova, junto al que exhibe la Academia de Venecia. Aquí, en Possagno, encontramos hasta cuatro bocetos tridimensionales para el monumento a George Washington1, otros tantos del monumento funerario del escritor Vittorio Alfieri2, tres terracotas preparatorias para el mausoleo de Tiziano3, otra pintada para el monumento al Papa Clemente XIV, y modelos a escala real de muchas de sus obras4: “Dédalo e Ícaro”5, “Las tres Gracias”, “Venus y Marte”6, “Héctor”, “Áyax”, “Paris”, “Endimión durmiente”, “Perseo con la cabeza de Medusa”, “Teseo sobre el Minotauro”, “Los boxeadores Creugas y Damoxenos”7, o las delicadas “Náyade yacente”, “Amor y Psique”, “Adonis coronado por Venus” y “Bailarina con címbalos”; piezas todas ellas de notable tamaño, entre las que emerge el conjunto colosal de Teseo y el Centauro cuya versión definitiva en mármol pudimos disfrutar unos días antes en el Kunsthistorisches Museum de Viena. Al fondo distinguimos los retratos de Elisa Baciocchi8 y Leticia Ramolino Bonaparte9, sentadas y vestidas al gusto clásico.

Un factor fundamental que debe subrayarse, pues contribuye a la óptima observación de las piezas, es el cuidado diseño de la estancia donde se exponen: un conjunto de salas interconectadas con ventanales estratégicamente dispuestos para iluminar cada escultura con luz natural. Dicha luz, medida, sutil, agradable, baña las figuras con estoica naturalidad, invitando a su análisis calmado y minucioso.

Tras la visita a la gipsoteca, impregnados todavía con aquella atmósfera especial impresa para siempre en nuestra memoria, salimos a un patio de cuidados parterres, floridos y exuberantes, sentándonos un momento en uno de los sillares de piedra salpicados por el jardín, a la sombra de los árboles. Disfrutamos el momento mientras imaginamos el sonido de los pasos del escultor sobre los cantos rodados, buscando paz e inspiración entre los rosales, envuelto por el alegre canto de algún carbonerillo.

Continuamos nuestro recorrido por la casa natal de Antonio Cánova reentrando por la cocina, intacta, con una gran mesa en su centro y los muros encalados decorados por enormes platos de cerámica esmaltada. En la habitación contigua se explica bien el proceso de elaboración de una escultura: en primer lugar, la estructura de hierro que soportará el barro modelado; después, el complejo molde de escayola que permitirá replicar la pieza en yeso; y, finalmente, su traslación al mármol mediante el sistema de “sacado de puntos”. Una sólida mesa de trabajo y un amplio abanico de herramientas de trabajo completan la información de los paneles: compases, taladros, escafiladores, gradinas, punteros y raspadores dan una idea ajustada de un Arte que, como todos, además de talento exige oficio.

Repartidos por las habitaciones de los dos pisos de la casa pudimos apreciar numerosos dibujos del artista y, salpicados por las diferentes estancias, algunos yesos más como el de Paolina Borghese Bonaparte10 recostada, el enorme busto del Papa clemente XIII o el retrato del arqueólogo Leopoldo Cicognara, amigo y biógrafo del escultor.

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En el piso superior, en un torreón de base cuadrada y altísimos techos, se halla la antigua biblioteca de Antonio Canova, hoy ocupada por una mesa-vitrina central con sus herramientas y una magnífica colección de bustos de escayola dispuestos en baldas a lo largo y ancho de las cuatro paredes. Más de cincuenta esculturas11 entre las que destacamos los retratos del emperador Francisco I de Austria y del grabador, arqueólogo y coleccionista Giovanni Volpato. Un pequeño ventanuco con vistas a los jardines nos ofrece una nueva imagen imborrable.

Tras adquirir algunos libros en el museo y salir por la misma puerta de entrada, ya fuera del museo, pudimos ver justo enfrente y a unos trescientos metros, el templo que alberga casi todos los restos12 de Antonio Canova: una enorme construcción neoclásica diseñada por el propio artista, inspirada en el panteón de Agripa y erigida entre 1819 y 1832. A ella se llega en línea recta desde su casa13, subiendo, eso sí, una empinada cuesta, que se hace dura bajo el sol implacable del mediodía estival.

En el frontón leemos el texto: DEO OPT MAX UNI AC TRINO, esto es; «Al mejor y más grande Dios, uno y trino». Afortunadamente, el templo estaba abierto y pudimos acceder a su interior libremente, recibiendo una agradable bocanada de aire fresco. Entre sus anchos muros y bajo el óculo de la enorme cúpula, nos detuvimos ante la magnífica Piedad de bronce realizada por el artista. En el extremo diametralmente opuesto, el sobrio sepulcro de Antonio Canova y, debajo, un pebetero de bronce que le conmemora en el centenario de su muerte: “ANTONIO CANOVAE, QUI PRAESTANTIS INGENNII VIM ANIMI MAGNITVDINEM OMNEM DENIQVE VITAMAD ARTEM EXCOLENDAM INTENDIT ITALIAE MVNICIPIA PROVINCIA OPIFICI PROPE DIVINO ANNO POST EIVS OBITVM CENTESIMO”14

Al volver a salir al exterior nos detuvimos en el atrio, bajo la doble columnata neodórica que preside la entrada, contemplando el bello paisaje que desde allí se domina y recreándonos en la superficie de la piedra y las limpias aristas de las acanaladuras de los gigantescos pilares15. La proyección de sus sombras, regularmente espaciadas sobre el pavimento marmóreo del pronaos, irradiaba una solemnidad serena, evocándonos viejos recuerdos y sensaciones experimentadas en la Acrópolis de Atenas o ante los templos de Paestum, ecos de la grandeza eterna de la Magna Grecia.

Santiago Prieto Pérez 19-08-2024

1Encargada en mármol por el estado de Carolina el Norte en 1815 y terminada en 1820, se instaló en la Casa Rotonda de dicho Estado el 24 de diciembre de 1821. El edificio y la estatua fueron destruidos por un incendio el 21 de junio de 1831.

2La obra en mármol se encuentra en la Basílica de la Santa Croce, en Florencia.

3El monumento sepulcral de Tiziano en mármol, destinado para la Basílica de Santa Maria dei Frari en Venecia, no pudo concretarse, pero el proyecto fue reutilizado por Canova para el mausoleo de la archiduquesa María Cristina de Austria, sito en la Iglesia de los Agustinos de Viena. El mausoleo de Tiziano que hoy podemos ver en Santa Maria dei Frari fue realizado en 1853 por el discípulo de Canova Luigi Zandomeneghi (1779-1850) y su hijo Pietro (1808-1866).

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4Algunas piezas como la “Musa Terpsícore”, “Venus y Adonis” o la efigie parcial de la “Italia doliente” para el monumento funerario a Vittorio Alfieri habían sido cedidas para una exposición en Lucca que, por suerte, pudimos ver unos días después.

5Los grupos marmóreos Dédalo e Ícaro y Orfeo y Eurídice se hallan en el Museo Correr de Venecia.

6De esta obra se conserva una copia en mármol en el Museo Nacional del Prado.

7Los mármoles, realizados en 1800, se encuentran en los Museos Vaticanos.

8Elisa Baciocchi Bonaparte, hermana de Napoleón.

9Madre de Napoleón. La pieza original fue ejecutada en 1805, pero el mármol no fue terminado hasta 1807. Hoy se conserva en la célebre Casa Chatsworth (Inglaterra). En Possagno se conserva también un modelo preparatorio a pequeña escala.

10Hermana de Napoleón.

11Incluidas las doce recientemente exhibidas en Lucca, inéditas hasta la fecha, pertenecientes a la colección de la Banca Ifis: Paris (1807), Paulina Borghese (post 1807), Venus itálica (post 1811), Clío (post 1812), Elisa Baciocchi Bonaparte (post 1812), Terpsícore (post 1812), Carolina Murat (post 1813), Leticia Ramolino Bonaparte (post 1816), Erato (1812-1818), La Paz (1814), Ebe (post 1816) y Beatriz (1817).

12Su corazón fue depositado en una urna de pórfido en la Academia de Venecia. El mausoleo dedicado al escultor en la Basílica de Santa Maria dei Frari no conserva resto alguno.

13No se extraiga de este dato la errónea creencia de que Antonio Canova no se movió de su localidad natal. Canova trabajó durante años en Roma, esculpiendo allí, por ejemplo, su conocido grupo de “Cupido y Psique” –expuesto hoy en el Louvre– y, por supuesto, en Venecia. Tuvo taller en el Palacio Molin, sito en Campo San Maurizio, y en la Casine delle Rose (casita de las rosas) a orillas del Gran Canal, donde modeló “Dédalo e Ícaro”.

14“A Antonio Canova, que de excelente genio, gran fortaleza de espíritu y grandeza de alma, se propuso cultivar el arte, el reconocimiento de Italia y su provincia, cien años después de su muerte.»

15La piedra de las columnas es la conocida como “lumachella”, una roca sedimentaria caliza procedente de las canteras hoy abandonadas de Costalunga, en el municipio de Cavaso, visibles desde el atrio del Templo. El templo fue restaurado recientemente, en 2019, con motivo del segundo centenario de la colocación de la primera piedra.

Imágenes del Museo Antonio Canova, en Possagno

Izquierda: Interior del Templo Canoviano. Derecha: Atrio columnado que da acceso al mismo

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Santiago Prieto
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