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Uno de los mejores historiadores catalanes, Jaume Vicens Vives, dijo: “Desde la publicación del libro de versos de Rubió i Ors intitulado Lo Gayter del Llobregat, en 1841, y desde el fracaso del experimento de un periódico catalanista como Lo Verdader Català, en 1843, el catalanismo fue reconocido por sus redactores como indisoluble e inviolable del españolismo, España sería la nació y Catalunya la Patria”.
Una reflexión de Joan Estelrich, humanista, escritor, crítico literario, editor, político y diplomático (1896-1958): “Lo que nosotros queremos es que todo lo español se acostumbre a dejar de considerar lo catalán como hostil y que se considere como auténticamente español, y que de una vez se acepte la forma que tenemos nosotros de sentirnos españoles que es la de ser catalanes… que no nos desespañolicen… que la garantía de ser españoles consiste en ser muy catalanes, porque lo contrario es ir en contra de la naturaleza. Y por lo tanto la gente debe acostumbrarse a considerar el catalanismo, no como un hecho antiespañol, sino como un hecho españolista”.
En el libro La nacionalitat catalana escribía Enric Prat de la Riba dos principios fundamentales que hoy se han perdido: el respeto a la personalidad de Cataluña y la unidad de España, dado el carácter reaccionario de la disgregación de los grandes Estados. Según Prat de la Riba el catalanismo nunca ha sido separatista y solo podía comprenderse atendiendo al intenso sentimiento de fraternidad de los pueblos peninsulares. Respeto a la diversidad, reconocimiento de la autonomía política, compromiso con la unidad de España. Tanto Prat de la Riba y Cambó definieron la decidida voluntad de Cataluña de participar en la construcción de una “España grande”, que combinara autonomía y unidad, orden y catolicismo.
Decía Salvador Dalí i Doménech: “En numerosas ocasiones, con independencia del tiempo y los lugares por los que ha transcurrido mi vida, he manifestado con fervor que toda mi obra pictórica, artística y cultural ha sido destinada a esta querida Patria, madre de Patrias, que es España. Yo siempre he pintado para el pueblo español y para el cielo del Ampurdán”.
Lo dijo uno de los obispos más ilustres que ha tenido Catalunya Josep Torres i Bages, obispo de Vic: “También descubrirás, cristiano en el Corazón de Jesús, un gran amor a la patria. Hijo de Judea, lloró con amarguísimas lágrimas su perdición e hizo cuanto pudo para salvarla. (…) Procuró por todos los medios la salvación de su pueblo. (…) ¡Oh Corazón perfectísimo del buen Jesús!, rectificad todos nuestros sentimientos y enseñadnos la manera cómo hemos de amar a la patria, en la cual nos habéis hecho nacer, y cómo hemos de cumplir las obligaciones que con ella tenemos. Ruega, pues, cristiano de un modo particular, por España, y pide al Sagrado Corazón que derrame sobre ella los tesoros de su fe y las finezas de su amor”.
Escribía el poeta Joan Maragall: “Lo característico de este sentimiento es el ser a la vez un amor y un desamor: un amor a Cataluña que es desamor a Castilla (en el sentido de España castellana); siendo muy de tener en cuenta que el desamor es la levadura popular del catalanismo, lo más sentido por la masa, mientras que el amor activo a Cataluña es ya producto de un mayor desarrollo de la cultura y de un mayor refinamiento sentimental. (…) Su resorte [de la masa popular] está en el odio (…) Este resorte, tocado hábilmente a tiempo o disparado por casualidad, producirá una gran sacudida”.
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