21/11/2024 12:45
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Julio Borges Junyent es Doctor en filosofía por la Universidad Santo Tomás, tiene una maestría en el pensamiento de Joseph Ratzinger en la UNIR, Maestría en Políticas Públicas en la Universidad de Oxford y Maestría en Filosofía política en el Boston College. Adicionalmente, fundó el movimiento Primero Justicia y fue presidente del parlamento de Venezuela.

20 Echeverría es graduado en Filosofía y Literatura por la Universidad de Navarra. También es maestrando en Filología Antigua por el Instituto Polis de Jerusalén y en Educación Secundaria por la Universidad Internacional de La Rioja. Actualmente, sus estudios se centran en la estética neoplatónica y en la recuperación contemporánea de los trascendentales.

En esta entrevista analizan conjuntamente el libro que han escrito entre los dos: La posmodernidad en jaque de la editorial Letras Libres.

¿Cómo podríamos definir la posmodernidad y por qué consideran que está en jaque?

Bueno, la palabra posmoderno, posmodernidad se usa todos los dias de miles de maneras diferentes. Eso ya de suyo es bastante posmoderno jajaja, esa ambigüedad. Sin embargo, nosotros pensamos que hay unos rasgos que pueden dar una idea más clara de por qué nuestro mundo contemporáneo es ya posmoderno, es decir, posterior a las banderas de lo que se consideró como modernidad: en primer lugar y de manera central vivimos en una época donde la razón, lo razonable, lo necesario, perdió toda centralidad. De ser el sol del mundo, la razón es hoy una pequeña vela parpadeante en la oscuridad. Ambos extremos son exagerados y hay que buscar un equilibrio: ni sol ni vela. Lo segundo, se refiere al sentido del sujeto, del individuo, que también deja de ser el protagonista de la película de la historia y pasa a ser un extra donde su identidad, su voluntad y su razón son débiles.

Por eso la noción de persona se debilita también: ya no se trata del individuo racional, soberano y denso frente a la vida, sino de una brizna de paja en el viento, una cúmulo de historias y narrativas, un amasijo de vivencias. En tercer lugar, está el tema de la historia. La posmodernidad dinamita la noción de una historia humana lineal hacia un fin y más bien defiende una babel de miles de miles de historias plurales y todas en el mismo campo horizontal. De allí que la noción de progreso, que caracterizó a la modernidad, se desinfle en la posmodernidad. Por último, está la prevalencia de lo local y lo diferencial sobre lo universal, lo natural, lo igual. En cuanto a por qué está en jaque, es lo que queremos mostrar en el libro a través del sentido común y los argumentos que nacen del contraste.

¿Por qué decidieron abordar el tema confrontando el pensamiento de C.S. Lewis con el de Gianni Vattimo?

Ambos pensadores son críticos ante los excesos de la modernidad, esos excesos se ven claramente en el siglo XX tras dos guerras mundiales, el holocausto y los gulags. En este sentido ambos son posmodernos porque hacen un juicio interesante de las pretensiones excesivas de la modernidad. Pero al mismo tiempo son dos pensadores muy diferentes. Lewis es escritor, crítico literario y filósofo. Su paso del ateísmo al cristianismo es un proceso intelectual y vivencial muy interesante para cualquier ser humano contemporáneo. El mérito de Lewis es que es como una actualización, en términos apps, de la filosofía clásica. Es filosofía clásica 3.0 sin pretensiones académicas y por eso es uno de los autores más leídos del mundo. Por su parte, Vattimo sí es un autor académico, difícil de leer, pero de una enorme resonancia en la vida actual. Su pensamiento débil es un absoluto referente en el mundo actual: el nihilismo, la nada, la ausencia de certezas, vivir soñando sabiendo que se sueña y que todo es ilusión…

Ambos pensadores son críticos a la modernidad desde diferentes puntos de vista… ¿Cuáles son sus puntos de desacuerdo?

A pesar de que comparten una parte importante del diagnóstico de la enfermedad del hombre moderno, la medicina que prescriben es muy diferente. Hay varios temas muy apasionantes para debatir: por ejemplo, la visión que cada quien tiene de la religión y de la figura de Cristo. Pero siendo más concretos, hay un aspecto en el cual los caminos de ambos pensadores se bifurcan de modo importante, y es el relacionado a cómo se entiende la razón. Para Lewis, la razón existe más allá del cerebro humano, hay una razón que nos trasciende, el logos, origen y sostén del cosmos. En cambio, para Vattimo, la razón es totalmente inmanente. La verdad es un producto de la historia, del aquí y del ahora, una verdad construida y amasada por la pluralidad cultural, el consenso, la persuasión, la retórica y los intereses utilitarios. En cambio, para Lewis, la verdad no se construye como un artefacto, sino que se lee, se descubre, se logra comprender a partir del aquí y del ahora, pero con una vocación de ser universal.

¿Por qué es más coherente atacar la modernidad desde la cosmovisión cristiana de C.S. Lewis, aunque no sea católico, que desde el pensamiento inmanentista de Vattimo, aunque se diga cristiano?

Gianni Vattimo se define a sí mismo como catocomunista, es decir católico, comunista y activista de los derechos de la comunidad gay. Es difícil pensar en alguien tan representativo del momento que vivimos donde todo es posmodernamente mezclable, deconstruible y rearmable. En este sentido, Vattimo está más en sintonía con los tiempos, y por tanto nos pareció interesante exponer su visión y ver cómo Lewis podría argumentar de un modo distinto qué significa ser cristiano. De hecho, el libro de Lewis, Mero Cristianismo, es un intento de exprimir el núcleo de lo que significa ser cristiano más allá de las diferentes iglesias. De esta manera, lo interesante es lograr una conversación entre lo que no cambia, desde el ángulo de Lewis, contra lo que simplemente fluye, se construye, se fabula, desde el ángulo de Vattimo. Pues para Vattimo, ser católico no significa ni siquiera creer en Dios, sino se trata simplemente de una narrativa que se prefiere, que gusta, que emociona entre otras narrativas. Es como un traje que me pongo porque me gusta, me luce, no porque crea en Dios o en Cristo.

Para algunos puede sonar estrafalario, pero si lo pensamos bien, ¿no hay un número enorme de cristianos culturales que viven dentro de esa película, no por creer en Dios o practicar una fe, sino por ser una narrativa inercial, cómoda, prêt-à-porter? Volviendo a la pregunta, el mundo actual siente (y subrayamos la palabra siente porque todo se trata de cómo lo sientes) que Vattimo expresa mejor ese confort, esa zona gris y ambigua donde todos podemos ser todo lo que queramos. Por su parte, Lewis expresa una visión distinta: ser humano es llenar, desarrollar, perfeccionar libremente una naturaleza dada como regalo por Dios. En definitiva, se trata de entender la libertad como algo que me lleva a mi plenitud (en términos de Lewis, como respuesta a la posmodernidad) o como la capacidad de hacer lo que quiera (como respuesta a la posmodernidad en términos de Vattimo).

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¿Qué es el pensamiento débil y cuáles han sido sus influencias filosóficas?

El pensamiento débil es la bandera que Vattimo y un grupo de pensadores enarbolan desde hace 50 años. Nace como una respuesta a un mund1820o moderno pero violento a causa de las guerras, el capitalismo, la metafísica y la religión. Toda esta violencia tiene su origen en un ser humano que tiene la pretensión de la verdad a través de la razón. Para el pensamiento débil, lo que se ha llamado “verdad” a lo largo de la historia no es otra cosa que imposición por parte del poderoso a través de la violencia. Por lo tanto, el pensamiento débil busca quitarle las armas violentas al ser humano: la razón, la verdad, la metafísica, la religión, para que, una vez desarmado, entienda que es un animal menos racional de lo que cree porque no existe la verdad, ni la trascendencia, ni lo universal. No somos gigantes en la película de la historia, sino enanos en un circo.

Filosóficamente, Vattimo tiene una enorme influencia proveniente de Nietzsche y de Heidegger; particularmente, la idea de la muerte de Dios y, por tanto, la realidad de un mundo sin sentido ni verdad. Lo interesante es que, mientras para la mayoría de los pensadores este vacío, esta nada, el nihilismo, es motivo de angustia y desesperación, para Vattimo es la gran oportunidad para lograr la libertad humana. Es una visión positiva del nihilismo que abre las puertas a la libertad de interpretar la realidad sin ataduras, sin violencia, sin religiones, sin presupuestos metafísicos ya que la verdad no existe.

¿Por qué el pensamiento de Vattimo, al ser relativista, es incompatible con el amor a la verdad y a la filosofía realista?

Esta pregunta es central. Nuestra época es relativista por excelencia. Todo puede y debe ser interpretado desde la perspectiva de cada quien, nadie puede pretender estar más en lo cierto que otro; está tu verdad, pero está la mía. Yo tengo mi “hermenéutica” y tú tienes la tuya. Todo esto suena bien, es música para la mayoría de los hombres y mujeres de hoy. Pero pensemos un segundo: ¿qué sucede, por ejemplo, cuando llevamos este paradigma a la política? En ese mismo segundo nos damos cuenta que no es tan bonito como parece por una razón sencilla: se impondrá inexorablemente el más fuerte sobre todos los demás. De este modo, los Hitler, los Stalin, los Maduro, estarían en lo correcto: ellos simplemente defienden su verdad, su interpretación o, si lo queremos poner más bonito, su “hermenéutica”.

Lo mismo sucede en la vida cotidiana, la mayoría de la gente defiende que todo es relativo hasta que alguien no cumple o no se comporta como se espera. En ese mismo momento quien defendía el relativismo empieza a decir: eso no es justo, eso no es verdad.

De esta manera, el debate de Lewis y Vattimo quiere mostrar que, a pesar de la multiplicidad de ocasiones, encrucijadas, decisiones que son relativas en la vida, hay un pequeño núcleo de verdad que da forma, sentido y orientación a nuestra vida y a nuestras decisiones. ¿Qué tiene este pequeño núcleo? Pues tiene nociones que muy pocos objetan en la discusión pública, aunque no lo lleven coherentemente: la noción de dignidad humana, el valor de la vida, la justicia, la libertad… Por ello, tal y como preguntas, la variable “amor” es indispensable. Roger Scruton dice que la posmodernidad es una época sin amor y tiene razón. Es una época de desapego a la verdad, a lo bueno, a lo bello, y esa es la razón por la que vivimos con el amor atrofiado. Todo tiene el mismo sabor, como una feria de comida donde hay mil restaurantes de comida rápida supuestamente diferentes.

¿Por qué la visión cristiana trascendente de Lewis es la única que da esperanza y sentido a la condición humana?

La principal virtud de la visión de Lewis es que no encierra al ser humano en sí mismo, que la felicidad nos viene desde arriba. Es curioso cómo Vattimo habla tanto de las atrocidades de la modernidad y, al mismo tiempo, no ofrece más que el mismo endiosamiento del hombre como solución. Pensemos en los desastres del siglo XX: los mayores horrores han sido fruto de sociedades que han abandonado a Dios endiosándose a sí mismas y justificando así todo tipo de monstruosidades. Si estas locuras fueron construidas por hombres sin Dios, la solución no puede venir de hombres sin Dios.

Aquí la posmodernidad es, a la vez, demasiado ingenua y demasiado culpable, porque no es consciente de lo pervertido que puede llegar a ser el hombre sin trascendencia y porque directamente rechaza esa trascendencia por miedo a no ser libre (y libre en un sentido luciferino). En ese sentido Lewis es una figura totalmente realista: si los hombres se rigen por hombres, esto es la ley del más fuerte y el totalitarismo está asegurado. Por eso la esperanza sólo viene de Dios, porque es el único que puede redimir la naturaleza herida del hombre e incluso hacer, en sus propias palabras, que “la humanidad redimida esté llamada a ser algo más glorioso de lo que la humanidad no caída hubiera sido”.

¿Por qué en el fondo ese cristianismo horizontal de Vattimo desemboca en un nihilismo?

Es muy sencillo: sin Dios la vida carece de sentido y no hay valores que seguir. Esto es algo que vio Nietzsche desde el principio, así que para él y otros filósofos la cuestión no es si el abandono de Dios nos llevará al nihilismo, porque eso es algo inevitable, es como que 2+2=4. Para ellos la cuestión es si el nihilismo es superable de algún modo. Nietzsche propone que el hombre suficientemente fuerte puede construir sus propios valores. Sartre dice algo parecido: “la existencia precede a la esencia”, es decir, no hay una naturaleza humana fruto de un Dios amoroso que nos hace a su imagen y semejanza, sino que cada uno se construye a sí mismo como quiere. Vattimo cree que este nihilismo es de hecho algo positivo, una oportunidad para ser libres, porque podemos dar sentido a nuestras propias vidas eligiendo qué queremos ser y sin imponer a otros qué deben ser.

Lewis ve en este nihilismo algo que los posmodernos ignoran: el hombre sin Dios no es más libre, sino más esclavo y vulnerable, porque se ha convertido en un hombre-masa, y eso lo hace profundamente manipulable por cualquiera que sea lo bastante poderoso. ¿Y qué sentido tiene la vida así? Pues el que decida el más fuerte. El sentido de la vida de los más fuertes será dominar y el de los más débiles ser dominados. Hay que insistir en que hacer lo que queramos no nos hace más libres y felices, sino más animales, más caprichosos, más susceptibles de querer imponernos por encima de otros y de que otros se impongan sobre nosotros. Lewis entiende que el sentido y la felicidad sólo nos vienen de Dios porque un ser creado por Él sólo podrá descansar en Él, o porque, en otras palabras, un ser con sed de infinito sólo puede ser saciado bebiendo de una fuente infinita.

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¿Por qué lamentablemente hoy en día se ha impuesto más el pensamiento débil de Vattimo que el de Lewis?

Esto es algo muy llamativo del pensamiento débil: lo que Vattimo piensa y propone conscientemente es lo que la inmensa mayoría de Occidente piensa inconscientemente. ¿Por qué Vattimo gusta más que Lewis? Bueno, en primer lugar hay un claro entramado de instituciones que tratan de imponer esta cosmovisión en nuestras sociedades. Hablamos de empresas, de multinacionales, pero también de estados, de entidades supranacionales, de foros, universidades… Este sería el elemento externo que hace que el ciudadano medio piense así. Mediante propaganda, educación adoctrinadora e imposición política, los poderosos escogen qué nuevos pseudovalores serán seguidos por los débiles, y lo hacen según sus intereses, para que el criterio y la actitud de la gente les beneficie, les llene de más dinero y poder y les permita modelar el mundo como creen que debería ser. Luego está el elemento interno: el ser humano está herido por el pecado original y la libertad luciferina que le propone el pensamiento débil le parece más tentadora que la libertad que propone Lewis, porque la del pensamiento débil le promete que va a poder ser quien quiera ser sin esfuerzo, siguiendo sus caprichos y deseos más bajos, y la de Lewis le exige una fortaleza más exigente.

Lo que nosotros queremos es defender que la libertad de Lewis es más valiosa, que es la verdadera libertad, porque nos hace más perfectos y no más animales, nos hace mejores, más virtuosos. Una imagen sencilla: si te dan un piano, es mucho más fácil aporrearlo, e incluso puede ser más divertido al principio, pero en unos minutos viene el aburrimiento y la búsqueda de otra forma de aporrearlo, y al final viene la impotencia y el vacío, porque no te ves capaz de hacer nada valioso con el piano, nada bello. Esa es la libertad que nos propone el pensamiento débil, una vida vacía llena de impotencia por no poder hacer nada valioso ni bello con ella. La verdadera libertad es saber tocar el piano, que es lo que nos dice Lewis. El precio es el esfuerzo y el entrenamiento, pero el resultado es belleza y sentido, música. En la vida, tenemos nuestros medios (nuestro entrenamiento) y la gracia de Dios para construir algo bello.

¿Por qué merece la pena leer este libro para comprender las razones profundas de la crisis de pensamiento que hay hoy en día?

Una respuesta completa implicaría en realidad decirte todo lo que hemos escrito en el libro. La verdad es que la actualidad es terriblemente compleja, y en un momento como este es importante detenerse y no dejarse llevar por la vorágine para poner cada cosa en su sitio. Es curioso porque todo este caos ideológico está realmente sustentado por un mismo pensamiento hegemónico, ese pensamiento débil que quiere matar las grandes narrativas y los valores para que haya una multiplicación babilónica de nuevas narrativas y valores. Sostenemos que esa diversidad es falsa: nos parece que miles de minorías han despertado y se han emancipado, y que por ello nuestras sociedades son ahora más ricas y plurales, pero en el fondo todos piensan de una misma forma, porque todos se basan en que “mi libertad empieza donde acaba la tuya”, que en el fondo no es más que un “yo haré lo que quiera cuando quiera y tú harás lo que quieras cuando quieras siempre que tú no me molestes y yo no te moleste”. Nos parece que somos muy plurales porque cada uno hace lo que quiere y lo que queremos puede tomar formas muy distintas. Pero a fin de cuentas acabamos siendo una cultura simple y uniforme, porque no hay riqueza real ni diversidad cultural donde todo se rige por algo tan infertil como el deseo personal, que a la vez puede ser teledirigido desde fuera.

¿Cómo no vamos a estar en una crisis intelectual si se renuncia a la búsqueda de la verdad, que es el motor de la actividad intelectual? Como la verdad nos parece repelente e impositiva, nos encerramos en nosotros mismos, no salimos afuera porque no hay nada fuera ni por encima de nosotros, y así nuestra subjetividad es la medida de todo. El libro hace, en ese sentido, una cosa muy sencilla y a la vez bien difícil: un diagnóstico del pensamiento actual y una síntesis de cómo enfrentarlo. En esto el libro tiene tres virtudes: uno, que Vattimo presenta un sistema que sintetiza perfectamente el pensamiento hegemónico posmoderno; dos, que Lewis da con la clave de la cuestión para enfrentar a Vattimo sobre todo en su ensayo La abolición del hombre; y tres, que en cada capítulo mostramos casos y noticias reales en las que el pensamiento débil posmoderno se impone de manera totalitaria por todos los rincones de la vida social y personal. Lo que observamos es que ese posmodernismo que se dice plural y diverso acaba siendo unilateral y cancelador de las diferencias. Analizando esos casos es cómo mostramos lo que significa en la práctica sostener una postura posmoderna y cómo podría subsanarse, dando claves para entender y enfrentar esta crisis en la que estamos inmersos.

Adquiera el libro La posmodernidad en jaque.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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Jn 15, 18-19

«Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero el mundo os odia porque no sois del mundo, pues yo, al elegiros, os he sacado del mundo».

Jn 17, 14-18

«Yo les he dado tu palabra, pero el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo».

1 Jn 2, 15-17

No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo cuanto hay en el mundo – la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas – no viene del Padre, sino del mundo. El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios vivirá para siempre.

St 4, 4

¡Adúlteros!, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que desee ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios.

1 Jn 4, 1-6

Tercera condición: guardarse de los anticristos y del mundo.

Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu; antes bien, comprobad si los espíritus son de Dios, pues son muchos los falsos profetas que han venido al mundo. En esto podréis reconocer quién tiene el espíritu de Dios; todo el que confiesa que Jesucristo vino como verdadero hombre, ése tiene el espíritu de Dios; y todo el que no confiesa a Jesús, ése no tiene el espíritu de Dios. Ese tal es del Anticristo, el que oísteis que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo. Vosotros, hijos míos, sois de Dios y los habéis vencido. Pues el que está en vosotros es más que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan según el mundo, y el mundo los escucha. Nosotros somos de Dios. El que conoce a Dios nos escucha; el que no es de Dios no nos escucha. En esto podemos reconocer el espíritu de la verdad y el del error.

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