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El día 10 de noviembre de 1939  se reunía en Madrid la Junta Política Nacional de  Falange Española Tradicionalista y de las JONS. En dicha reunión la delegada nacional de la Sección Femenina, Pilar Primo de Rivera, dio cuenta del final del proyecto de organización por parte de la Sección Femenina, Instituto de Estudios Políticos para asuntos económicos y sindicales, y la propia Junta Política, secundando la decisión que ya había tomado el Caudillo de España Francisco Franco, para el traslado de los restos mortales de su hermano, fundador de Falange Española, José Antonio, desde la sepultura provisional del cementerio de Alicante a la definitiva del Monasterio de San Lorenzo del  Escorial. La conducción se haría a hombros, a partir del día 20 de noviembre y concluiría el 30 del mismo mes,  en jornadas, con turnos ininterrumpidos de día y de noche. Se dio luz verde a la organización del homenaje póstumo a José Antonio, dictando una serie de normas para recibir el paso de la comitiva fúnebre con los restos de José Antonio, que serían de inexcusable cumplimiento, tanto para la comitiva como para todos los pueblos por los que pasase el cortejo en su caminar hacia El Escorial  

En todos los diarios nacionales  y emisoras de radio se dio a conocer el programa con todos los detalles de la forma en que se verificaría el traslado. El cadáver de José Antonio sería conducido a hombros de falangistas desde el sepulcro alicantino hasta el Monasterio madrileño de San Lorenzo de El Escorial. Cada, diez kilómetros se establecerían los puestos, en los que cada jefe de Falange provincial, habría de relevar a sus camaradas de otra provincia, Por medio de monolitos de piedra, se fijaría la hora exacta de los relevos que quedarían de esa forma como testimonio permanente ante la historia. La ceremonia de los relevos consistiría en la entrega del mando del cortejo y del cuerpo de José Antonio por cada jefe provincial. Quien  lo entregase pronunciaría las palabras: “José Antonio Primo de Rivera”. Y el jefe que recibiese el cuerpo de José Antonio, contestaría: “¡Presente!”. Ese rito se repetiría hasta que el jefe provincial del  último relevo hiciese la transmisión de entrega del cadáver en El Escorial al general Muñoz Grandes, Ministro Secretario General del  Movimiento. Este, a su vez, lo haría al presidente de la Junta Política, Ramón Serrano Suñer y éste, por último y con las mismas palabras, lo entregaría al Caudillo de España Francisco Franco. Durante el trayecto, sin perjuicio de los hachones y fanales que llevarían las milicias, alumbrarían por la noche el paso de la comitiva grandes hogueras a un  lado y otro  del camino. Las armas de las milicias que iniciasen la marcha, se transmitirían en cada relevo, de tal modo que esas armas, siempre a la funerala,  y el Cristo de las Navas, que figuraría también en la comitiva, serian permanentes durante todo el trayecto. El cumplimiento de cada uno de los relevos sería señalado por una salva  de cañón, que unido a toques de campana se repetiría en todos los pueblos españoles por los que pasase el cortejo.

Formarían la comitiva, además de las delegaciones provinciales de Falange, la Junta Política de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, el Consejo Nacional del Movimiento, que se reuniría en pleno, el día antes de la iniciación de la marcha en Alicante, y representaciones del Gobierno y de los Ejércitos. En la víspera del traslado, el cadáver sería llevado desde el cementerio a la iglesia de San Nicolás, donde se instalaría la capilla ardiente. En ésta daría guardia el Consejo Nacional en pleno.

Durante ese  traslado, la jefe Nacional de la Sección Femenina, rezaría el Rosario, en lo que había sido cárcel, donde fue fusilado José Antonio  y  que era ya “Casa de José Antonio”. Asimismo se rezaría el  Santo Rosario en todas  las parroquias de Alicante, anunciado por un toque fúnebre de campanas y dirigido por el cura párroco

En la noche del día 19 de noviembre, dos grandes hogueras se prenderían en lo alto de los castillos de Santa Bárbara y San Fernando. En el centro del puerto de Alicante  se colocaría un bloque de cemento de gran tamaño, que sería el primer monolito conmemorativo con la fecha de la iniciación del traslado y que tendría las mismas características que el que se instalaría en el Monasterio de San Lorenzo del Escorial, en el momento de la llegada del cortejo

En la mañana del día 19 de noviembre de 1939, Alicante despertó tomada por miles y miles de falangistas, que habían llegado en vehículos, trenes, autobuses y camiones procedentes de todos los lugares de la provincia y de diversos puntos de España. La ciudad se encontraba completamente cubierta de banderas de España y de Falange Española con crespones negros.

Se  encontraban ya en Alicante  el presidente de la Junta Política de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, Ramón  Serrano Suñer y su esposa; el conde de Mayalde, Jose Finat; los ministros de Justicia, Esteban Bilbao, Educación Nacional, José Ibáñez Martín  y Obras Públicas, Alfonso Peña Boeuf y los consejeros Nacionales del Movimiento, Pilar y Miguel Primo de Rivera, Antonio María de Oriol, Dionisio Ridruejo y Eugenio Montes.

Desde primeras horas de la tarde los tres kilómetros que separaban Alicante del cementerio de Nuestra Señora del Remedio estaban abarrotados de falangistas que cubrían la carrera por donde había de desfilar el cortejo. Miles de camisas azules lucidas por obreros, campesinos, marineros, estudiantes, ferroviarios, militares, empresarios, hombres y mujeres anónimos, que querían despedir al Jefe Nacional de la Falange en su último viaje.

A las tres y media de la tarde en el cementerio alicantino tuvo lugar una nueva exhumación del cadáver de José Antonio. En el momento de exhumar los restos del fundador de la Falange, las baterías de artillería, instaladas en el castillo de Santa Bárbara, dispararon las reglamentarias salvas de ordenanza. El féretro con los restos de José Antonio, fue trasladado desde el nicho 515, donde se encontraba desde la toma de la ciudad de Alicante y el final de la guerra de liberación Nacional,  al Panteón de los Caídos del cementerio alicantino, donde, en presencia su hermano Miguel, su primo Miguel, los miembros de la Junta Política, Dionisio Ridruejo, José Luna Meléndez, Sancho Dávila, el General Sagardía, el Jefe Provincial de Alicante, Luis Castelló, con sus Delegados de servicio; el  Jefe Provincial de Madrid, Jaime Foxá;  Gumersindo García Fernández, Javier Millán Astray, Mario Pena, Jefe de todas las milicias concentradas en Alicante; el conserje del cementerio y algunos más, fue abierto y  trasladado el cuerpo, envuelto en la bandera Nacional, a una nueva caja mortuoria sobre la que se colocó  la bandera roja y negra de la Falange.

Miguel Primo de Rivera, su hermana Pilar, José Mallol, Javier Millán Astray, Alfredo Fraile  y  el conserje del cementerio, habían sido quienes reconocieron  el cadáver de José Antonio cuando el 4 de abril de 1939, finalizada la contiendam se procedió a su exhumación de la fosa común donde se hallaba tras su fusilamiento y trasladado a un nicho con el número 515 del cementerio de los Remedios.

El féretro con los restos de José Antonio es sacado del nicho 515 del cementerio de Alicante, para iniciar su marcha hacia el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Ante un notario, el alcalde de la ciudad y un capellán, en representación estos dos últimos de la autoridad civil y eclesiástica, hicieron entrega de los restos de José Antonio al jefe provincial del Movimiento de Alicante Luis Castelló Gallud, Mientras las guardias establecidas en su honor junto al nicho presentaron armas.

De seguido se puso en marcha el cortejo, siendo llevado el féretro a hombros de miembros  de la centuria alicantina “José Antonio” y de la madrileña “Ramón Laguna”. En la presidencia del mismo, el ministro de Obras Públicas Alfonso Peña Boeuf, en representación del Gobierno, los consejeros Nacionales Miguel Primo de Rivera, Sancho Dávila, Luys Santa Marina, José Finat y Escribá de Romaní, Raimundo Fernández Cuesta, José Miguel Guitarte, José Antonio Giménez Arnau, Leopoldo Panizo, José Luna Meléndez, el general Antonio Aranda  y las autoridades militares y civiles de la provincia.

Abría  la marcha del cortejo el clero con la cruz alzada, órdenes religiosas, sacerdotes encargados de llevar el Cristo de las Navas, el féretro, colocado en unas largas andas, cubierto de terciopelo negro, que contenía los restos de José Antonio, llevado a hombros por doce escuadristas  de la centuria “Ramón Laguna”, que se relevaban cada cuatrocientos metros. Jefe Provincial y dos Jerarquías, camaradas de la provincia que habían de efectuar los relevos parciales, cerrando el cortejo milicias armadas.

A ambos lados del féretro daban guardia miembros de la centuria “José Antonio”  de Alicante con su guion al frente, que llevaba bordado el lema: «La muerte espera a los que han de morir«. Tras el féretro  una compañía del regimiento de Infantería número 34 de Cartagena, con escuadra de gastadores, bandera y banda de música; la primera, segunda, tercera, cuarta, quinta y sexta centurias de la Vieja Guardia de Madrid,  y Banderas de Falange Española de las JONS de Callosa del Segura y de Elche.

A las cinco menos cuarto llegó el cortejo al cruce  de la carretera general de Ocaña con el camino del cementerio. En ese punto había levantada una cruz y ante ella el clero rezó un responso. Mientras varios aviones del ejército sobrevolaron por encima de la comitiva.

En un gran arco monumental con siete escalones, colocado a la entrada de Alicante, 58 flechas de la capital presentaron armas.  A ambos lados de la carretera, formaban las milicias falangistas de todos los pueblos de la provincia. Al llegar al cortejo frente a la Cárcel Modelo, ya nombrada Casa de José Antonio, se rezó un nuevo responso.

Falangistas llegados desde todos los puntos de España, que se dieron cita en Alicante para acompañar los restos del Jefe Nacional José Antonio, saludan el paso de su féretro brazo en alto.

Tras su paso por la plaza de Los Luceros, atestada de público, el cortejo enfiló la Avenida de Alfonso el Sabio, donde formaban fuerzas del Regimiento quinto de Infantería de Marina, de Cartagena, con bandera y música, y el Regimiento de Infantería número 11 con sede en Alicante, así como cuatro filas de militantes falangistas  portadores de hachones encendidos.

Por las calles de Méndez Núñez y San Isidro, el cortejo se encaminó  a la Colegiata de San Nicolás, ante cuya fachada principal se detuvo.  Miembros del Gobierno de la Nación, presididos por el ministro de la Gobernación Ramón Serrano Suñer, Consejo Nacional de Falange Española Tradicionalista y de las J. O.N.S., la Junta Política y la representación del Gobierno, que se encontraban en el atrio de la Colegiata, acompañaron el féretro hasta  un gran túmulo levantado delante del altar mayor donde quedaría colocado. A partir de ese instante, los restos del Fundador de la Falange serían velados  por  componentes de varias  centurias de la Vieja Guardia. Durante toda la noche hasta casi la madrugada, miles y miles de fieles desfilaron ante el cadáver de José Antonio.

A las seis de la mañana del día 20 de noviembre, cuando se cumplían tres años del fusilamiento de José Antonio, con el templo lleno de fieles, dieron comienzo las ceremonias religiosas finales en sufragio del alma del fundador de la Falange Española.

Frente al altar mayor se alzaba el túmulo con 24 hachones encendidos y  alrededor del mismo daban guardia de honor miembros de las centurias de Madrid y Alicante.  El templo se encontraba adornado con grandes crespones negros. Entre el catafalco y el altar  una monumental corona de laurel.

Una capa de flores cubrió todo el suelo de la parte central del crucero de  la colegiata. Detrás del túmulo se colocó el presidente de la Junta Política, Ramón Serrano Suñer que presidiría el duelo, junto a los miembros de la junta política y consejeros Nacionales.  Después de la Misa de réquiem y tras  un solemne responso, la Junta Política se hizo cargo del féretro.

La salida de la Colegiata del féretro que contenía los restos de José Antonio fue emocionante. Más de doscientas mil personas, que llenaban por completo calles y avenidas, guardaron un silencio absoluto y conmovedor, como destacaba la prensa, solo roto por lo estampidos de los cañonazos disparados y los sollozos de muchos fieles. Toda la carrera estaba cubierta por milicias Falangistas de Alicante, Murcia y Valencia, y fuerzas del Ejército.

Las andas que portan el féretro de José Antonio por la explanada de Alicante.

De seguido el cortejo, al que se incorporó la imagen del Cristo de las Navas, y del que formaría parte hasta El Escorial,  inició de nuevo su marcha en dirección al puerto. Allí los buques de guerra surtos en la bahía y las baterías de la plaza dispararon salvas de ordenanza. Desde la cubierta del Minador “Júpiter” por medio de altavoces, se invocó seis veces el nombre de “José Antonio”, y el público, que llenaba la explanada, contestó con un sonoro y rotundo ¡Presente!

Varios cazas del Ejército del Aire sobrevolaron la comitiva, y dejaron caer una lluvia de flores y laureles encima del féretro. Unos 350 barcos de pesca, ocupados por pescadores de todo el litoral de la provincia de Alicante, hicieron sonar sus sirenas, mientras que las tripulaciones, formadas sobre cubierta, gritaban también “José Antonio, ¡Presente!”, como homenaje póstumo al joven César Hispano. En el centro del puerto se levantó un monolito que indicaba el lugar de la partida del  cortejo en su marcha de Alicante al Monasterio del Escorial por las tierras  de España.

En la explanada de la ciudad de Alicante, el féretro con los restos de José Antonio, antes de iniciar su marcha de Alicante al Escorial.

Por el Paseo Marítimo, atestado de público, se fueron realizando con  perfecta precisión los relevos de quienes tuvieron el honor de llevar sobre sus hombros los restos mortales de José Antonio. Poco a poco la comitiva, acompañada por varias Escuadrillas de Aviones, que lanzaron sobre el cortejo flores y laureles, se dirigió  hacia la salida de la ciudad. Delante de la cárcel Modelo, lugar donde entregó su joven vida por España, José Antonio, el cortejo se detuvo por última vez antes de enfilar la carretera en dirección hacia Monforte del Cid. Antes de abandonar el término municipal, la Sección Femenina colocó sobre el ataúd un paño negro con el yugo y las flechas bordadas en oro por militantes de Madrid y la bandera Roja y Negra de la Falange Española. El jefe provincial de Alicante Luis Castelló entregó el féretro al jefe de la delegación de Murcia Rafael de la Cerda, quien antes de alcanzar Monforte del Cid se lo cedería al jefe Provincial de Valencia Adolfo Rincón de Arellano

En Monforte del Cid, miles de vecinos del pueblo y de otros de la comarca, abarrotaban la carretera. En la plaza principal con todas sus casas y balcones adornados con las banderas Nacional y de la Falange con crepones negros, centenares de antorchas y bengalas alumbraron el paso del cortejo en medio de un silencio sepulcral. El párroco de la localidad rezó un responso.  Pilar y Miguel Primo de Rivera, junto a Dionisio Ridruejo presidieron, entre un bosque de brazos en alto,  el paso del cortejo que llevaba los restos mortales de su hermano José Antonio, que siguió su ruta marcada en dirección a Elda.  

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Autor

Carlos Fernández Barallobre
Carlos Fernández Barallobre
Nacido en La Coruña el 1 de abril de 1957. Cursó estudios de derecho, carrera que abandonó para dedicarse al mundo empresarial. Fue también director de una residencia Universitaria y durante varios años director de las actividades culturales y Deportivas del prestigioso centro educativo de La Coruña, Liceo. Fue Presidente del Sporting Club Casino de la Coruña y vicepresidente de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña. Apasionado de la historia, ha colaborado en diferentes medios escritos y radiofónicos. Proveniente de la Organización Juvenil Española, pasó luego a la Guardia de Franco.

En 1976 pasa a militar en Fuerza Nueva y es nombrado jefe Regional de Fuerza Joven de Galicia y Consejero Nacional. Está en posesión de la Orden del Mérito Militar de 1ª clase con distintivo blanco. Miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, es desde septiembre de 2017, el miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, encargado de guiar las visitas al Pazo de Meiras. Está en posesión del título de Caballero de Honor de dicha Fundación, a propuesta de la Junta directiva presidida por el general D. Juan Chicharro Ortega.

 
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