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En los últimos meses, el historiador vizcaíno Armando Besga Marroquín ha publicado en la editorial Letras Inquietas dos interesantes ensayos titulados Hispania: La primera España y Spania: La España visigoda, en los que desvela los orígenes de España como patria y nación.
En Covadonga, con los Reyes Católicos, con la Constitución de 1812… Son muchas las fechas que algunos defienden como el origen de España. Sin embargo, tú lo fijas con la llegada de Roma a la Península Ibérica. ¿Por qué existe tal discrepancia ante este hecho histórico?
Porque se ponen más o menos condiciones para reconocer la existencia de España y los españoles. Y eso nos lleva inevitablemente al tema de las esencias, que está mal visto (incluso, por algunos de los que imponen condiciones) y es un problema irresoluble. En Historia, casi todo es discutible. Pues, bien, estimo que el nacimiento de España en época romana es indiscutible. ¿Cómo podría argumentarse a los que eran llamados y se llamaban “españoles” que no lo eran y que su tierra que se pronunciaba de una manera muy parecida a “España” tampoco lo era? Y no se trata de una mera casualidad (como la Iberia de Georgia), porque no ha habido solución de continuidad entre las generaciones de españoles, ninguna de las cuales se entendería sin la anterior. Yo ya era yo cuando nací. Sería arbitrario negarlo porque entonces no me parecía a lo que he sido en las distintas etapas de mi vida.
Desde el punto de vista de la historia, ¿la datación del nacimiento de España también está influenciada por los dogmas políticos actualmente imperantes?
No sé cuáles son los dogmas imperantes. Me temo que según algunos “España no existe”; sólo habría un estado estatal, que ni mayúsculas merece. Es cierto, en gran medida, que, como decía Benedetto Croce, toda historia es historia contemporánea. Pero no comparto la idea de que cada generación debe reescribir la historia, pues eso implica que es un saber inútil, como todo lo posmoderno, cuando es la reina de la Humanidades, la que más nos dice sobre el ser humano, pues es muy cierto que “por sus obras los conoceréis”. Y de eso nos ocupamos en exclusiva los historiadores, probablemente el oficio con más intrusismo profesional, porque mucha gente piensa que es un periodismo del pasado que cualquiera puede ejercer.
¿Desde cuándo podemos afirmar que España es una patria y una nación, más allá de una cuestión estrictamente gentilicia?
Responder a esta pregunta sólo se puede hacer en un libro, tras discutir mucho, primero, sobre el significado de esas palabras polisémicas. Lo único que puedo afirmar es que desde la época romana España ha sido una patria y una nación en el sentido que en cada época tuvieron esas palabras. En cuanto a nación, la únicamente realmente existente es la nación política, que también es la única reconocida internacionalmente. Y esta sólo aparece en Occidente al comienzo de la Edad Contemporánea. En este sentido España, se convertiría en una nación en 1812, y volvería a ser una de las antiguas, aunque ciertamente sufriría dos abortos en 1814 y 1823 (como también le sucedió a Francia). Aun retrasando el nacimiento a 1836, a la tercera fue la vencida, seguiría siendo una de las más antiguas. Por lo demás, estimo que una sociedad de personas libres e iguales gobernadas por el mismo gobierno soberano, una gran novedad, merece un nombre propio. Y ése sólo puede ser “nación”.
En estos tiempos en los que cualquier colonización (sin ir más lejos, la de España en América) debe ser «deconstruida» y criticada, ¿cuál fue el papel que jugó Roma en la creación de España? ¿Cuáles fueron sus bondades? ¿Y sus maldades?
La palabra “conquista” goza hoy de una injusta mala fama. Si no la hubiera habido, hoy el mundo estaría repartido en multitud de tribus, seguramente haciéndose la guerra para tener un poco más, y habitada por unos pocos millones de habitantes. Claro que hay conquistas y conquistas. No es lo mismo que te conquisten los romanos que los hunos. La conquista romana fue brutal, pero al final ahorró millones de víctimas, porque los habitantes de la Península Ibérica, que tenían la costumbre de matarse entre sí, disfrutaron del periodo de paz más largo de la historia de España. Evidentemente los romanos vivieron a lo suyo (ni siquiera tenían misioneros como los españoles en América y Filipinas). Pero aquí también opera la mano invisible de Adam Smith, que Hegel convirtió en “la astucia de la razón” (sin que eso implique una teleología, como creía el filósofo alemán, sino la lógica que preside los sistemas caóticos). No me cabe la menor duda de que el balance de la conquista romana fue muy favorable, aunque sólo fuera porque Roma integró a España en Occidente, esa civilización que ha sido la única que ha dado la oportunidad al género para ser más libre y escapar de la ignorancia y de la miseria. Ciertamente, el perfeccionista siempre encontrará defectos que únicamente desaparecerán con el triunfo de su proyecto totalitario y, por tanto, liberticida. Pero vivimos en un valle de lágrimas regido por la ley de la Entropia, que produce desorden, y el fuste torcido de la humanidad, que es como lo definió Kant. Así que estamos obligados a mejorar a tortazos, la mayoría de los cuales no suelen ayudar. No es poco, por tanto, lo que hemos conseguido en condiciones tan adversas, en un mundo en el que un aprobado es una gran nota, porque lo que sigue predominando son los suspensos.
Tras la caída del Imperio Romano, los godos se hicieron con el poder en España. ¿Qué cambio supuso su llegada para los españoles de entonces?
Mucho menos de lo que la gente suele pensar. Unos amos, que admiraban a los romanos, sustituyeron a otros e intentaron gobernar a la romana. Hay que tener, en cuenta, que en aquella época la dominación extranjera era normal (en España, a la goda, le sucederá la árabe). Y es que en nuestra época está muy sobrevalorado que ser gobernado por un compatriota, como cualquiera, que no sea un sectario, puede comprobarlo en España en estos momentos.
Sin duda, la España visigoda es uno de los periodos más desconocidos pero más fascinantes de nuestra historia. ¿Cuál es la herencia que nos dejaron?
Sí: es uno de los periodos desconocidos por la escasez de fuentes. Pero no estimo que sea uno de los más fascinantes. Aunque a mí me ha fascinado por la decadencia, esto es, por la desaparición de lo que quedaba del humanismo, racionalismo y del ansia del conocimiento desinteresado, con lo que nació Occidente en la antigua Grecia. En cuanto a la herencia que dejaron los hispanovisigodos, al menos, sería necesario responder en un capítulo. Simplemente diré que en los siglos siguientes se luchó por recuperar esa herencia. No se hablaba entonces de “reconquista”, palabra que no existía en la Edad Media, sino de “restauración”, que resulta aún más expresiva.
A pesar de ser un pueblo de origen germánico, ¿tuvieron los visigodos un sentido de su españolidad?
En primer lugar, los visigodos eran muy poco godos. Cuando llegaron por primera vez a España, en el 414, era un ejército que vendía sus servicios al imperio romano. Lo formaban gentes de todos los lugares por los que habían pasado desde que salieron de Escandinavia, incluidos romanos, porque habían atravesado el imperio de parte a parte. Además, los godos que no formaban parte de ese ejército eran más numerosos. Estaban los ostrogodos, a los que les pasaba lo mismo, otras bandas, como la de Saro, enemigo de Alarico, y muchos esclavos de origen godo en el imperio romano. Eran, por tanto, una comunidad poliétnica. Lo normal, pese a lo que proclaman los nacionalistas, cuya ideología es incompatible con la historia. Así que no tuvieron problemas para identificarse con España y sus habitantes, con los que se mezclaron, aunque la nobleza no olvidó que eran los conquistadores.
Uno de los momentos clave del periodo visigodo fue la conversión de Recaredo al cristianismo en el año 587 y la celebración dos años después del III Concilio de Toledo. ¿Cómo se produce esa conversión? ¿De qué manera se extiende, primero a la nobleza y después al pueblo, el cristianismo en España?
Es otra pregunta que merecería ser contestada en un libro. Únicamente diré que las conversiones masivas suelen ser superficiales. Hasta el año mil, en Occidente, la Iglesia desconfió de las creencias cristianas del pueblo. De ahí, por ejemplo, que no se atreviera a colocar imágenes en los exteriores de las iglesias, por temor a la idolatría.
¿Cuál es la aportación que supone el cristianismo a la unidad de la España de aquella época?
Si alguna utilidad puede tener el concepto nacionalista de nación, que cada uno define como le conviene, es que, a diferencia de la aberración del multiculturalismo, predica la importancia de unos comunes denominadores que favorezcan la convivencia (aunque ellos suelen estar equivocados de la determinación de esos factores, que son los decantados por la historia en comunidades políticas que se perpetúan en el tiempo). La religión, que es mucho más que un conjunto de creencias, ha sido el más importante factor de cohesión. Se dirá, incluso en Navidad y Semana Santa, que España ha dejado de ser cristiana. Ya se anunció hace casi un siglo. Si fuera cierto, la herencia cristiana, a través de la cual hemos recibido el legado clásico, seguiría siendo fundamental. No es lo mismo ser un ateo cristiano, que un ateo musulmán.
Otro motivo de debate es el inicio de la Edad Media en España. ¿Es correcto considerar que esta etapa comienza en el año 711 con la invasión musulmana o es anterior en nuestro caso?
La Edad Media es una categoría creada en el siglo XVII, cuando se dividió la historia en tres periodos. Entonces se puso el comienzo del Medievo en el reinado de Constantino el Grande (307-337), por el triunfo del cristianismo. En realidad, todas las etapas son de transición, si no, no habría historia. El paso de la Antigüedad a la Edad Media es una larga transición, que se suele situar entre los siglos III y VIII. A mi modo de ver, tiene el mismo sinsentido colocar el comienzo de la Edad Media cuando se inicia la transición que cuando se termina. En esto, soy también tradicional: prefiero seguir situando el inicio de la Edad Media en el medio de ese proceso, en el siglo V.
Por último, ¿queda alguna herencia, alguna manifestación, de aquella España, romana primero y visigoda después, en la de hoy, más allá de lo patrimonial y artístico?
Si me preguntara por la herencia sueva en Galicia, la respuesta sería sencilla: nada, más allá de cuatro o cinco palabras o unas gotas de sangre (que tampoco era muy sueva). En el caso de España no lo sé. Tendría que pensarlo mucho; y en la resolución de ese tipo de problemas no soy muy competente. Diré dos cosas: 1) tengo la convicción de que la persona más antigua con la que podría entenderme algo es Pedro Abelardo (1079-1142), que era francés (también creo que podría conseguirlo con algunos griegos y romanos); 2) la población española desciende de la que vivió en el reino visigodo.
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