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José Manuel, 78 años, y su mujer, María, 82 años, un matrimonio que ha vivido toda su vida en el citado barrio madrileño. Ahora, tras haber pasado 54 años en la misma casa, en su hogar de toda la vida, a la puta calle. Y sin lugar hacia a dónde dirigirse. Sin «solución habitacional» que diría un progre malhablado. A la puta rúe (…y la pareja solo ingresa la pensión del esposo). Ahora se irán a adormir a un sofá en el pequeño piso de su hijo. Carabanchel, todas las semanas, cuatro o cinco desahucios: un subidón. Sin perdón. Echados, como perros, de su casas.

Injusta sentencia, inicio

Y recordemos que esta pareja firmó un contrato de renta antigua en 1968 y ahora, después de que la propietaria del inmueble en el que vivían alquilados falleciera, el mayor de los herederos ha demandado a José Manuel por impagos a la comunidad.

La sentencia avaló definitivamente el denominado lanzamiento de ambos octogenarios. Eso sí, el juicio que condujo a tan delirante sentencia estuvo atestado de múltiples e ininteligibles irregularidades.

Inútil tregua

El pasado 12 de enero de 2022, en Vía Carpetana 109, el desahucio no se llevó a cabo gracias al apoyo popular que recibieron José Manuel y María en las calles carabancheleras. Les concedieron mes de tregua, en esta injusta, injustísima guerra. Hasta ayer 18 de febrero.

José Manuel comentaba. «Nos han dado un mes más. Os podéis imaginar cómo estamos. Nerviositos». Y su mujer, María, con una salud muy delicada y graves problemas de movilidad, se interrogaba al desgaire. «¿De qué nos sirve un mes más? ¿Para tener otro follón aquí dentro de unos días?».

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Maderos y ropones: al servicio del Mal

Pues eso. Tras cuatro horas de resistencia vecinal, desde las seis de la mañana, ayer viernes, más de un centenar de personas, dos detenidos, el desahucio, ejecutado completamente. Memorable manifa. Lanzamiento de harina y pintura ante la desmesurada e incomprensible barrera policial, que finalmente cargó con extrema brutalidad, valga el clásico. Y el pleonasmo.

Alegres tonadas, mientras, contra los desahucios. Gloriosos carteles en los que podía leerse “Fuera la policía de nuestros barrios”, y una peculiar versión de I can’t get enough de la banda Depeche Mode transformada en “Un desahucio se defiende hasta el final”. Al final, a las diez de la mañana, los maderos antidisturbios consiguieron entrar en el domicilio de ambos ancianos, con la Comisión Judicial presente, y ejecutar el lanzamiento del todo.

Atroz despliegue policial. Desmesurado. ¡¡¡Catorce!!! furgonas del maderamen  mediante. Ni con inicuos terroristas. Dos años de legislatura y al Gobierno Más Progresista De La Historia (juas,rejuas) no se le cae cara de vergüenza porque carece de ella (gobierno basura: ni deroga la Reforma Laboral, ni la Ley Mordaza,  ni detiene los desahucios: Y El Pis, publicando ayer sangrantes contrastes…). Y a la Oposición Más Putrefacta Que Los Tiempos Vieron, ídem. Los maderos y los togados, servil lacayada del buitre de turno. Estatal. O Privado. O ambos.

Ayer en Carabanchel, crimen de momento sin castigo

Crimen de lesa humanidad el perpetrado ayer en Carabanchel. De lesa patria, tal vez les mole más. Una sociedad que no cuida a las personas ancianas (o que permite que las exterminen, por acción y omisión, al inicio de la PLANDEMIA) es una sociedad enferma. Existencias desgarradas en su finisterre para que haya una vivienda vacía para poder especular con ella: poco misterio más. Los beneficios pecuniarios de algunos, pespunteados de innúmeras penas y desazones y dolores…

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…Y, mientras, la peña despilfarrando su sacrosanto tiempo en la infinita podredumbre de la cleptocracia narcopedófila del 78: ayusadas de por medio. O sin ellas. Pero una cosa, razonablemente clara, tras las pútridas bambalinas peperas: María y José Manuel no irán al Plaza de España Skyline. Eso seguro. O casi, vete a saber. Hasta, a lo mejor, existen los inexistentes milagros. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.