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Jamás se trató de un virus, sino de control. Social, mental, espiritual. Y fuiste advertido desde el inicio. Desde mucho antes del secuestro domiciliario de marzo del pasado año. Te lo comenté en diciembre de 2019, las tengo muy vistas a esta psicópatas élites eugenésicas: patraña, plandemia, «reseteo», genocidio, reducción poblacional, esterilizadora vacunación masiva, hecatombe económica… Era (y es) la vieja gripe con otro nombre y con toda su sintomatología secuestrada. Y te fui advirtiendo que esto solo acababa de comenzar. Y tú, a mitad de marzo que dale, «que solo van a ser quince días, Luys, a lo sumo un mes». Y yo te dije que no te autoengañaras: te van a encerrar de por vida, te van a arrebatar todo, aniquilar tu trabajo, tus relaciones, tus posesiones, tus afectos. Tu humanidad, en definitiva.

Te engañaron…y te dejaste engañar

Y me llamaste “negacionista”. Y de todo. No podías (ni puedes) asumir que te engañaron. Sin más. TE ENGAÑARON. Y te comenté, desde el inicio, que tu derechita (cobarde y “valiente”) te iba a vender. El tiempo lo confirmó: la “derecha” española rivalizando con la “izquierda”, disputándole el monopolio de las medidas liberticidas más estalinistas. La derecha híper-estatista y estalinista, un puntazo, la verdad.

El parné de los genocidas plutócratas y la estupidez de los ignorantes, aniquilando definitivamente la vida que conocimos en el pasado. Con sus luces y sus sombras, con sus miserias y grandezas. Lo que está viniendo, pesadilla tras pesadilla. Y todo ello edificado, sobre todo, por la estupidez de los covidiotas.

Los riesgos de ser un telecreyente

El fanatismo como retorcida consumación de la fe, honestamente, y la fe parece ser que mueve montañas. Abandonaste la fe cristiana, pero comenzaste a profesar los delirantes dogmas de la secta covidiana. Eso sí, ¿quieres saber a quiénes van a enterrar esas montañas de tu nueva fe covidiota en breve? A ti, y te lo habrás merecido.

Y, mientras, tú sobrevivías, y yo sin dar apenas crédito al embrujo de masas, costándome amigos, burlas, esfuerzos, trabajo. Y te colocaste un puto bozal, te llegaste a creer el rollo de los «asintomáticos». También pensaste que el bozal duraría poco. Te volví a repetir que no.

Y que ibas a estar con un puto trapo el resto de tu vida. Hasta el día del “juicio final” con una risible y patética máscara dentro de la circundante mascarada. Carnavalada, más bien. Veneciana (negra) o no. Y te volviste a reír. Una mordaza que para nada médico vale, eso sí, paradigma de sumisión psicológica, símbolo de despersonalización, enfermándote en tu propio y pútrido cultivo de hongos y gérmenes, privándote del más elemental oxígeno. Eso sí, asume hasta la hez los riesgos de ser un telecreyente. Al menos, no tener televisión ni radio me aleja un poco de los terroristas de los mass-mierda

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Y me llamaste Casandra…

…Ya sabes, la hija del rey de Troya. Apolo regalándole el don de la prescencia, la capacidad de ver las cosas mucho antes de que éstas sucedan. Pero Apolo, dolido y resentido ante el rechazo de sus requiebros amatorios, le maldijo: cierto, ella vería el futuro, pero nadie le creería y todos ridiculizarían sus advertencias. Tal vez le motejaron de “conspiranoica”. Pero Casandra advirtió una y otra vez a sus queridos compatriotas aqueos que el Caballo de Troya devenía empozoñada dádiva. Se descojonaron de su advertencia, le llamaron ¿terraplanista?, y luego, como insistía en el asunto, la recluyeron por “loca”.

…Eso sí, obvio, del jamelgo de madera brotaron soldados, abrieron la puertas, y Troya ardió durante una semana entera. Solo se salvó, escapando por un desfiladero, exiguo grupo que, si bien no creía del todo en Casandra, sí guardaron la cautela necesaria para no verse atrapados por la taimada engañifa del enemigo troyano. Para dichos aqueos, Casandra pasó a personificar la dolorosa desesperación del que detecta la trampa, pero nada de lo que diga puede abrir los ojos al abducido populacho, obstinado él en su necia y contumaz ceguera.

Continúas auto-engañándote

Ha transcurrido casi un año y vuelvo a hablar contigo. Y prosigue tu autoengaño. «La vacuna nos va a ´salvar`, la OMS, el Gobierno y las Asociaciones Médicas nos cuidan, Bill Gates y Soros utilizan su patrimonio por nuestro bien, China quiere ayudarnos» insisten los que nunca se han informado de cómo funciona una guerra de cuarta generación, ni leyeron documento militar alguno, e ignoran que lo que quieren inocularles no es una vacuna, sino un compuesto transgénico, experimental, mil veces más peligroso que la gripe. Y no es una sola inyección, van a ser varias al año, un negocio perfecto – económico y de poder – para los «filántropos».

Y llegado el caso, te matarán a tu mascota, ya se sacarán algo de la manga, alguna ceporra cepa animalesca. Estos magos negros lo hacen muy bien. Ellos saben que tu querido y leal bichito impide que te desmorones psicológicamente, y ellos necesitan quebrarte para que seas el esclavo ideal de su odioso Nuevo Orden Mundial. Además de informes militares, echa un ojo a Milgram, Zimbardo, Asch. O explorar un poquito lo que representaron los experimentos MK-Ultra de la CIA. Y, por supuesto, la fuliginosa historia de control y experimentación mental del Instituto Tavistock.

Y, desde luego, empobreciendo acelerando a las masas. Inequívoca pieza de la plandemia. La peña limosneando y dependiendo, para los restos, del Gran Leviatán (indistinguible del Gran Capital). Para el 2030, asevera el informe del Foro Económico Mundial, no tendrás nada, pero serás feliz. Esbozarás transgenizada sonrisa de esclavo dichoso. Pero ya nada podrás hacer, al menos sin permiso. No poseerás nada: ni derechos, ni dignidad, ni decoro, ni nobleza, ni intimidad, ni alma. La habrás vendido a cambio de la mera supervivencia. Ni a repulsivo pacto fáustico llegará el asunto…

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O victoria o muerte, pero lucha, coño

La única salida de esta feroz tiranía tecno-sanitaria global, que va a terminar siendo la más horrorosa de la historia humana, es que te des cuenta del engaño. No te pido que escuches a Casandra, dale al menos el beneficio de la duda, solo acércate al caballo de madera que te dejaron «gratis», examínalo, dale golpes, comprueba, sospecha, inquiere. Está hueco, desde luego, se escucha respirar en su interior, el ruido de espadas. Es un regalo envenenado.

…No les permitas seguir destruyendo tu vida y la de tus hijos. Bienvenido a la lucha. Y recuerda a tus queridos Tercios: o ganas o mueres, no existe tercera opción en el combate. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.