06/10/2024 18:22

Majestad,

No soy Ministro

No soy Diputado

No soy político ni militante de ningún Partido

No soy Jefe del Gobierno

No soy Jefe del Estado

Pero, le aseguro que llevo noches sin poder dormir tranquilo pensando en lo mal que lo debe usted estar pasando con el giro que ha dado el “problema de Cataluña” desde 2017 hasta lo que va a tener que firmar con la “Ley de amnistía” y lo que le acompañará de aquí a unos meses.

¿Qué le estará preguntando al Rey su conciencia cuando piense lo que hizo público en su famoso discurso del 2017 y lo que va a tener que firmar ahora?

¿Podrá el Rey que firmó aquella condena a ultranza del “Golpe de Estado” que intentaron dar los separatistas, firmar ahora todo lo contrario?

¿Soportará su conciencia, que no la Constitución ni el Código Penal, decir que allí no pasó nada y que la unidad de España no está en peligro?

¿Estará don Felipe VI planteándose qué será más importante si la Corona, la Monarquía o España?

Pues, con miedo o con esperanza me he comprado una maquinita de “Inteligencia Artificial” y, aunque no se lo crean, esta respuesta literal, y sin modificar ni una coma, es la que me ha dado cuando le pregunté sobre la batalla que estaban celebrando las “conciencias de Su Majestad”.

En el tranquilo pueblo de Serenidad, vivía un hombre llamado Martín. Martín era conocido por su vida apacible y su rutina constante. Siempre se despertaba temprano, paseaba por el parque y saludaba a los vecinos con una sonrisa amable. Sin embargo, lo que pocos sabían era que Martín llevaba consigo una dualidad intrigante: su conciencia.

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La conciencia de Martín no era un mero reflejo de sus acciones, sino un ente independiente con el que mantenía conversaciones silenciosas. Por las mañanas, cuando Martín observaba los rayos del sol filtrándose entre los árboles del parque, su conciencia le susurraba palabras de aliento y gratitud. Juntos, disfrutaban de la serenidad del momento.

Pero a medida que avanzaba el día, la conciencia de Martín adoptaba un tono más reflexivo. Le recordaba sus errores pasados, pequeñas transgresiones y palabras no dichas. «Podrías haber sido más amable», murmuraba su conciencia cuando Martín recordaba una interacción menos que perfecta con un amigo. Este diálogo interno se volvía más intenso al caer la noche.

Una tarde, mientras caminaba junto al río, Martín se encontró con un anciano pescador. Intercambiaron algunas palabras, y el anciano le contó una historia sobre la importancia de vivir con integridad. Al despedirse, la conciencia de Martín le recordó la valiosa lección que acababa de recibir.

A partir de ese día, Martín empezó a prestar más atención a su conciencia. Se esforzó por corregir sus errores, ser más compasivo y cultivar relaciones más significativas. Con el tiempo, la dualidad de Martín se volvió una fuerza armoniosa, guiándolo hacia una vida más plena.

En el tranquilo pueblo de Serenidad, Martín se convirtió en un ejemplo de cómo la conciencia, cuando se abraza y se escucha con atención, puede convertirse en el faro que ilumina el camino hacia una vida más consciente y significativa.”

¡Dios!

¡Y entonces comprendí por qué se llora

y entonces comprendí por qué se mata!

Yo… y mi conciencia.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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