19/09/2024 14:52

La famosa expresión “si son galgos o podencos” tomada de nuestro genial fabulista Tomás de Iriarte, viene a enseñarnos que, mientras discutimos si es una cosa u otra, corremos el peligro de perdernos en elucubraciones estériles que no nos llevan a ninguna parte.

Eso es lo que está pasando con el tema de las elecciones venezolanas. Nos estamos sumergiendo en el proceloso mundo de las disquisiciones de si Maduro es o no es, de si Edmundo ha ganado o no las elecciones, etc.

Que Venezuela es una dictadura es un hecho que no admite opinión en contrario. Si hay alguien, que lo hay, que dice que no lo es, que aporte hechos y pruebas que avalen que ese país no es una dictadura.

Sin embargo, existen multitud de hechos y circunstancias que demuestran fehacientemente que Maduro es un dictador que ejerce el poder con todas las características inherentes a una dictadura pura y dura. Lo mismo que hizo su antecesor, Chaves, que llegó al gobierno a través de un golpe de estado.

Por citar sólo algunos hechos que acreditan la afirmación de que Venezuela está regida por un dictador:

  • Acceso al poder a través de un golpe de estado.

  • Todos los procesos electorales celebrados han sido manipulados. Nunca han demostrado lo contrario.

  • Más de siete millones de venezolanos han huido del país.

  • Los líderes que tienen la valentía de oponerse al régimen dictatorial son encarcelados, en el mejor de los casos.

  • Los “desaparecidos” se cuentan por miles.

  • Son muchos los países que han condenado el régimen de Maduro, incluso el Parlamento Europeo ha prohibido a todas las autoridades de la dictadura pisar suelo europeo.

Si llegas al poder dando un golpe de estado, manipulas las elecciones, encarcelas o borras del mapa a los que se oponen al régimen, y, además, consigues que siete millones de personas se exilien, no cabe duda, eres un dictador.

Entonces, ¿a qué viene tanta divagación de si son galgos o podencos?

Está claro, el PSOE y, especialmente, Sánchez y su alter ego Zapatero, siempre han estado del lado de Maduro. Zapatero lo ha defendido y lo defiende sin tapujos, a cara descubierta. Además de situarse ideológicamente donde le corresponde como buen marxista, podemos imaginar lo que está recibiendo a cambio. No son pocas las publicaciones que hablan de una mina de oro, de palacios en Marruecos, de una mansión en Lanzarote, etc. Mucha izquierda, mucha izquierda, pero hay que ver ¡cómo les gusta el dinero!

Qué poca dignidad hay que tener para salir en la TV diciendo que el proceso electoral de Venezuela ha sido totalmente claro y transparente cuando ya se sabía que había sido manipulado y el “pucherazo” era innegable. La dignidad no tiene precio, pero en este caso parece que sí.

Lo de Sánchez es otro cantar, es presidente del gobierno de un país, todavía democrático y, aunque ideológicamente va de la mano con Zapatero y su nefasto marxismo, no puede decir lo que realmente piensa del régimen venezolano porque eso le acarrearía no pocos problemas. Una cosa es no ser demócrata y otra, muy distinta, declararlo sin ambages.

Para los que se lleven las manos a la cabeza pensando que Sánchez es demócrata, simplemente tiene que reflexionar sobre tres temas:

1.- Con quién se ha aliado para llegar al poder.

2.- Qué leyes ha aprobado en contra de los intereses de los españoles. Máximo exponente, ley de amnistía.

3.- Colonización de las principales instituciones españolas, la última el Banco de España, para concentrar el poder en su mano y usurparlo a las Cortes.

Aún siguen sin explicar qué hacía Delcy Rodríguez en el aeropuerto de Barajas recibida por el entonces ministro Ábalos, incumpliendo la prohibición del Parlamento Europeo, y, sobre todo, sin relatar qué había en las cuarenta maletas que fueron bajadas del avión y transportadas a no se sabe dónde.

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Como nunca han dado explicación alguna, esto nos induce a sospechar que nada bueno estaban haciendo Delcy y Ábalos en Barajas la noche de marras. Si hubiera sido algo normal, lo hubieran contado y punto.

No sólo eso, esa situación puso de manifiesto que entre la dictadura de Maduro y el gobierno de Sánchez hay relaciones cordiales, inconfesables, pero existentes.

Cómo estará la cosa de clara que hasta la misma ministra Robles y Josep Borrell, Alto representante de la Unión para asuntos exteriores, han dicho rotundamente que Venezuela es una dictadura.

Cuando se pretende negar la realidad, por muy entrenados que estén en la mentira, que lo están, se les ve el plumero por todos los lados.

José Ignacio Echegaray

Colaborador de Enraizados

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