13/06/2024 20:01
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San Juan Damasceno, Padre y Doctor de la Iglesia nos relata de la siguiente manera la muerte de la Virgen María, Reina de Cielos y Tierra y Patrona de la Hispanidad:
«La Madre de Dios no murió de enfermedad. Ella, por no tener pecado original, no tenía que recibir el justo castigo de la enfermedad. 
Ella no murió de ancianidad porque no tenía porqué envejecer, ya que a Ella no le llegaba el castigo del pecado de los primeros padres:
Envejecer y acabarse por debilidad. 
Ella murió de amor. 
Era tanto el deseo que tenía de irse al Cielo donde estaba Su Hijo, que este amor la hizo morir.
Unos catorce años después de la muerte de Jesús, cuando ya había empleado todo su tiempo en enseñar la religión del Salvador a pequeños y grandes, cuando había consolado tantas personas tristes y había ayudado a tantos enfermos y moribundos, hizo saber a los Apóstoles que ya se aproximaba la fecha de partir de este mundo para la Eternidad.
Los Apóstoles la amaban como a la más bondadosa de todas las madres y se apresuraron a viajar para recibir de sus maternales labios sus últimos consejos, y de sus sacrosantas manos su última bendición.
Fueron llegando y, con lágrimas copiosas de rodillas, besaron esas manos santas que tantas veces los habían bendecido. 
Para cada uno de ellos tuvo la Excelsa Señora palabras de consuelo y de esperanza.
Luego, como quien se duerme en el más plácido de los sueños, fue Ella cerrando santamente sus ojos.
Su alma, mil veces bendita, partió a la eternidad.
La noticia cundió por toda la ciudad y no hubo un cristiano que no viniera a llorar junto a su cuerpo , como por la muerte de la propia madre. 
Su entierro, más parecía una procesión de Pascua que un funeral. 
Todos cantaban el Aleluya con la más firme esperanza de que ahora tenían una poderosísima Protectora en el cielo para interceder por cada uno de los discípulos de Jesús.
En el aire se sentían suavísimos, pero fuertes aromas, y parecía escuchar cada uno, armonías de músicas muy suaves. 
Pero Tomás Apóstol no había alcanzado a llegar a tiempo. Cuando arribó ya habían vuelto de sepultar a la Santísima Madre.
Pedro, dijo Tomás, no me puedes negar el gran favor de poder ir a la tumba de mi madre amabilísima y darle un último beso a esas manos santas que tantas veces me bendijeron. Pedro aceptó.
Se fueron todos hacia el Santo Sepulcro y cuando ya estaban cerca empezaron a sentir de nuevo suavísimos aromas en el ambiente y armoniosas músicas en el aire.
Abrieron el sepulcro y en vez de ver el cuerpo de la Vírgen encontraron una gran cantidad de flores muy hermosas. Jesucristo había venido, había resucitado a Su Madre Santísima y la había llevado al cielo.
Esto es La Asunción de la Vírgen María. 
¿ Quién de nosotros, si tuviera los poderes del Hijo de Dios, no hubiera hecho lo mismo con su propia Madre?»
El propio Hijo quiso que Ella fuese especial para todos los pueblos hispanos, y para toda la Hispanidad, cuyos pequeños rincones, iglesias y ermitas están dedicados, en muchos casos, a Ella en sus diversas advocaciones.
El borrado del concepto de Hispania e Hispanidad, y su desvinculación de Roma, la Cruz y María, tiene como objetivo apartarnos de Ella »a Quién los demonios temen más que al propio San Miguel pues Ella fue humana».
Hispania fue ibérica y  pagana, pero aceptó al Rey y a Su Madre como sus señores para Gloria de Dios Padre, Jahvé.
La Hispanidad es el planteamiento geopolítico y cooperativo que propone la asociación de los pueblos y naciones hispánicos ( tradición grecorromana, la Cruz y María) sin exclusiones geográficas. 
En este sentido plantea la articulación de un espacio multinacional. Se ha aludido también a esta propuesta y tendencia con las expresiones Hispania y espacio hispánico.
La justificación de esta corriente se basa, por un lado, en la afinidad sustancial entre las dos principales lenguas, el español y el portugués, únicos dos grandes idiomas internacionales en términos cuantitativos que son, en líneas generales, recíprocamente comprensibles. 
Esta realidad hace que, en términos geopolíticos, geolíngüísticos y culturales, se pueda hablar de un gran espacio multinacional de países de lenguas hispánicas y que está compuesto por más de treinta países y más de 700 millones de personas.
Se trata de la décima parte del planeta y del primer bloque lingüístico del mundo al aunar el español (segunda lengua de comunicación internacional, hablada por más de 500 millones de personas) con el portugués (segunda lengua hispánica y latina, hablada por más de 200 millones) 
La plena articulación de un espacio multinacional de este ámbito y características daría gran visibilidad e influencia a nivel internacional al conjunto de los países hispánicos (llamados latinoamericanos por corrupción francesa y por perfidia inglesa como parte de la leyenda negra contra Hispania) y promovería la  cooperación horizontal, y contribuiría a equilibrar en términos geoculturales la preponderancia y hegemonía actuales de la Pérfida Angloesfera en términos religiosos y culturales, y de las cosmovisiones anglosajonas empobrecedoras, en beneficio de la diversidad cultural y lingüística de toda la Comunidad Internacional.
El hispanismo cuenta con antecedentes y concomitancias en las corrientes históricas hispanoamericanistas y en los procesos de institucionalización de la Comunidad Hispánica.
La potencialidad de los dos principales idiomas hispánicos, el español y el portugués, junto a profundos y numerosos elementos de naturaleza religiosa, cultural, histórica, geopolítica y cooperativa, están en la base del Espacio Multinacional de Países de Lenguas Hispánicas, Espacio Hispánico o Hispanidad:
Grecia y Roma.
La Cruz y la Iglesia. 
La Virgen María y Su Pascua.
AVE MARIA PURISSIMA.

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Daniel Ponce Alegre
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